A pesar de que la Argentina es un país con todas las condiciones para producir frutas, por tener una gran disponibilidad de tierra, agua, horas de frío y mano de obra, en el sector hay muchas producciones que siguen dando batallas por su subsistencia y otras tantas que casi desaparecieron. Es la cruda mirada de Adolfo Storni, de la firma Extraberries y uno de los principales promotores de la unificación de diversas ramas de la actividad en una coalición llamada Frutas de Argentina, que intentará torcer esta historia.
Para Storni, la consecuencia más visibles de las políticas erradas aplicadas para la fruticultura es que “Argentina exporta la mitad que hace 10 años, cuando todo el mundo creció”. Según el directivo, el complejo frutícola argentino hoy exporta entre 700 y 800 mil toneladas sumando todas las variedades, cuando hace 10 años exportaba 1,5 millones de toneladas”. Aún así, se trata de un complejo que aporta 1.000 millones de dólares anuales en divisas, que podrían multiplicarse si se hicieran mejor las cosas.
En el caso puntual del arándano, que Storni de cerca junto con la cereza, pues su empresa se dedica a ambos cultivos, genera empleo para unas 30 mil personas. Es una de las cadenas más dinámicas y prometedoras, pero también se frenó. “Hoy Argentina exporta 6 toneladas por hectárea, cuando nuestros colegas más exitosos ya están arriba de las 20 mil toneladas. Es como que produjéramos en arándanos el equivalente a una soja de mil kilos. No te dan los números”.
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En este derrotero, Storni advirtió que “el riesgo de desaparecer existe y es muy alto, y hay amenazas de todo tipo: que los costos altos, que las variedades que tenemos son de baja productividad, que Perú, Chile y Sudáfrica vienen con todo; pero si mañana la actividad frutícola desapareciera, y tenemos que darle Ingresos Federales de Emergencia (IFE) a todas las personas que el arándano emplea, eso le costaría a la Argentina 50 millones de dólares al año”, graficó.
El presidente de Extraberries señaló que no se requiere mucho para poder despegar en fruticultura. “Pedimos que nos devuelvan los 3 millones de dólares de retenciones que nos cobran, que nos mejoren en 4 puntos los reembolsos y que nos dejen usar los saldos inmovilizados (de IVA). Con 10 millones de dólares, podemos poner nuevamente en funcionamiento esa rueda de inversiones y reconvertir lo que hace falta”, manifestó.
La solución pasa, según Storni, por “dar ese salto de productividad, pero también tiene que haber un esfuerzo del Estado, porque las principales trabas nuestras son internas. Cuando la producción sea prioridad, todos los otros problemas se van a arreglar solos. Mientras cada año se produzca menos, se primarice y se concentre todo, será muy difícil vivir en Argentina”.
Para el empresario, “con algunas modificaciones podríamos cortar la decadencia y empezar un camino virtuoso de rentabilidad e inversión, pero hoy Argentina presenta varias debilidades: tiene el mercado laboral destrozado y restricciones externas, ya que la economía no genera suficientes dólares para pagar las deudas y las importaciones, ni puede darle acceso al dólar al que quiera ahorrar en moneda dura. La fruticultura podría dar todo eso si exportara más”.
Las políticas frutícolas de la Argentina, tienen según Storni, corto plazo. “No nos podemos dar el lujo de mirar el futuro porque estamos mirando el vencimiento impositivo, el saldo del banco, si los proveedores nos están entregando, si hay un conflicto laboral, o si nos pagan el reembolso. Argentina es una agenda de corto plazo y emergencia financiera, mientras que los otros países tienen una agenda de negocios. Es como que siempre trabajamos en emergencia”.
A modo de dar un ejemplo del cortoplacismo, Storni dijo que “mientras Perú trabajó en una ley agraria, e hizo tratados de libre comercio y va con 0 arancel a China, a Unión Europea y a montones de países en Asia y Latinoamérica, Argentina perdió el mercado de mandarinas en Europa porque tiene 16% de arancel. Perú, Chile y Sudáfrica tienen 0%. Argentina perdió el mercado de las cerezas en Europa, porque pagamos 12% de arancel, mientras que Chile paga 0%. Y nos cuesta tanto vender arándanos a China porque pagamos 30% de arancel, mientras que los peruanos y chilenos pagan 0%”.
Toda una serie de factores que hacen a la competitividad en el mercado de frutas argentino, y no sólo eso. Storni señaló también que “Argentina incorpora poca tecnología y hoy no llega a 15 puntos de inversión sobre el producto, cuando cualquier país en proceso de desarrollo se acerca a los 25 puntos. Riego, mallas antigranizo, aspersores contra heladas, mejores cámaras de frío, etc.”.
“Hay que revertir la decadencia de algunos sectores y refundarlos, porque casi que han desaparecido, y luego hay muchos otros que tienen gran potencial, como la cereza o el kiwi. La fruticultura no es sólo la del clima templado o la que necesita horas de frío, sino que el abanico de producción es grande”, explicó.
Es mucho lo que hay que hacer si se quiere cuidar el carácter de arraigo que genera el mercado frutícola. “Hay localidades en las que, si no hubiese una actividad frutícola consolidada, directamente no existirían, por ejemplo, las cerezas en Los Antiguos, Santa Cruz, la pepita, carozo y cereza en Chimpay, Río Negro, el cítrico dulce o los arándanos en Chajarí, en Entre Ríos, y en Mocoretá, Corrientes, y del mismo modo, San Pedro, que fue un cluster frutícola importante con el cítrico y el carozo, y que hoy lo es con el kiwi”, describió.
“Algunas frutas como el limón o la pera pudieron mantener la inserción en el mercado, pero hay otras que la están peleando, como el cítrico dulce, la manzana o el arándano, y otras que directamente desaparecieron como la uva, el carozo o el pomelo; también hay gente que está aprovechando mercados como la cereza, ya que no hay muchos países del hemisferio sur que puedan hacerla, y aunque Chile tiene mayores escalas, Argentina recibe mejores precios por sabor y calidad”, visualizó.