Francisco Penacino (34) nació en la localidad de Emilio V. Bunge, al noroeste de la provincia de Buenos Aires. Se crió escuchando folklore, porque es hijo del reconocido y prolífico cantautor Tomás Eduardo Penacino, quien además fue bancario toda su vida. Como tal, gerenció muchas sucursales en diversos pueblos de la provincia de Buenos Aires, a los que se fue mudando con su familia.
De este modo Francisco, se fue empapando de diferentes paisajes de la pampa húmeda. En pueblos chicos y de gran impronta rural, a saber y en el siguiente orden: Arenales, Chacabuco, Lincoln, Tejedor, Casares, Villegas, Tres Algarrobos y Vedia. Por último, su padre Tomás Eduardo se jubiló, regresando a su pago natal, Bunge, donde vive hasta hoy.
Cuenta Francisco que un verano, él tenía 6 años y su padre le trajo un bombo de Cosquín. Y cuando apenas tenía 9, le propuso subir a un escenario por primera vez, para acompañarlo con el bombo, y se animó. Pero al día siguiente lo incitó a subir a tocar ante una multitud, al aire libre, en Villegas, y del miedo, se puso a llorar. Estaba con su abuelo Tomás, quien lo convenció y al final tocó junto a su padre.
Pero Francisco recuerda más influencias que lo fueron nutriendo en sus años mozos: sus dos abuelos eran chacareros. “Mi abuelo Tomás Penacino era oriundo de Rosales, al sur de Córdoba, y tocaba el acordeón y la armónica. Mi abuelo materno, Renato, fue resero y algo soguero, andaba siempre vestido de paisano. Mientras preparaba los asados me cebaba unos mates, en silencio, escuchando chamamés”, cuenta.
Y continúa: “Puedo decir que comencé mi carrera como solista en Tres Algarrobos, a mis 17 años de edad, pero terminé el secundario y me fui a Buenos Aires a estudiar música en la EMBA, canto y guitarra. En realidad yo arranqué tocando el bombo, influenciado por el folklore del noroeste. Pero además, a esa edad en que solemos querer ponernos un jean y zapatillas, yo fui haciendo un proceso inverso, de ir volviendo, poco a poco, a mis raíces y cantar sobre el paisaje que yo más conocía, el de la pampa bonaerense”.
“Fue así que en cada uno de mis espectáculos empecé a cerrar con una milonga. Por ejemplo, me identificaba con `Estación de vía muerta`, de Domingo Berho. Poco a poco fui asumiendo mi identidad y hoy canto y hago música de la provincia de Buenos Aires, con algo de Uruguay y algún chamamé, porque me gusta mucho”.
Francisco prosigue su relato: “Ya estando en la Capital Federal, conocí a Alberto Iriart, quien me invitó a cuidar un caballo, con mi novia, en Ezeiza, con lo que tuvimos la oportunidad de `ensillar` todos los fines de semana y seguir cultivando mi pasión por este noble animal. En cuanto al trabajo, conseguí enseñar música en 5 jardines de infantes, llegando a tener 500 alumnos en total, y en esa época hice música para chicos”, cuenta.
“Mi esposa es de Cuenca, cerca de General Villegas. La conocí en un cumpleaños en Buenos Aires. Unos días después la invité a comer a una pizzería, a media cuadra de La Peña del Colorado, en el barrio de Palermo, de la que yo era asiduo concurrente. Y de pronto ella me dijo que estábamos cerca de una peña a la que a ella le gustaba ir. Y yo pensé: `Ésta es mi oportunidad`. Pagamos y la llevé a la peña, pedí una guitarra y me lucí. Esa misma noche nos pusimos de novios”, recuerda Francisco con picardía.
En 2009 editó su primer disco, `Coplas para mi tierra`, con 6 temas, dos de su autoría y uno de su padre. “Recuerdo que me vi con Raúl Carnota en La Peña del Colorado y le pedí permiso para poner ese título a mi disco, ya que un tema de él lleva ese mismo nombre. Y me dijo: `Pero claro que sí!`”, relata este auténtico cantor, emocionado.
En 2012 ingresó como coordinador general -musical- de la Orquesta de Cámara del Congreso de La Nación, adonde concurre hasta hoy, dos veces por semana.
En 2013 Francisco grabó otro disco, “Raíces y versos”, con 11 temas, 3 propios y “Comadre Dora”, “La Pedro Cáceres”, etc.
Pero Francisco desarrolló dos artes en su vida: “También de chico me gustó el arte de la soguería criolla, pero en esa época era sólo trenzar con fines utilitarios y en forma tosca. Pero cuando iba a la Expo de La Rural, en Palermo, veía el arte fino de la soga. Más tarde, yo usaba un `cuenta ganado` de cuero, y en un asado en Buenos Aires, don Antonio Balbiani me preguntó si al mismo lo había hecho yo. Yo le dije que no y le expliqué que como ya me dedicaba al canto, debía cuidar mis manos. Y él me advirtió: `Si el cuchillo está bien afilado, no te cortás`. Y así fue cómo empecé en el arte fino de las sogas o de las guascas, como dicen en otras provincias. Tomé clases con Juan Luciano Vicenti, que es una eminencia”.
Hicieron trueque: él le enseñaba guitarra y Luciano, soga. Comenzaron los primeros encargos y mi primer trabajo fue un bozal para mi amigo Bruno Baldoménico, de San Francisco, Córdoba. Hasta que en el año 2019 fue invitado a participar de El cuarto de las sogas, la exposición de sogueros de todo el país, en La Rural de Palermo.
“Llevé un bozal y fue seleccionado como el mejor, en esa categoría”, cuenta, con orgullo y aclara que hoy se dedica sobre todo a la soguería relacionada al caballo, como cabezadas, cabrestos, cinchas y demás. “El arte de la soga se relaciona con todo lo que canto”, dice. Con su maestro, Vicenti, conformó además el dúo “Vuelta y media”, con el que hasta hoy interpreta danzas tradicionales para fiestas, peñas y bailes folklóricos, alternando con su actividad de solista.
“Desde el año 2015, con mi padre venimos componiendo una o dos canciones, compartidas, por año. En ese mismo año grabé `Cantor bonaerense`, un compendio de clásicos de la música surera, de la provincia de Buenos Aires. Tiene 11 temas. Incluye la zamba `Para un soguero`, con letra de mi padre, y yo le puse la música”, explica.
“Desde el 2017, vivo con mi familia en la ciudad de Campana, provincia de Buenos Aires y viajo a Buenos Aires, por trabajo. Mi señora estudia profesorado de danzas y monta `a la Amazona`. Mi hijito Vicente, tiene 7 años de edad, baila folklore y toca muy bien el bombo”, nos actualiza, Francisco y completa: “Durante la pandemia me mantuve haciendo espectáculos semanales, como solista, en vivo por las redes. Y este año editaré el CD `La tradición`, con 14 temas, que incluye un aire de milonga, `Sobre mi sombra`, de Francisco Amor, `La cañera`, chamarra de Aníbal Sampayo, `Por las chacras`, una chacarera bonaerense de Domingo Berho, `Huella de pueblo`, de mi autoría, y `Con mi estilo`, al que le puse música. Mi pasión es tradicionalismo, al que disfruto, venero y pretendo compartir y seguir cultivando, todos los días de mi vida”.
Francisco nos quiso dedicar una milonga con versos de Osvaldo Gauna y música de él mismo, “La Tradición”, porque simboliza todo el camino que él eligió:
Y además buena gente el Pancho.
Me encantó felicitaciones..Un abrazo desde Banfield pero bien del monte Santiagueño .