Emprender nuevos negocios a veces sólo requiere de agallas, y por suerte al cordobés Luis Alberto Miretti no le faltaron. Cuando decidió mudar su producción desde la localidad de Luque, en la provincia de Córdoba, hacia la geografía inexplorada de Quimilí, en Santiago del Estero, sus hijos pensaron que estaba loco.
¿Pero era locura o determinación bien plantada? Con el diario del lunes, la aventura de los Miretti se ve cristalizada en una gran empresas agropecuaria de éxito, como es Agrolam, que incluso con el paso de los años logró comprar nada menos que la Cabaña Pilagá, que es reconocida y celebrada a nivel mundial.
Las ganas de Luis Alberto de fugar hacia el norte nacieron en el siglo pasado. Incluso antes de la explosión de la soja este empresario -que había hecho cierta fortuna fabricando galletitas en Luque- veía que la gran fragmentación de las propiedades rurales en Córdoba era un límite para tener la escala productiva adecuada, una suerte de cepo al crecimiento de las empresas agropecuarias. De allí que decidió pegar el gran salto hacia el norte, que conocía bien porque lo había recorrido todo vendiendo galletitas. Agrolam (nombre que conjuga la palabra agro con las iniciales de Luis Alberto Miretti y las de su esposa Lucía Adelina Marro) debía mudarse.
“Papi veía que el sector agrícola era como una empresa sin futuro. Con esa visión fue que empezó a buscar campo y en 1999 pisamos por primera vez Quimilí. Yo tenía 26 años. Decía que estaba loco porque el camino que teníamos para llegar los últimos 300 kilómetros de Córdoba hacia acá, estaba detonado. Le poníamos más de seis horas para llegar. Pero él veía que se podían hacer cosas, veía la posibilidad de crecimiento”, relató Pablo Miretti, el gerente de producción y uno de los directores de Agrolam.
Se trata de uno de los empresarios agrícolas más importantes de la región y hasta del país, pero todavía conserva como uno de los grandes logros de su vida haber jugado al fútbol profesionalmente en River Plate, como ahora ha comenzado a hacer uno de sus hijos.
La apuesta de Miretti padre fue osada y a gran escala. Adquirió dos campos de 7000 y 6600 hectáreas respectivamente, que entre los años 2000 y 2010 hubo que rearmar por completo. Y aunque para ese entonces la zona contaba con otros emprendimientos agropecuarios, lo cierto es que todo ese trabajo se vivió casi como un proceso de colonización en la modernidad.
En diálogo con Bichos de Campo, Pablo recordó que fue necesario realizar desmontes específicos, limpiar zonas vírgenes y diseñar una zona funcional, siempre dentro de los parámetros de conservar la mayor sustentabilidad posible. Tal es así que los postes obtenidos del campo sirvieron para construir 700 kilómetros de alambrado, además de corrales y callejones para hacer transitar a la hacienda.
Una de las particularidades de los primeros años de Agrolam es que la empresa se abocó a hacer ganadería y agricultura al mismo tiempo, aún cuando no existían todavía muchas de las semillas y las herramientas biotecnológicas con las que se cuenta hoy.
“Mi viejo nos puso como énfasis que tuviéramos los huevos en distintas canastas. Sí mutamos y fuimos buscando otras alternativas. Estos campos son mucho mejores para la recría y la agricultura, y la cría la llevamos a Corrientes, por ejemplo. Agrolam mantuvo esa postura de tener el 50% y el 50%” entre la agricultura y la ganadería, señaló Miretti.
En materia ganadera, y como muchos otros productores del norte, hubo una apuesta firma a la introducción del gatton panic, o “la soja de la ganadería” según la calificó el cordobés. “Esa pastura mega térmica era una bendición porque nos permitía pasar prácticamente seis o siete meses con forrajes de ganancias diarias muy buenas. Lo que buscábamos en la empresa era un equilibrio, no jugársela para la agricultura únicamente porque tampoco estaba el avance biotecnológico que hay hoy”, dijo el empresario.
El espíritu colonizador de muchos productores que llegaron a esta zona del este de Santiago del Estero replicó en la creación de distintos grupos hasta entonces inexistentes en Quimilí. En 2007 se creó el primero grupo CREA de la región, que englobaba a productores de distintos departamentos de la provincia. El intercambio de experiencias fue determinante para que hoy allí los rendimientos ganaderos y los agrícolas no tengan nada que envidiarle a los de la pampa húmeda.
“Creo que se hizo una simbiosis muy buena donde todos aportábamos lo propio, y creo que la zona a partir de ese momento empezó a tener mucha más información, mucho mayor conocimiento: la fecha de siembra, el manejo de la pastura, el manejo de la siembra, el manejo del renoval, el paso de la cría a la recia, de la recría a la terminación”, comentó Miretti.
Mirá la entrevista a Pablo Miretti:
En 2013 este grupo empresario cordobés adquirió nada menos que la histórica marca Pilagá, fundada en 1867 y que para ese entonces pertenecía a capitales brasileños. Fue junto a un socio al que luego le compraron su parte, que ahora Pablo prefiere no mencionar porque le hizo pasar un mal trago (el ex presidente de la Rural de Jesús María, Luis Magliano, procesado por estafas). Como sea, la operación catapultó a los Miretti al podio entre las mejores cabañas del país. En el mundo ganadero todos saben lo que significa Pilagá, especialmente para la raza Braford. Cuando Bichos de Campo visitó la estancia Los Puestos, cercana a Quimilí, habían pasado unas horas apenas desde que la cabaña obtuviera el premio al Gran Campeón Mundial por un toro llamado “Payasero” que ya se había impuesto a nivel local.
“Fue un mimo más. Son logros que nos ayudan a seguir creciendo y apostando a la ganadería. Somos unos convencidos de que esta producción mixta tiene que quedar. Ojalá que todas las políticas sean claras para mantenerla. Estamos en un polo productivo muy importante del país”, resaltó el cordobés.
Para Pablo Miretti, este proceso de colonización está muy lejos de concluir pues hace falta sobre todo que el impetú de las empresas agrícolas que se instalaron en la zona se traduzca en mayor desarrollo para la región, con salud, educación e infraestructura de mejor calidad.
“En la conciencia del santiagueño no se conoce la realidad productiva. Estamos en el departamento de Moreno, que es el cuarto a nivel nacional en producción de maíz y el quinto en soja. Te da bronca porque te ponen un cartelito como productor de los que desmontamos y en realidad lo que se ha generado acá -los que hemos visto Quimilí, los que vinieron con la colonización grande desde Buenos Aires entre el 70’ y el 77’ y aquellos que vinieron a partir del 97’ y 98’- es una transformación increíble en esta zona”, explicó.
-Hay colonizaciones buenas y malas, ¿vos te sentís orgulloso de la que protagonizaste?- le preguntamos.
-Totalmente. Y lo veo en la gente que trabaja con nosotros, en el vínculo que tenemos con la sociedad y en el progreso que vemos en el pueblo. Obviamente que quisiéramos que fuera más rápido, pero creo que hemos estado en estos últimos 20 años en un progreso de toda la zona. El gran desafío que tenemos por delante es preparar el recurso humano. Hoy la zona no está a la altura del requerimiento que necesitan las empresas. Creo que ahí hay que trabajar con las asociaciones, con el gobierno, profesionalizando la facultad agropecuaria de Santiago del estero y de Chaco, para que estén a la altura del salto que se viene para los próximos 20 años.
-¿Santiago del estero sigue siendo tierra de aventuras?
-Por supuesto, las oportunidades están. Aquellas producciones que quieran venir tienen que tener la cabeza en alto y los objetivos claros.