Se generó una “tormenta perfecta” en el mercado global de fertilizantes que podría complicar por demás a los cultivos por sembrar en 2022.
En China, un gran productor mundial de fertilizantes tanto nitrogenados como fosfatados, se está registrando una severa crisis energética que afecta a la mayor parte de la matriz industrial de la nación asiática y los fertilizantes no son la excepción. En ese marco, corren rumores de que el gobierno central chino está restringiendo las exportaciones de ese insumo agrícola para asegurar reservas internas.
Por otra parte, la crisis energética –generada en buena medida por las disrupciones promovidas por la pandemia de Covid-19– disparó hasta niveles increíblemente elevados los valores internacionales del gas natural, que es un insumo crítico para la elaboración de los fertilizantes nitrogenados.
En ese contexto, los precios FOB de la urea granulada en Medio Oriente alcanzaron los precios más elevados desde 2009, mientras que los valores del UAN en el Mar Báltico alcanzaron niveles récord en términos históricos.
La Argentina cuenta afortunadamente con producción propia de fertilizantes nitrogenados, pero en el caso de los fosforados dependen en un 100% de la importación. No se trata de un dato adelantador si se tiene en cuenta que el gobierno nacional está implementando restricciones crecientes a las importaciones de bienes ante el déficit sistémico de divisas presente en la economía.
La buena noticia es que la mayor parte de las empresas agrícolas argentinas ya adquirieron o comprometieron el fertilizante necesario para sembrar maíz tanto de primera como de segunda en la presente campaña 2021/22.
Pero el drama se presentará al planificar en febrero/marzo próximo la campaña de trigo y cebada 2022/23, dado que los pecios de ambos cereales, deprimidos internamente por derechos de exportación y “retenciones cambiarias”, podrían eventualmente quedar desajustados de los costos de producción.
Por supuesto, todo dependerá de los precios esperados del trigo 2022/23 en el mercado internacional, dado que, si los mismos acompañan la suba de costos de producción, el escenario para las empresas agrícolas argentinas podría no ser tan grave.
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