Tras el anuncio de Milei en Palermo, el gobierno bajó de forma permanente los derechos de exportación a los granos y también a las carnes vacuna y de pollo, dos sectores que se quedaron con gusto a poco. En líneas generales, la medida se recibió con agrado y también se aceptó la promesa de que la rebaja continuará, pero algunos especialistas indican que habrá que esperar cómodos y sentados a que eso suceda.
Tras un reciente análisis de los efectos que tuvo la rebaja tributaria, desde Fundación Mediterránea (Ieral) ponen paños fríos sobre las expectativas y advierten que, en función de lo ajustado en las cuentas nacionales, la posibilidad de nuevas rebajas son prácticamente nulas.
El economista Franco Artusso resaltó en un reciente documento que “la baja de los derechos de exportación representa una mejora concreta para el productor”, pero que aún queda un largo camino por recorrer, considerando que “los márgenes proyectados para la campaña 2025/26 se mantienen por debajo del promedio de las últimas ocho campañas y la carga tributaria seguirá siendo muy elevada”.
Sobre este tema también opinó el economista Marcelo Capello, quien resaltó que hay que mirar la incidencia que tienen las retenciones en las arcas públicas. “El superávit fiscal antes del pago de intereses de la deuda era de 1,6 puntos del PBI, mientras que las retenciones significan una recaudación equivalente a 1% del PBI, que puede llegar a los 2 puntos en años mejores”, observó.
Y aunque Capello coincide en que las retenciones con un impuesto distorsivo que debe ser eliminado completamente, asegura que es poco probable que eso pase, dado el peso que tienen sobre la recaudación y en el sostenimiento del déficit fiscal. Para que suceda se requiere de un fuerte y antipático ajuste del gasto público, mucho mayor aún al que ya se ha hecho.
“Hay que tener superávit primario para pagar los intereses de las deudas. En estas condiciones, va a costar bajar más las retenciones y lo más probable es que, en el mejor de los casos, haya a futuro nuevas reducciones graduales porque además hay otros impuestos que compiten”, dijo Capello.
Hay que recordar que, mientras el agro financia el superávit, la presión impositiva en Argentina es, junto con la de Brasil, la más alta de Latinoamérica: “En 2015 llegó a significa el 33% del PBI y actualmente ronda el 30%”, detalló el economista de Ieral, que además explicó que no sólo es elevada, sino que tiene una estructura muy distorsiva.
“Las cargas patronales son muy elevadas y desalientan el trabajo formal”, graficó.
Aunque las retenciones se suelen llevar toda la atención, el país cuenta con otros tributos que también incrementan los costos productivos. Uno de ellos, es el Impuesto al Cheque, que se aplica a los débitos y créditos bancarios que afectan a todos los rubros de la economía, y representa otro 1% del PBI.
“Los pedidos de baja y eliminación de ese tributo compiten con los reclamos de bajas de retenciones. El impuesto al cheque incentiva la informalidad de los negocios”, aseguró Capello.
Por último, el economista también retomó lo acordado en el pacto fiscal de 1992, en el que se había establecido una alícuota cero de Ingresos Brutos para el agro y la industria. “Hay muchas provincias que todavía lo cobran”, lamentó, y recordó que “afecta a la producción y al valor del producto final” ya que es acumulativo.