El retroceso de la participación europea en el comercio exterior argentino ha sido tal, que en 2025 alcanzó el mínimo histórico de los últimos 35 años. En efecto, ese bloque de 27 países es hoy el destino de apenas el 9,8% de las exportaciones de nuestro país, cuando, hace 3 décadas atrás, se enviaba allí no menos de una tercera parte de las ventas totales.
Del mismo modo, de enero a octubre de este año el 13,7% de las importaciones traídas al país tuvieron como origen a ese bloque, lo que significa la segunda marca más baja desde los años noventa, sólo superada por las cifras de 2022.
Esa “involución” en términos comerciales está signada por varios factores. Entre ellos, la reconfiguración de la demanda del viejo continente, el ingreso de nuevas potencias -sobre todo en el sudeste asiático- que los últimos años se han convertido en los compradores favoritos de la producción nacional.
En un mapa muy distinto al de hace varios años atrás, sobresalta la baja injerencia de los biocombustibles, la importancia de la inversión extranjera directa y crecen las expectativas por lo que podría significar la firma del demorado acuerdo comercial entre ambos bloques.

Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), en lo que va del 2025 la participación de la Unión Europea en el comercio externo argentino toca su piso histórico.
Del total de lo exportado a los 27 países que lo componen, 42% corresponde al complejo soja, 9% al pesquero, 8% al del maní y 7% a las carnes, cueros y lácteos bovinos. Del total de las exportaciones frutícolas argentinas, sólo un 5% se vende al viejo continente, un volumen que de todos modos supera, por ejemplo, al sector petroquímico (4%).

No es menor esta última mención, pues la entidad rosarina señala que “el desempeño exportador del biodiesel argentino a la UE se encuentra en mínimos de más de una década”. De las 1,1 millones de toneladas anuales en promedio vendidas entre 2012 y 2022 -valuadas en más de 1000 millones de dólares-, desde 2023 en adelante no lograron superarse las 400.000.
Este año fue aún peor, con sólo 240.000 toneladas exportadas durante los primeros 10 meses, una venta que significó apenas el ingreso de 284 millones de dólares. “Esto ha colaborado a que en los últimos ocho años Argentina haya tenido la mayor merma de producción de biodiesel a nivel mundial”, explicaron desde la Bolsa de Comercio.

En promedio, 85% de las exportaciones argentinas a la Unión Europea son productos de las cadenas agroindustriales. Entre ellas, se destaca la harina de soja, una venta que, en línea con la tendencia observada durante las últimas décadas, pasó de representar más del 50% a principios de siglo, hacia el 40% a mediados de la década del 2010 y en las últimas campañas por debajo del 30% del total exportado por el país.
Los máximos en las importaciones del bloque europeo se ubican en las campañas 2010/11 y 2014/15, cuando superó los 10 millones de toneladas de de harina y pellets de soja. En los últimos años, ese volumen promedia un 20% menos, alrededor de las 8 Mt.
Parte de esa tendencia, sin embargo, podría reconfigurarse a partir de la firma del tan ansiado acuerdo Mercosur-UE, el más importante en términos de libre mercado entre dos bloques regionales y que permitiría a Argentina recuperar terreno en un mercado que en otra época constituía la base de su mapa comercial.
Durante la última reunión de la COP, mandatarios de un lado y el otro del Atlántico continuaron con sus acercamientos para acelerar el trámite, aunque por el momento no hay una fecha firme para que oficialmente comience a regir.
“De aplicarse, espera tener un interesante impacto sobre el complejo soja argentino”, aseguran desde la entidad rosarina. Asimismo, si se cumple con la rebaja de aranceles y el establecimiento de nuevas cuotas de exportación, otros sectores clave del agro nacional, como carnes, lácteos, cereales, arroz, miel o ajo, se verían motorizados por el acuerdo.
En contrapartida, es también destacable que del total de la Inversión Extranjera Directa (IED) que Argentina recibe, un 40% corresponde enteramente al bloque europeo, lo que sin dudas lo convierte en el principal inversor en el país, con España, Francia y Alemania como protagonistas. La consolidación del compromiso bilateral traería bajo el brazo nuevas oportunidades en ese sentido.
Sin embargo, aún la viabilidad del acuerdo está supeditada a lo que se decida en el viejo continente. Semanas atrás, de hecho, Francia advirtió que, por temor a la represalia de sus propios productores -que alegan verse perjudicados por el ingreso de alimentos del Mercosur- no descarta la idea de aplicar “salvaguardias”.
En resumidas cuentas, lo que propone es un listado de 23 productos sensibles -entre los que se cuentan la carne vacuna y la porcina, tanto fresca como congelada, los pollos, el biodiésel, el etanol, el azúcar, los huevos y hasta el ron-, que, en caso de verse afectados negativamente por las importaciones, se permitiría una suspensión del acceso preferencial a los envíos del otro lado del Atlántico.
Se trata de una enmienda que no está contemplada en el proyecto original y que puso en alerta a todo el sector agropecuario en Argentina, desde donde esperan que esta novedad inesperada no trabe aún más las negociaciones en curso.




