El fin de semana pasado la Unión Europea y EE.UU. anunciaron en conjunto el lanzamiento de la iniciativa “Compromiso Global de Metano” (Global Methane Pledge) con el propósito de promover reducciones adicionales de ese gas de efecto invernadero a las comprometidas en el marco del “Acuerdo de París”.
“Los países que se unen al ‘Compromiso Global de Metano’ se comprometen con un objetivo colectivo de reducir las emisiones globales de metano en al menos un 30% desde los niveles de 2020 para el 2030”, asegura el comunicado emitido por las dos potencias globales.
Lo curioso es la exigua lista de países que adhirieron a la iniciativa: además obviamente de la UE-27 y EE.UU., se sumaron Reino Unido, Italia (que forma parte de la UE-27), Irak, Ghana, Indonesia, México y la Argentina.
Argentina es el único país sudamericano en sumarse a la iniciativa, lo que representará un desafío enorme, especialmente si se tiene en cuenta que, de acuerdo al criterio establecido por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), una molécula de metano (CH4) es equivalente a 28 moléculas de dióxido de carbono (CO2).
Por otra parte, si bien existe abundante evidencia científica que indica que el metano emitido por bovinos forma parte de un ciclo natural que se recicla en el ambiente, el estándar establecido por el IPCC considera que los eructos de los vacunos –fuente de la emisión de CH4– son tan o más peligrosos que las emisiones de origen fósil, que permanecen en la atmósfera durante siglos y, por lo tanto, son acumulativas y contribuyen así a ser el principal impulsor del cambio climático.
Los otros grandes países ganaderos de Sudamérica –Brasil, Uruguay y Paraguay– no firmaron el “Compromiso Global de Metano” porque, evidentemente, el mismo representa un perjuicio para uno de los sectores más dinámicos de sus economías.
No es el caso de la Argentina, cuyo gobierno, además de la firmar el nuevo compromiso ambiental, viene implementando en los últimos meses medidas orientadas a desincentivar inversiones en el sector ganadero, tales como aplicar un cepo a las exportaciones cárnicas bovinas.
En la lista de naciones firmantes del “Compromiso Global de Metano” solamente hay dos que son exportadoras de carne bovina. Una es la Argentina. Y la otra es EE.UU, aunque este país cuenta con muchos otros sectores económicos con capacidad para compensar las emisiones generadas por el sector bovino y, no menos importante, tiene a mano la “máquina para fabricar dólares” que permite financiar soluciones tecnológicas o bien la compra de créditos de carbono.
El comunicado oficial de la iniciativa menciona que la Comisión Europea “está trabajando para acelerar la adopción de tecnologías de mitigación mediante el despliegue más amplio de la ‘agricultura de carbono’ en los Estados miembros de la Unión Europea y a través de los Planes Estratégicos de la Política Agrícola Común (PAC)”.
En tanto, EE.UU. asegura que “está trabajando para expandir significativamente la adopción voluntaria de prácticas agropecuarias climáticamente inteligentes que reducirán las emisiones de metano de fuentes agropecuarias clave al incentivar el despliegue de sistemas mejorados de manejo de estiércol, digestores anaeróbicos, nuevos alimentos para ganado y compostaje, entre otras prácticas”. Nótese que el párrafo menciona expresamente que se trata de acciones “voluntarias”.
No hay ninguna mención a la política que implementará la Argentina al respecto, pero está claro que –tal como sucedió una década atrás–, si la intervención del mercado cárnico provoca una reducción considerable del stock bovino, entonces logrará alcanzar la meta establecida en el “Compromiso Global de Metano”.
Aprobaron un aditivo “reductor de metano” para bovinos pero no quieren decir cuánto cuesta