Mariano Luna es un reconocido entomólogo (se dedica al estudio científico de los insectos) que trabajó ene l INTA y fue por eso que también ingresó al mundo de las aplicaciones de agroquímicos. Mirando entonces como poner freno a las plagas que podrían arrasar con los cultivos, Mariano se fue especializando en cómo hacer aplicaciones más eficientes también contra las malezas (70% de los agroquímicos que se aplican son herbicidas), hongos y enfermedades.
“Cuandó entré mi mentor era Nicolás Iannone, que es un reconocido entomólogo. Él siempre me decía ´este es un tema muy interesante, vos metete acá’. Así fue como me metí de rebote para empezar a aumentar la eficiencia en el control tanto de insectos, como de enfermedades y malezas”, comentó en diálogo con Bichos de Campo.
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Ahora las aplicaciones de agroquímicos están en el centro del debate. Más allá de reconocer que hay gente que hace las cosas bien y otros que no son tan cuidadosos, Luna considera que “hay mucho de emocional” entre quienes tildan a los aplicadores de “asesinos”.
Luna cree que hay de todo, aunque no asesinos: “He conocido tanto verdaderos cirujanos de las aplicaciones como también gente a la que verdaderamente hay que hacerles un llamado de atención”, comentó.
“Yo soy un convencido de que está bueno este llamado de atención de la sociedad. En realidad nunca es malo, porque está bueno que digan ´che, hagan las cosas con cuidado´. Está bueno saber que debemos ser muy responsables con lo que aplicamos, pero bajo ningún punto de vista somos unos asesinos”, remarcó el investigador, actualmente en las filas de la empresa Rizobacter.
Mariano considera que existe una demonización exagerada de la actividad y de los efectos que provoca en la salud de las personas de los entornos rurales y el periurbano. “Cuando uno agarra papers internacionales y ve los análisis de sangre y los estudios de cáncer de los aplicadores o de los asesores, son ínfimos los casos y a veces ni siquiera están ligados a las aplicaciones. Y hablo de análisis en países como Inglaterra o Alemania, que no es que aplican poco. En esas localidades, aunque esté todo muy bien delimitado, aplican casi hasta la ventana y no están preocupados por todos estos temas”, aseguró.
-¿Y cuál es el secreto?
-Saber que se puede aplicar sin ser riesgoso. Esto es muy sencillo: el viento ahora va para allá, ninguna gota va a ir para el otro lado porque ninguna gota desafía la física. Ahí debe estar la regulación para minimizar el riesgo de deriva. Quizás en una franja cercana a las casas haya que extremar los cuidados e incluso se pueden prohibir o limitar los productos más volátiles. Pero nunca decir ‘acá no podés aplicar’. Está recontra demostrado que cuando hacemos las cosas con responsabilidad, la deriva es inexistente. Así lo hacen en Europa y en casi todos los lugares.
Luna, de todos modos, cree que en la Argentina esta discusión se está yendo de cause, porque los grupos ambientalistas cuestionan en realidad otros asuntos. “Hay muchos grupos que dicen que no hay suficiente investigación. Yo no creo que haya más información científica a nivel mundial respecto de la deriva. Te abarrotan de papers. Yo tengo guardados mas de 2 Gigas de papers y seguro no voy a poder leerlos todos. La deriva es una de las cosas mas estudiadas a nivel mundial, sobra información. Lo que hay que hacer es entender, legislar y aplicar esa información”, asegura.
En lo que Mariano aparece inflexible es con los infractores a esa normativa. “Evidentemente nosotros (por quienes utilizan agroquímicos) tenemos que tener nuestro cuidado, nuestra responsabilidad, y si hay que hacer una multa o hay que inhabilitar a alguien, entonces hay que inhabilitarlo”, define el especialista, que también recomendó apelar a las nuevas tecnologías de sensores para controlar en todo momento a los aplicadores.