En el campo argentino hay una película que se repite cada dos años, pero cada vez se vuelve más difícil de mirar. Es la de las malezas resistentes y tolerantes, que avanzan sobre el mapa productivo.
La séptima edición de los mapas de Aapresid confirma lo que los productores ya sienten en los números de su bolsillo: “Más de 25,8 millones de hectáreas tienen al menos una maleza resistente o tolerante”, y lo que se ve allí es “una tendencia que desafía la sustentabilidad de los planteos agrícolas”.
En el mapa, los protagonistas ya son viejos conocidos. Rama Negra y Yuyo Colorado se coronan otra vez como las malezas dominantes, cada una presente en más de 25 millones de hectáreas. Detrás se anotan Sorgo de Alepo, Echinochloa, Eleusine y las Chlorideas, con áreas de entre 12 y 14 millones de hectáreas.
Estos nombres son viejos conocidos en el campo. Para los productores y asesores, son lotes con rindes que se achican y márgenes que se erosionan.
Según la Red de Manejo de Plagas de Aapresid (REM), la lista completa es larga y pesada. Se relevaron 34 especies, 28 resistentes y 6 tolerantes. A las ya conocidas se sumaron tres nuevas: Bassia scoparia RALS, Bassia scoparia RALS + RG y Sonchus oleraceus. Y en 13 de esas especies se pudo medir la abundancia. Esos datos son un recordatorio de cuánto condiciona la presencia de estas plantas en la ecuación económica de cualquier planteo agrícola.
Lo más alarmante no es la superficie ocupada, sino la velocidad con que algunas especies corren la frontera. Según el informe de la REM: “Conyza sp. resistente a herbicidas del grupo de los ALS fue la que presentó el mayor crecimiento geográfico por segundo año consecutivo”. A ese ritmo se sumaron Digitaria sanguinalis RG y los Nabos RALS y RG.
Cuando una maleza se mueve a esa velocidad, el costo no es solo agronómico, también lo es financiero. Más aplicaciones, más combinaciones, más dólares invertidos para intentar controlarlas.
Aparecen además las tolerantes, que durante años fueron subestimadas y hoy son parte del problema central. Commelina erecta ya cubre 11 millones de hectáreas y Borreria casi 5 millones. Son especies que no siempre se notan en las estadísticas de rendimiento, pero que obligan a reordenar manejos, rotaciones y cuentas.
El mapa interactivo completo, se puede revisar en este enlace.
Y el escenario se complica aún más cuando en un mismo lote conviven varias malezas al mismo tiempo. En palabras del informe, “cada vez se observan más solapamientos de especies resistentes y tolerantes en los mismos lotes. Las que comenzaron en el sur se diseminan hacia el norte, y viceversa, configurando escenarios de manejo más desafiantes”. Allí es donde las estrategias dejan de ser recetas simples y se transforman en decisiones que impactan directamente en los números de la campaña.
El mapa, entonces, funciona como espejo y advertencia. Cada partido o departamento queda pintado en rojo cuando la presencia está confirmada o en amarillo cuando hay sospecha. Lo que parece apenas un gráfico en pantalla son hectáreas concretas donde los productores deben redefinir su esquema de rotaciones, ensayar mezclas químicas más costosas o incorporar prácticas culturales que muchas veces no se condicen con la urgencia de los flujos de caja.
“El diagnóstico es que la foto de malezas en Argentina es cada vez más compleja”, sentencia la REM. Y esa complejidad se traduce en que controlar una maleza ya no es solo un tema técnico, sino una cuestión de márgenes: si el productor puede sostener la estrategia o si termina resignando superficie, rinde o rentabilidad.