A unos cien kilómetros de Buenos Aires se encuentra un invernadero muy particular: se trata del primero en realizar frutillas hidropónicas con un sistema oscilante y automatizado, que, como en un subibaja, permite mover e intercalar los distintos canteros, para aumentar exponencialmente la producción de esta fruta por unidad de superficie.
“El sistema NGS oscilante con multibanda, hace que suba una y baje otra. Es recirculante. Es la primera vez que esta computadora automatizada se pone en la Argentina. Hay muchos productores pequeños, muchos de ellos de la agricultura familiar, que tiene pruebas de hidroponía en sustrato, pero este invernadero es el primero con estas características”, dijo a Bichos de Campo Federico Mouso, ingeniero industrial a cargo del proyecto hidropónico Zempre.
Las instalaciones comprenden una superficie de casi una hectárea y media, con ocho metros y medio de alto y ventanas automatizadas, tanto cenitales como laterales, que permiten controlar las condiciones dentro del invernadero.
Mientras que las producciones a campo comprenden alrededor de 60.000 plantas de frutilla por hectárea, la tecnología NGS le ha otorgado la posibilidad a este emprendimiento de tener 190.000 por hectárea, unas 270.000 en el total de la superficie empleada, que son visitadas a diario por nueve cosecheros.
Este sistema le otorga independencia a cada una de las bandas que contiene a los plantines. Cuando se quiere cosechar o realizar algún tipo de control, se puede “bajar” la banda que se requiera. En cambio, cuando deben recibir luz solar, las mismas son puestas a una misma altura para que ese recurso se distribuya de manera equitativa entre todos los módulos.
“El gran objetivo es tener producción todo el año. Nosotros tenemos tres variedades de frutilla ahora, son las que están en Argentina de ciclo neutro, que no dependen tanto de la duración de la luz. Eso permite producir en invierno y en verano la misma planta. Buscamos con este sistema tener estas plantas entre dos y tres temporadas, cuando a campo las plantan en otoño o primavera, y cuando termina la temporada las sacan”, explicó Mouso.
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En cuanto al sistema de riego, las plantas reciben agua de lluvia recolectada por un sistema de cañerías en el invernadero, que es introducida luego en un reservorio impermeabilizado. Eso permite controlar su nivel de conductividad y presencia de minerales, para evitar saturar a la planta de elementos no deseados como el sodio.
Actualmente la cosecha de las frutillas se realiza día por medio, aunque se apunta a realizarla todos los días para obtener un producto aún más selecto. Una vez que las frutillas maduras son recogidas, las mismas son enviadas a una planta de frío de la zona, en donde se las refrigera a temperaturas de entre tres y cinco grados centígrados, lo que permite alargar la duración de la fruta hasta que la misma llega a manos del consumidor.
“Es un diferencial que la gente valora porque saben que atrás de eso está el cuidado, hay sustentabilidad, ahorro de agua y ahorro en la aplicación de agroquímicos. Todo eso, al ser hidropónico, está garantizado. Tiene un grado de sustentabilidad y salud superior al cultivo tradicional”, afirmó el coordinador del proyecto.
Otro rasgo al que apuntan desde Zempre para distinguir a su producción es la cuestión el sabor. “No soy un detractor del campo, pero nuestro sistema de pasar todos los días nos permite cosechar una fruta más madura, que es allí cuando la fruta toma más grados Brics, más dulzor y sabor; siento que nuestra fruta tiene menor acidez”, indicó Mouso.
Actualmente este sistema arroja unas 300 toneladas de frutilla por año, que prontamente se multiplicarán con la construcción de dos nuevos invernaderos.
-¿En dónde se consiguen estas frutilas?- le preguntamos al ingeniero.
-Vinimos cerca de Buenos Aires para estar en el núcleo del AMBA. Estamos creciendo geográficamente. Estamos en Zona Norte, Zona Oeste, y en tratativas con varios hipermercados. Buscamos entrar en casas donde nos valoren y valoren los productos saludables.