Miguel Cané es productor de trigo, y por eso llegó ahora a conducir la asociación de ese cereal, llamada Argentrigo, que nuclea a todos los eslabones de ese negocio. El sector debería estar saltando en una pata y la Argentina también: por distintos factores -a los que el último mes se ha sumado el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania- los precios del trigo han alcanzado niveles pocas veces vistos. Eso, para un país exportador es como maná que cae del cielo. Y la Argentina está entre los pocos países del mundo a los que les sobra trigo.
Pero todo es preocupación y nadie festeja. Esta entrevista de Bichos de Campo a Miguel Cané sucedió en los pasillos de la reciente Expoagro, durante la tradicional conferencia de prensa que brindan las cuatro entidades de cadena (además de Argentrigo están Acsoja, Maizar y Asagir). Fue hace diez días. Los dirigentes de todas esas cadenas estaban preocupados por los rumores de intervención en los mercados agrícolas y le pedían al gobierno que genere certidumbre para poder potenciar la producción local de todos esos granos y aprovechar el buen clima internacional de negocios, capturando los altos precios.
En los últimos días no sucedió eso sino todo lo contrario: el Poder Ejecutivo primero detuvo las exportaciones de harina y aceite de soja, luego les subió dos puntos las retenciones a esos productos (hasta el tope máximo de 33%) y más adelante anunció la creación de un fideicomiso para compensar el valor del trigo del mercado interno. El escenario era diametralmente opuesto al que reclamaban las cuatro cadenas agrícolas.
El encanto de esta entrevista con Cané, que representa justamente a la cadena triguera, es que a dos meses del inicio de la nueva siembra de ese cereal, el dirigente traza dos panoramas posibles de la reacción de los productores ante los posibles escenarios que se barajaban. Cané vaticinaba que a menor intervención del gobierno habría una mayor siembra y se podrían generar más divisas. Pero a la vez advertía que, al contrario, si el Estado seguía metiendo mano en el mercado, lo que seguramente sucedería es que los productores no siembren todo el trigo posible y la Argentina vuelva a desaprovechar la posibilidad de patear la pelota ubicada justo abajo de los tres palos.
Mirá la entrevista a Miguel Cané:
Los números estimativos que manejaba Cané es que una u otra definición tomada por el gobierno podría alterar los números de exportaciones de manera notable cuando llegue el verano de 2023 y se coseche el trigo nuevo.
El razonamiento era -obviamente a grandes trazos-, que la Argentina venía de sembrar unas 7 millones de hectáreas de trigo en la campaña 2021/22 (cosechada este último verano), que arrojó una producción récord de 22 millones de toneladas debido no solo al buen clima sino también a que, por la relación de precios, fue conveniente aplicar mucha tecnología, es especial fertilizantes, sobre los cultivos. Esta gran producción dejó al país (que consume 7 millones de toneladas de trigo anuales) con un saldo exportable de 14,5 millones, que ya se había colocado en el mundo antes dle inicio del conflicto.
¿Y qué puede suceder en la próxima temporada según Cané? El camino optimista era que el gobierno no interviniese en el mercado triguero, como finalmente sucedió, y los productores se lanzaran a una siembra masiva del cereal motivados por los altísimos precios que se presentan luego de que estallara el conflicto entre Rusia y Ucrania.
Con el trigo a 400/500 dólares en el mundo (300 dólares para los chacareros locales), consideró el presidente de Argentrigo, no sería descabellado pensar en la siembra de 8 millones de hectáreas el próximo invierno, que con buenas dosis de fertilización hubieran arrojado una producción cercana a 27 millones de toneladas. Como el consumo interno se mantienen inalterable, el saldo exportable hubiera crecido a 20 millones de toneladas, y las divisas posibles de obtener llegarían a los 9.000 millones de dólares.
Pero el gobierno intervino, y lo más probable -a juicio de Cané- es que los productores hagan un cálculo cauteloso y conservador de cara a la nueva siembra. En esta ecuación la superficie con trigo podría retroceder a 6 millones de hectáreas, los rendimientos serían mediocres porque se aplicaría una fertilización muy ajustada, y la cosecha estaría más cerca de las 17/18 millones de toneladas.
El saldo exportable para 2023 sería entonces de solo 10 millones de toneladas (que es el mismo cupo que habilitó ahora el Ministerio de Agricultura), y las divisas obtenidas por la Argentina caerían a un rango aproximado de 4.000 millones de dólares. Y la Argentina habrá perdido la posibilidad de facturar unos 5.000 millones de dólares adicionales por la falta de señales y gestos claros hacia sus productores.