Desde 2014 a la fecha unas 10.000 hectáreas sembradas con viñedos salieron de producción y otras 20.000 podrían seguir pronto el mismo camino. Así lo advirtió un informe sobre la actividad vitivinícola argentina elaborado por el Banco Supervielle, que tiene una división dedicada al sector vitivinícola.
Actualmente la superficie con vides en el país perforó el piso de las 200.000 hectáreas (fueron 198.000 en 2019) y el análisis advierte que por ese camino “es posible pensar que en 2023 haya 180.000 hectáreas de uvas para vinificar”.
“Rendimientos productivos pobres en 2020, combinados con un precio casi 30% inferior en dólares al de 2019, generaron pérdidas promedio cercanas a 2500 dólares por hectárea” en esta temporada, informa el documento, que advierte a partir del escenario actual un proceso de erradicación de vides del cual ya hemos dado cuenta en reiteradas oportunidades en Bichos de Campo.
El banco Supervielle prevé que este abandono paulatino de la actividad se concentrará en las viejas zonas vitivinícolas, como el Oasis Este de Mendoza. “Variedades poco demandadas, zonas con bajo rendimiento o calidad para aquellas que tienen demanda, y viñedos pequeños con atraso tecnológico de baja productividad serán el foco de erradicación”, vaticina.
Entre los que queden en carrera serán imprescindibles altos niveles de inversión para seguir en el negocio. Pero allí la entidad financiera aclara que “la reconversión estará asediada por la magra disponibilidad de crédito de largo plazo y una elevada tasa de riesgo”.
“Mientras tanto, la alicaída inversión en nuevas plantaciones seguirá el camino de algunas variedades y regiones con mayor promesa de rentabilidad, con privilegio en el Malbec, algunas uvas que cooperan para los blends tintos y aquellas que forman parte de las innovaciones por el cambio de hábitos de los consumidores”, remarcó.
Es muy interesante ver en el siguiente gráfico la evolución de la superficie de uvas para vinificar en los últimos treinta años. Allí se ve que, de punta a punta, la superficie total no creció en el período, pues la fase de crecimiento que se registró la década pasada se interrumpió a causa de la crisis de precios ocurrida desde 2010.
El récord de superficie, con 213.000 hectáreas, se alcanzó en 2009. Desde allí la superficie ha comenzado a caer en un proceso similar al registrado durante los años `90. A pesar de que hubo un gran proceso de reconversión varietal que, según el Banco Supervielle, demandó una inversión de unos 4000 millones de dólares, ese cambio no llegó a toda la superficie vitivinícola. “Fueron las variedades tintas las más atractivas con una expansión neta de casi 73.000 hectáreas lo que compensó casi 24.000 erradicadas de blancas y más de 52.000 de rosadas”, precisó.
“Mientras que la tasa de expansión de reconversión de los últimos treinta años ha sido notable no ha pasado lo mismo en el último quinquenio, salvo para Malbec y un grupo de variedades tintas como Pinot Noir, Cabernet Franc, Tannat y Aspirant. En el resto se observó una disminución, inclusive en aquellas que habían sido muy expansivas en las primeras épocas del cambio estructural, como Cabernet Sauvignon y Chardonnay”, explicó el informe.
Para los analistas del Supervielle, “todavía queda una espacio importante de reconversión en la búsqueda de una viticultura de mayor rentabilidad y menor riesgo, lo que estará asociado a varietales en ciertas regiones y mayor dotación tecnológica que aumente el rendimiento económico”.