Los nuevos “fierros”, cada vez más completos, más tecnificados y con más “chiches” ya superan tecnológicamente a los viejos tractores y cosechadoras que adornaron el paisaje del agro históricamente. Por eso, de seguro que los últimos años, para un apasionado de la maquinaria agrícola como Ricardo Martínez Peck, han sido por demás de electrizantes.
Pero el experto no deja que su asombro ante los nuevos equipos nuble su sensatez, y por eso pone paños fríos sobre lo que significan los avances tecnológicos para un sector signado de forma cíclica por los márgenes acotados, el crédito escaso -que luego se torna caro-, y las dificultades para hacer inversiones en el largo plazo.
“Si yo te quiero vender soluciones, te tengo que inventar el problema”, deslizó Ricardo, que considera que la tan mentada consigna de “renovar el parque automotor” no es en realidad una prioridad, sino un eslogan de ventas y que, antes que ello, hay aspectos mucho más urgentes por los que preocuparse en lo que respecta a la maquinaria.
¿Un apasionado de los fierros que no corre detrás de los últimos gritos del mercado? Podría ser esa una descripción precisa de Martínez Peck, que tiene una vocación de “arregla tutti” desde muy pequeño y no considera en absoluto que sea un delito estirar la vida útil de la maquinaria siempre y cuando no sea un limitante a la productividad.
“Yo creo que llevar la maquinaria hasta el final de sus días es bueno en todos los aspectos. Mientras no se restringe en nada, yo la sigo usando”, señaló, en diálogo con Bichos de Campo.
Este acérrimo defensor de la amortización en realidad tiene sus razones para serlo. No es la pasión por lo antiguo, sino, por el contrario, una estricta racionalidad ambiental y económica: a fin de cuentas, asegura, “no podemos pagar lo que no se rentabiliza”.
Por eso considera que la gran noticia de este 2025 para el sector fue la flexibilización del ingreso de maquinaria agrícola usada, una posibilidad que, fruto de los aranceles y regulaciones, no era hasta el momento posible para los productores. No significa que ahora sí lo sea plenamente, pero al menos se convierte en una opción más para barajar al momento de invertir en tecnología.
El interés de Estados Unidos y los países europeos por enviar su maquinaria usada a otros mercados responde a la baja demanda interna que tienen, fruto de un sistema de compra/alquiler -el “leasing”- que le permite a los productores renovar su parque automotor continuamente y llenar los playones de las concesionarias de usados.
“Allá podés darte el lujo de comprar chiches que no se paguen. En Argentina no”, observó Ricardo, que considera que es precisamente porque aquí la actividad no está subsidiada y no pueden contraerse enormes deudas que “estamos equilibrados” en la adopción tecnológica.
“El margen está muy justo y hay restricciones arancelarias y económicas que evitaron que nos pasemos de rosca”, agregó. Por “pasarse de rosca” léase “comprar maquinaria demasiado cara y compleja que luego no se pueda amortizar”.
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Como el sistema productivo argentino obliga a ser muy eficiente para no evitar el quebranto, en vez de usarse y desecharse de forma cíclica, o almacenarse en galpones durante meses, aquí la maquinaria debe estar operativa todo el tiempo.
Es una tarea que cubre bien el contratista, una figura que, para Martínez Peck, ha sido muy positiva porque “nos permitió sobrevivir”, teniendo en cuenta que invertir en ese capital, para luego mantenerlo, acondicionarlo y trabajar con el sólo en ciertas fechas no es en absoluto rentable para un establecimiento agropecuario convencional.
De hecho, asegura el experto, si muchos productores habían comprado fierros durante los años anteriores “fue básicamente porque tenían crédito barato y no sabían en qué gastarlo”, una tendencia que podría revertirse, pues el propio ministro de Economía, Luis Caputo, aseguró que parte de la política de “sinceramiento fiscal” es que ya no haya tasas negativas de crédito.
“Como ya no será negocio comprar maquinaria nueva, el contratista va a brillar”, evaluó, en consecuencia, el experimentado consultor.
No obstante, esta nueva oportunidad para los contratistas arrastra también un interrogante respecto a la mano de obra calificada, lo que nos lleva nuevamente al principio de la nota: el avance tecnológico que ha habido durante los últimos años.
“Hoy cualquier persona que está a bordo de un tractor moderno, una cosechadora o una picadora de forraje es como un piloto de avión”, observó Ricardo, que considera que se ha complejizado tanto el uso de la maquinaria que encontrar operadores capacitados es muy difícil. En definitiva, ya no se necesita sólo un tractorista que tenga mucho olfato y pasión, sino que también sepa cómo recopilar, procesar e interpretar toda la información que se genera sobre ruedas, un aspecto indispensable de la actividad agropecuaria hoy en día.
En ese sentido, el especialista enfatiza en que, más que preocuparse tanto por la renovación del parque automotor, antes hay que poner la lupa en lo que sucede con la mano de obra, pues “no hay dónde formarse y es difícil que a las nuevas generaciones les interese eso”, ya que es un trabajo sacrificado que se ejerce lejos de casa y necesita de mucho aprendizaje.

Pero el problema, incluso, es aún mayor. Parte del trabajo que hoy hace Ricardo es dictar módulos de capacitación preparados para egresados del colegio secundario, lo que le confirma que, antes que la falta de motivación o de interés, preocupa que los jóvenes ni siquiera egresan con los conocimientos básicos.
“Lo que más asusta es que a esos chicos les estamos robando el futuro. Es ahí donde hay que poner el acento. Si no, nos estamos disparando en los pies”, concluyó el especialista.




