Si bien la sequía presente en la actual campaña 2022/23 constituye un problema generalizado en la mayor parte de las regiones productivas, existe una zona que, además de encontrarse en situación crítica, va camino a experimentar un desastre.
Se trata de una porción considerable de la zona norte de la región pampeana, que abarca gran parte del norte bonaerense, sur-centro de Santa Fe y Entre Ríos.
Hasta el próximo 12 de febrero los modelos predictivos del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) no proyectan precipitaciones importantes en esas regiones, mientras que a partir del 13 el régimen de lluvias mejoraría, pero seguiría muy por debajo de los milímetros necesarios que demandan por los cultivos de maíz y soja de segunda siembra.
El problema es doble porque en muchas localidades de las zonas afectadas se abonan los arrendamientos agrícolas más onerosos del país, con lo cual el drama de las pérdidas que vienen en camino será grave para muchas empresas y las comunidades en las cuales se desenvuelven.
Si bien las lluvias ocurridas en las últimas jornadas trajeron algo de alivio, el déficit de arrastre es tan grande que se necesitan aportes muy voluminosos de agua para poder garantizar un rendimiento aceptable de soja y maíz tardío.
Un aspecto relevante es que en esta campaña la disparidad de fechas de siembra de cultivos tardíos, con una o hasta dos resiembras, es tan grande en el norte de la zona pampeana que no será fácil poder realizar pronósticos de cosecha (especialmente en el caso del maíz, dado que la mayor parte de la oferta en 2022/23 corresponderá a la “segunda tanda”).
La pérdida productiva en las zonas afectadas representará este un año desafío económico y logístico para las empresas que dependen de la producción regional de granos, como es el caso del sector avícola en Entre Ríos y el norte de Buenos Aires.
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