En un vivero ubicado en el campus de la Universidad de San Pablo, en la provincia de Tucumán, un universo de diez mil plantines alimenta una ilusión que Argentina nunca pudo concretar: la de producir café a gran escala.
Los tutores de esos materiales fitogenéticos son un grupo de investigadores nucleados en el Centro Integral de Biotecnología Aplicada (CIBA), que comandados por su director, Federico Pérez Zamora, recuperaron 11 plantas de café de una vieja experiencia fallida y armaron la primera colección de aquel cultivo tropical.
“Arrancamos rescatando algunas plantas que habían quedado de un emprendimiento realizado en un campo en Caspi Chango, allá por 1982. Ese intento quedó en el camino porque aparentemente la forma en que lo plantaron fue muy ambiciosa. Creyendo en la benevolencia de nuestro clima, una helada tiró por tierra todo y de ahí nunca más se habló. Pero quedó alguna planta dando vueltas y en 2019 decidimos hacer una colección para empezar a mirarla y hacer algunos ajustes agronómicos”, contó Zamora a Bichos de Campo, durante una visita a ese predio.
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Como parte del Instituto de Desarrollo e Innovación Tecnológica para la Competitividad Territorial de aquella Universidad, el CIBA –montado con el apoyo del Grupo Los Balcanes- no se enfoca sólo en la investigación de la genética y las distintas variedades de caña de azúcar, sino en algo con un alcance más amplio y de tintes sociales. Por eso se interesó por la probable incorporación del café a la paleta de cultivos de la provincia.
“Ya veníamos viendo que la citricultura venía en descenso y que hacía falta ir generando alternativas para que los citricultores quieran empezar a encontrar otra actividad. Ahí fue que empezamos a hacer estos ajustes. Plantamos en 2019 y cosechamos en 2020, 2021, 2022 y 2023”, señaló el director.
Con eso en mente, el primer capítulo de este proyecto consistió en la aclimatación de las plantas al lugar, que luego formaron parte de distintos ensayos para estudiar tanto su genética como distintas estrategias de fertilización.
“Todo era café importado. Algunos eran de origen brasileño y otros de origen boliviano. Pero en todos los casos eran de la especie arábiga, que es distinta a la especie robusta que producen al norte de Brasil. Es un café de menor producción pero de mayor calidad”, explicó Zamora.
El segundo capítulo consistió en analizar el derrame social que esta producción tendría, de afianzarse en la provincia.
“En el 82, cuando se hicieron estas primeras experiencias de plantación, no había en Tucumán desarrollado un clúster del arándano. Es decir, no había una mano de obra desarrollada y capacitada para cosechar un fruto como el del café, que se cosecha cereza por cereza. Pero en el camino apareció esta zona arandanera, de donde sale el arándano primicia que va a Estados Unidos, y se desarrollo una mano de obra importante”, señaló el investigador.
“La época de cosecha de café es desde julio o agosto, y no compite con el arándano que empieza a finales de septiembre. O sea que tendría el efecto social de tener una fuente más de mano de obra. Ahora también se está empezando a desarrollar una zona productora de frutas finas como frambuesa y zarzamora, que está en plena cosecha en diciembre. De golpe la bandeja de meses con disponibilidad para la mano de obra local es mayor”, añadió a continuación.
Y la experiencia ya parece estar dando sus frutos, porque algunos productores están comenzando a probar con plantines del vivero. Esta experiencia se encuentra también apalancada por el Instituto de Desarrollo Productivo de Tucumán, que está impulsando que los agricultores trabajen en conjunto, compartiendo tecnología e información.
“De aquí hasta que Tucumán se instale como una zona productora, aunque sea para autoabastecerse de café tirado que es el café de bar, pasarán unos años. Pero hay que trabajarlo porque es posible. Es un café rico, agradable. Lógicamente luego hay que desarrollar la parte de post cosecha. Primero tenemos que tener el café”, afirmó Zamora.
Y adelantó: “Ya estamos viendo en el CIBA de tener la primera planta de despulpado y secado, porque para los productores que tengan de 50 a 100 plantas no se justifica tener una planta. Queremos ver de hacer un emprendimiento para ofrecer ese servicio”.