La alegría duró poco. Muy poco.
El lunes de esta semana el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, compartió un asado en la sede del nuevo Mercado de Liniers, en Cañuelas, con referentes del ámbito de los consignatarios, frigoríficos, matarifes y productores ganaderos.
En una sobremesa por demás amena, el funcionario compartió su visión del año 2022, en el cual, según pronosticó, no cabrían esperar mayores sobresaltos en el marco de un mercado de exportación administrado por el gobierno nacional.
Todos los presentes, al finalizar el encuentro, visualizaron a Domínguez como una persona razonable, que conoce los problemas presentes en la actividad y que hace lo posible por gestionar la política agropecuaria sin alterar los múltiples humores presentes en una coalición gobernante donde predominan concepciones muy disímiles de los fenómenos sociales y económicos.
Pero al día siguiente, por la tarde, apareció el informe del Indec en el cual se evidenciaba que el precio del asado había subido un 12,7% en noviembre pasado respecto de octubre como producto del importante ajuste del valor de la hacienda.
Ese mismo día, cuando iba cayendo la tardecita para dar paso a la noche, comenzaron los llamados de funcionarios nacionales a referentes del sector cárnico para dejar un mensaje muy claro: si los precios de la hacienda y la carne vacuna no se calman, se aplicará un cierre total de las exportaciones.
El mensaje tranquilizador de Domínguez, entre cortes de carne deliciosos y copas de buen vino tinto, había quedado liquidado por una directiva que, más allá de los intermediarios, se adivina que proviene del núcleo de la propia familia Kirchner.
El problema es que al no terminar de entender cómo funciona el mercado ganadero, que cuenta con una multiplicidad de actores que no podrían jamás ponerse de acuerdo para alterar los precios, los integrantes del kirchnerismo siguen creyendo que las amenazas tienen un impacto concreto en el mercado, cuando lo único que logran que promover desinversiones que, tarde o temprano, terminan perjudicando a la oferta disponible de carne.
La marcada restricción de oferta de hacienda inevitablemente se está trasladando a los precios y un cierre total del mercado de exportación, más allá del impacto bajista que pueda llegar a tener en corto plazo, en el mediano regresa con fuerza para pasar la “factura”, como lo ha hecho ya en otras oportunidades.