Finalmente, tal como se anticipó, la campaña de trigo argentina 2023/24 fracasará debido a condiciones climáticas desfavorables combinadas con un contexto comercial poco propicio para el cereal.
Un modelo desarrollado por INTA, que muestra una estimación del nivel de agua en el suelo con respecto al máximo posible en los dos primeros metros de profundidad –el horizonte de exploración de las plantas– muestra que la situación sigue siendo dramática en la mayor parte de la zona pampeana argentina.
Las regiones que cuentan con niveles de humedad adecuados a muy buenos explican, en condiciones climáticas normales, una producción de trigo del orden de 8,0 millones de toneladas.
En 2022/23, con una situación hídrica de inicio mucho más favorable que la actual, la cosecha argentina de trigo terminó siendo de apenas 12,4 millones de toneladas, según datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
El hecho de que vastas regiones puedan quedar este año sin sembrar plantea un escenario por demás complejo para las empresas localizadas en las regiones afectadas por déficits hídricos, las cuales –luego del desastre climático de 2022/23– proyectaban meses atrás la posibilidad de una restauración de los niveles de humedad para poder sembrar cereales y disponer de un ingreso genuino a fines del presente año.
La última oportunidad de recomposición hídrica en algunas sectores de las zonas afectadas podría presentarse en el último tramo del presente mes de mayo, aunque la realidad que, ya sobre la fecha, la mayor parte de los productores abandonaron los planes de siembra.
Sucede que el factor climático no es el único componente que plantea un negocio riesgoso, dado que el valor de los fertilizantes viene en aumento en línea con precios esperados a cosecha con tendencia decreciente.
La incertidumbre económica y política presente en la Argentina tampoco ayuda, dado que la cosecha de trigo coincidirá con el cambio de gobierno nacional.