Hoy es bien sabido que la demanda de productos orgánicos crece y el interés por el tema también. Por eso en Bichos de Campo pensamos en entrevistar a un especialista, Pedro Landa, ingeniero agrónomo, uno de los pioneros del movimiento orgánico argentino y director técnico de la certificadora OIA.
Lo primero que nos dice es que los productos orgánicos han sido tomados por el consumidor como una necesidad para su salud y que la pandemia fortaleció esta idea. “El consumidor empezó a pensar que tenía que comer sano y cuidar el ambiente e identificó a todos los productos que podían satisfacerlo. Y los productos orgánicos cumplieron con ese requisito, además de brindarle más seguridad al estar certificados”, resume.
-Hay una suerte de reclamo hacia los consumidores para que no se dejen llevar tanto por la vista, es decir, comprender que una fruta orgánica puede no ser “perfecta” pero que igual es buena. ¿Qué opina?
-Ese cambio de paradigma ocurrió en los inicios de lo orgánico pero luego se fue olvidando, porque el mismo mercado pidió mejorar la calidad visual. Hoy está volviendo esa tendencia y el consumidor está ponderando más la condición de producto, es decir el orgánico como sinónimo de sanidad e inocuidad sin uso de productos químicos ni transgénicos, cuidando de los recursos. Es importante considerar que en las cadenas largas de suministro el vínculo productor-consumidor tiene intermediarios y estos son quienes muchas veces interpretan los deseos del consumidor y los convierten en demandas hacia el productor. De todos modos debemos tener en cuenta que el consumidor en las ciudades suele estar lejos de la producción y no conocer del tema. Por eso cree que algo perfecto a la vista es mejor, mientras que quienes más conocimiento tienen saben que lo más valioso generalmente es lo que no se ve.
-Usted sostiene que en el largo plazo es más rentable ser orgánico. ¿Nos puede dar más detalles?
-En el largo plazo la producción orgánica es más estable y presenta menos variaciones que la convencional. Pero claro, no es un negocio instantáneo. Implica una inversión, principalmente para los productores primarios, de acomodar y entender su sistema productivo afianzado con el ambiente que lo rodea y que debe acompañar desde la prevención y no solo desde el control. Por eso se trata de manejo integrado y no de insumos; es lo que se llama la economía del conocimiento, lo cual lleva tiempo.
-¿Por qué cree que aun hoy hay tanta resistencia a dejar de usar agroquímicos por parte de un sector productivo?
-Es un cambio de paradigma mental. Para un productor o un profesional que viene produciendo con agroquímicos desde hace años el cambio es muy fuerte, genera miedos e inseguridades. Sobre todo cuando se sabe que los primeros cambios implican una aprendizaje con riesgo de altos costos y potenciales pérdidas puntuales. Como en todo proceso de aprendizaje se debe empezar de a poco, ya que es aprender a producir de nuevo. Lleva tiempo entender el lugar donde estamos, qué tipo de suelo tenemos, cuáles son sus necesidades y cómo puedo satisfacerlas sin contaminar. Lo orgánico tiene que ver con quien lo maneja y por eso los sistemas productivos bien manejados perduran en el tiempo sin problemas, y cada vez con mejores resultados productivos sin poner en riesgo los recursos naturales, la flora y la fauna.
Al final, la agricultura orgánica y la siembra directa resultaron ser primas hermanas
-¿Está probado que lo orgánico es más sano que lo producido con agroquímicos?
-Sí. Hay muchos trabajos científicos que comprueban la calidad nutritiva, antioxidante, etc. Pero es importante aclarar que un producto orgánico puede tener, también, una mala calidad como cualquier otro. Con respecto al uso de agroquímicos, también se debe entender que su fabricación requiere mucha energía que contribuye más al calentamiento global que lo que se adjudica, por ejemplo, a las producciones ganaderas a pasto.
-¿Además de la certificación, hay alguna otra diferencia entre agroecológico y orgánico?
-La agroecología es una ciencia y es la base de la agricultura orgánica. Ahora bien, la agroecología como movimiento social-productivo puede ser algo muy diferente de la agricultura orgánica, ya que no posee controles en línea con lo requerido por los mercados. Los objetivos de base son los mismos pero a la vez tienen muchas diferencias discursivas y políticas. En este punto es muy importante no confundir al consumidor, ya que la agricultura orgánica da garantías de su calidad por medio de normas y sistemas de control oficiales. En estos, entre muchas otras prácticas de respeto medioambiental y social, no se permite el uso de productos de síntesis química.
-¿Puede darnos una idea de cuánto vale certificar orgánico y cómo es el proceso?
-Un proceso de certificación orgánico como se pensó en Argentina hace ya más de 30 años, es un sistema inclusivo a todos los productores y empresas, principalmente porque acompaña al desarrollo de los productores en los años de conversión hacia lo orgánico. Luego recién cuando empiezan a comercializar, sus aportes se incrementan. Un parámetro es que la certificación orgánica corresponde al 0.2% del costo del producto en los primeros años de conversión y que luego al comercializar puede llegar como máximo al 1,5% del precio del producto que se venda como orgánico.
-La producción orgánica, ¿tiene en cuenta puntos como el precio justo o el bienestar animal?
-Sí, porque implica una filosofía socialmente justa, por ello un producto orgánico siempre vale un poco más que un producto convencional: se considera que el productor y la empresa que han hecho los esfuerzos en obtener esos productos cuidando el planeta, deben recibir una retribución a cambio. Y los consumidores que valoran lo orgánico deciden pagarlo. Por otro lado, las normas orgánicas lo primero que ponderan es el cumplimiento de todas las obligaciones como debería cumplir cualquier productor, pero como los productores orgánicos son controlados, siempre son los más exigidos y los que más cumplen. Dentro de esos cumplimientos están las BPA, las BPM y el bienestar animal.
-En lo personal, ¿cómo fue su entrada al mundo orgánico?
-Como muchos, se lo debo al ingeniero Jorge Molina, quien en la década del 70 en su catedra de Agricultura General en FAUBA enseñaba a producir sin insumos de síntesis química. El origen de todos los productores es la producción orgánica; luego las ´soluciones mágicas` que ofreció la producción convencional ha generado que muchos se involucren sin considerar las reales consecuencias de los sistemas productivos como se manejan hoy. Es más, se dejó de investigar hasta que se hicieron tan evidentes las consecuencias negativas de los modelos productivos actuales que llevó a buscar productos biológicos y producciones sostenibles.
-¿Cómo ve el futuro cercano?
-Se requieren medidas inmediatas para frenar el avance de la degradación ambiental debido al impacto negativo de nuestra manera de gestionar la producción y el ambiente; en ese contexto estamos frente a un cambio del sistema alimentario que se acelera a medida que se descubren las consecuencias negativas para la salud.
-¿Qué se puede hacer?
-La respuesta a esta situación está cada vez más del lado de una gestión productiva diferente y de alimentos que sean parte de nuestra salud y no generadores de nuestras enfermedades.