“Siempre que íbamos de chicos, lo más divertido eran las vacas”, recuerda Pablo Bourlot (48), economista. “Por eso 20 años atrás, cuando un arrendatario dejó el campo familiar y mi abuela Adela me lo ofreció para que yo pudiera comenzar una actividad agropecuaria, me gustó la idea y, luego de investigar bastante, decidí iniciar una cabaña Limangus”.
El campo se ubica en Urdinarrain, Entre Ríos, y la familia lo alquilaba a los colonos de la zona para que hicieran agricultura y solamente las hectáreas no arrendadas estaban destinadas a la cría de animales y con sistema extensivo, como ocurre con la mayoría de los planteos ganaderos de la zona. La noticia le llegó a Pablo cuando estaba estudiando en Buenos Aires y quizás debido a su juventud y, sobre todo al hecho de no provenir de familia “con tradición ganadera o criadora de determinada raza” (como él dice) es que tuvo la libertad suficiente para hacer su propia evaluación y tomar las decisiones que creía convenientes. Y por eso hoy hace ganadería regenerativa y pertenece al Nodo Alianzas de Bio Regeneración, integrante de la Red de Ovis 21, empresa de clase B que promueve la ganadería holística.
“Me siento un afortunado por no haber tenido un mandato que, muchas veces, es el principal motivo para no innovar ni cambiar ningún paradigma existente”, reflexiona. “Yo sabía que quería hacer ganadería, sabía que quería tener una cabaña y, luego al conocer la raza, sabía que el Limangus iba a tener mucho que aportar en nuestra zona”.
Pablo cuenta que una vez tomada la decisión comenzaron, también, las primeras contradicciones: él “pretendía” criar animales a pasto y capaces de ser funcionales en cualquier ambiente de la zona de influencia en la que les tocara trabajar, pero los otros ganaderos le decían que, para tener éxito los tenía que suplementar con granos. Así fue como, averiguando, conoció el curso de Manejo Holístico y ganadería regenerativa y allí encontró un montón de productores y cabañeros que ya estaban trabajando con manejos pastoriles y otra mentalidad.
“La producción de mayor pasto a partir del pastoreo planificado me permitió disminuir o eliminar en algunas ocasiones el aporte de rollos o suplementación a grano. Desde ese punto de vista, tuve una mejora notable en la rentabilidad (del orden del 40% anual hasta el momento) dado que el gasto en insumos disminuyó considerablemente”, resalta. “Y esperamos seguir mejorando esa ecuación dado que -año a año- nuestra producción de pasto aumenta, lo que nos permitirá eliminar completamente la dependencia de rollos en invierno”.
Con respecto a este tema, Pablo explica que ya no aplican medicamentos de forma preventiva a todo el rodeo, sino que solo tratan al animal afectado. Tampoco desparasitan más de forma masiva en categorías adultas ni aplican productos contra la mosca de los cuernos, ni engordan a granos los toros, así que, cuando se cuantifica todo esto, se produce un ahorro muy significativo en la explotación a la vez que el manejo se simplifica muchísimo. “Si a eso le sumamos que, a partir de la regeneración de nuestros suelos, desaparece la necesidad de implantar pasturas de forma constante y ya no se aplican ni herbicidas ni fertilizantes, nadie puede dudar que es un círculo virtuoso en nuestra rentabilidad”.
“A partir de dejar de ser intensivos en la utilización de insumos, noté que mi ecuación económica al fin de la temporada mejoraba de forma notoria porque los ganaderos (incluso los cabañeros) somos en cierta forma tomadores de precios, es decir, es el mercado el que nos define el valor de nuestros productos, con independencia de cual fue el costo de producción de ese animal (con los reproductores esto tiene ciertas salvedades, pero, en esencia, funciona así). Entonces los vendedores que ya vienen con toda esa mochila de gastos derivadas de la intensificación, a cada venta u operación la conciben como al `todo o nada`. Pero de esta manera, cuanto más pastoril, más en armonía con la naturaleza, cuanto más rústicos y adaptados sean nuestros animales, menor será su costo de producción y mayor el resultado posterior obtenido por los compradores, porque son animales acostumbrados a funcionar a pasto”.
Además de lo positivo en lo económico la ganadería holística le ha traído otros beneficios, por ejemplo con el personal, con quien han logrado un buen nivel de armonía que proviene de una mejor planificación y también con los clientes, porque dado que el 90% de las ventas son “a campo”, esto permite conocerse personalmente y compartir visiones y experiencias. Lo mismo ocurre con los proveedores, porque saben que son un eslabón estratégico dentro de un sistema que comienza a funcionar de otra manera.
Con respecto a la elección del Limangus, Pablo explica: “Comenzar una cabaña era algo que yo `sentía’ hacer: es más dinámico que la cría tradicional y, haciendo las cosas bien, hay mucho que aportarle a los productores ganaderos. La raza llega de la mano de un tío (Silvio Tommasi) que es muy innovador y permanentemente está procurando avanzar en una mayor producción de carne con animales adaptados y funcionales. De modo que recorrí las principales cabañas del país adquiriendo esa genética y luego fui, mediante una selección muy fuerte, adaptando la raza a las condiciones de nuestra zona”.
Más allá de las cuestiones técnicas un planteo holístico también hace que el productor se cuestiones ciertas tradiciones del sector, como aquello de engordar los toros para un evento de remate. Y Pablo llegó a la conclusión de que era un “sinsentido”: “Este manejo requiere definir un contexto, que es particular para cada uno de nosotros y, básicamente, consiste en preguntarnos qué queremos hacer y cómo lo queremos hacer”, describe. “Yo siempre digo que lo mejor para definir ese contexto es ‘escuchar a nuestras tripas`, porque es la manera más genuina y fácil de ir disfrutando mientras avanzamos en nuestros objetivos. Una vez participé de una jornada en donde el expositor resumió una cuestión con la frase `En definitiva, yo soy lo que hago’ y reformulada esa misma frase, me sirvió para preguntarme ‘¿Quién estoy siendo, mientras estoy haciendo?’ Y permanentemente hago el chequeo de mis decisiones contra este interrogante”.
“Dentro de la actividad de cabañero yo me negaba al hecho que para poder vender toros y no fracasar debía ‘prepararlos’ para el día del remate o de la venta, es decir, alimentarlos con granos para hacerlos engordar entre 120 y 150 kilos extra en relación a su peso natural a pasto, ¡lo cual es absurdo dado que luego el comprador tiene que hacerle perder esos kilos para que efectivamente pueda entrar en servicio! Además, la tradición te obliga a cortarles el pelo, peinarlos y comenzar desde ese momento a resolver problemas que se generan en las pezuñas debido a esa alimentación excesiva y que suelen durarle toda la vida”.
“Analizando todo este escenario yo me preguntaba que tenía que ver todo eso con el ‘ día después’ del remate, donde ese toro se suponía que tenía que ir a un campo desconocido a comenzar su vida productiva. Esa preparación no se relacionaba con todos los atributos que para ese mismo toro se promocionaban, tales como ser rústico, funcional, de bajos requerimientos, etc. Y así es como un día me dije que esa forma de preparación no es lo que yo quiero para mis animales ni la que los productores necesitan en sus campos, y no lo hice más. Yo produzco aproximadamente entre 50 y 70 toros por año y siempre he vendido toda la producción a los precios pretendidos. Nuestros clientes nos vuelven a comprar, nos recomiendan y se va formando una comunidad de productores que empezamos a mirar las cosas de manera distinta”.
En coherencia con el pensamiento holístico del planteo ganadero, al momento de pensar en cómo obtener energía para las bombas de agua y para la casa del encargado, en vez de hacer lo típico (pedir el tendido eléctrico) optaron por un sistema de energía solar y eólica, al saber que los días nublados suelen ser ventosos. Este sistema, además, tiene en cuenta la famosa “huella de carbono” (las emisiones que se generan con las actividades).
-A pesar de que la ganadería regenerativa demuestra que funciona aún hay mucho escepticismo. ¿A qué lo atribuye?
-Principalmente al temor natural que nos producen los cambios o lo desconocido. Como siempre digo, para comenzar a avanzar en estos nuevos paradigmas hace falta una actitud de humildad muy grande: tenemos que estar dispuestos a “desaprender” muchas de las cosas que traemos como dogmas para pasar a una actitud de aprendizaje y de siempre tener en cuenta que “podemos estar equivocados”. Por otra parte, hay que dejar de lado el pensamiento lineal, para tratar de comenzar a comprender los procesos de la naturaleza y los procesos biológicos que siempre son más complejos y largos que, por ejemplo, una receta de aplicación química ante una maleza.
-¿Qué le dicen otros productores de Limangus con respecto a su forma de producir?
-Siempre he recibido consultas respetuosas o con cierta curiosidad también por esto de ser una cabaña y además pretender ser “pastoril” y además pretender ser “regenerativo”. Cada vez que charlamos estos temas surge el debate acerca de lo que mencioné anteriormente acerca de que todo el agregado que se concibe como “preparación” para un remate o una exposición es absolutamente superfluo (o en algunos casos, incluso, contraproducente) para la vida de trabajo y funcionalidad que posteriormente se espera que tengan esos animales en el campo. Pero, volviendo a los otros criadores, respeto mucho todo el trabajo de selección que se ha hecho, la raza es excelente, está actualmente en su mejor momento y -en definitiva- lo que estoy demostrando yo con mi planteo es que el Limangus puede adaptarse a condiciones 100% pastoriles, regenerar suelos y mantener intacta su productividad.
Excelente, felicitaciones por todo ese trabajo, innovación, convicción, aportes al rubro, y gran dedicación.
Ese es el camino y demostró el rendimiento real y no lo supuesto y superficial.