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Siendo niña, Graciela Leguizamón vio trabajar al famoso doctor Ochoa en las salinas: Quiso seguir sus pasos y llegó a ser la directora del flamante INTA de Quimilí

Esteban “El Colorado” López por Esteban “El Colorado” López
14 enero, 2022

En la pujante zona este de Santiago del Estero, donde en las últimas dos décadas explotaron la ganadería y la agricultura, se creó en 2016 la Experimental Agropecuaria de INTA Quimilí, sobre la ruta provincial 6, que va hacia Otumpa, en el kilómetro 14,6. Se trata de la más nueva de las estaciones de ese organismo.

La historia de su primera directora es bastante particular y merece ser contada. La ingeniera agrónoma Graciela Del Valle Leguizamón nació en la ciudad de Morón, pero se crió en el campo santiagueño, en San Gregorio, a 38 kilómetros al sur de Loreto, a la entrada de las salinas. Era una región de campesinos donde su abuelo ya tenía un cerco con regueras, sembraba alfalfa y producía semillas. “De ahí salen las mejores, porque no crecen malezas”, dice ella.

Junto a su padre y su madre, ella se sumó a continuar el trabajo de su abuelo en las tareas rurales, porque también criaban ovejas, vacas, cabras y caballos, además de cultivar hortalizas. Recuerda que de a pie, de a caballo o en sulky, hacía 3 kilómetros para ir a la escuela. 

Cuando ella tenía apenas 7 años, su padre hizo “dedo” y lo levantó un ingeniero del INTA. Era el renombrado Luis Horacio Ochoa, investigador del semiárido salino que, cuando se enteró de que su familia sembraba alfalfa, le pidió ir a conocer su producción. Ochoa comenzó a ir con frecuencia al campo de los Leguizamón, en busca de las “xylocopa”, las abejas polinizadoras de la alfalfa que estaba investigando. Graciela quedó fascinada con la personalidad de Ochoa, al punto de que pensó: “Cuando yo sea grande, quiero ser como él”.

Pasaron los años y se recibió de ingeniera agrónoma y además hoy es doctora en alimentos. El ingeniero Jorge Palacios -uno de los mentores de la citricultura tucumana- fue otro gran modelo, que la llevó a especializarse en fruticultura. Luego, también se especializó en maíz. 

Por esas vueltas de la vida, Graciela hoy comparte una cátedra junto a la ingeniera Judith Ochoa, hija de su primer gran referente.

La directora del INTA Quimilí señala que desde chica se destacó en los estudios, pero que todos sus logros fueron gracias a que siempre fue becada. De modo que hoy insiste en que no hay que perder la esperanza porque siempre hay posibilidades para superarse, cuando se viene de un modesto hogar.

Con Graciela hablamos largo y tendido sobre la realidad agropecuaria de esta región: 

 Graciela aclara que le fue duro conseguir su primer trabajo, aunque se siente agradecida con quienes le dieron una oportunidad en su vida. “El Doctor Sergio Uhart me llevó en 2010 a trabajar en Dow AgroSciencies Argentina S.A. y provocó un cambio enorme en mi vida. Esto me permitió luego concursar para dirigir el INTA Quimilí. Elegí esta nueva experimental porque es un desafío, ya que tiene un potencial para algo muy grande y aquí aún falta mucho desarrollo”, asegura.

Trabajó varios años en el ámbito privado y reconoce que eso le dio una gran experiencia. Además, se especializó en gestión y recursos humanos. Hoy, Graciela sentencia: “Algunos dudaban de si podría ser una mujer para el puesto de directora del INTA Quimilí, y yo les demostré que sí, que una mujer podía”.  

Le preguntamos: 

-¿Usted dirige un INTA nuevo en una zona del país que experimenta una revolución agraria en lo tecnológico, pero sostiene que falta desarrollo? ¿Qué falta? 

-Falta que las ciudades acompañen a este gran desarrollo del agro santiagueño. Que lo estatal y público acompañe al crecimiento privado con alianzas fuertes. Desarrollando el sistema energético y sanitario (agua y hospitales), escuelas que capaciten a la población para satisfacer las nuevas necesidades, conectividad, mejor infraestructura de caminos. Porque si no, los empresarios que vienen de Córdoba o Santa Fe o Buenos Aires, no logran traer a sus familias y asentarse, y hasta nuestros técnicos y profesionales vienen por cuatro o cinco años y se van. Esta región consta de 7.300.000 hectáreas y no creo que lleguemos a 200.000 habitantes. A todo esto lo hablamos siempre con los ministros.

-Hay productores grandes que llegan de otras provincias. ¿Pero cómo es el perfil de productores que atiende el INTA?  

-En esta región trabajamos con productores que o apenas subsisten o están muy arriba, pero a muchos de estos últimos les preocupa que se genere ese otro desarrollo. Aquí en el Este de Santiago no debería hambre, porque todo el mundo tiene espacio para producir sus alimentos y hay suelos de gran aptitud porque llueven 850 milímetros por año. En la campaña de 2021 nuestra provincia cosechó el 10% del maíz que produce el país. Una provincia que produce tanto, debe desarrollarse también, para que muchos productores se radiquen y eso haga la diferencia. 

-¿Es decir que el fuerte crecimiento agrícola no derrama como se necesita?

-Otro tema es que si el salario no mejora acompañando al crecimiento, nos será muy difícil lograr un desarrollo equilibrado. Pero no sólo hay que exigir a los grandes, sino también hay que poner desafíos a los productores pequeños. No sólo debemos acompañar sino potenciar a todos los productores. Hoy sostenemos nuestro INTA gracias a nuestros vínculos público-privados. Y es fundamental para que permanezca en el tiempo y logremos cubrir nuestras vacantes y perduren. Les decimos a los productores que nuestras instalaciones son la casa de todos, para pequeños, medianos y grandes.  

-¿Cómo imaginás esta región dentro de veinte años?

-Sueño con que tengamos una visión de cuenca, con las cortinas conectadas de un campo a otro, y que entendamos que la decisión que tomamos aguas arriba, van a impactar aguas abajo, y que no es que me salve yo como dueña de un campo, sino que nos salvemos todos. Siempre habrá tensiones, pero debemos convivir. No me resigno a que mi región sea expulsora de gente, tampoco a que mi región se degrade. 

Propuesta por la Facultad de Agronomía de la Facultad de Santiago del Estero, Graciela recibió la distinción “Mujeres en servicio” por su destacado trabajo en Huertas Familiares y por su servicio a la comunidad. “Lo mío en la vida es potenciar talentos y armar redes para el desarrollo, porque siempre avanzo de modo comunitario, nunca vamos solos en el camino de la vida”, afirma. 

Etiquetas: agrónomoscampesinoseste santiagueñograciela leguizamonhoracio ochoainta quimiliQuimilísantiagod el estero
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Comentarios 1

  1. Norberto Gallino says:
    3 años hace

    Lo que falta???? Falta presupuesto. De eso no dice nada…. Raro, no? No hay combustible para ir a los campos ni plata para un análisis, solo los sueldos que ya sabemos para qué son. Buena gente muy buena

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