Eduardo Crespo, doctor en Economía y docente universitario, expone sin pelos en la lengua una gran contradicción. Como muchos de sus pares, afirma que la única salida a la recurrente crisis argentina es exportar más, para así obtener las divisas que se necesitan. Pero a la vez se asombra por la existencia de una suerte de “frente antiexportador”, que muchas veces recibe apoyo de las principales figuras del gobierno. Incluso en cierto tramo de esta charla con Bichos de Campo atinó a ponerle un nombre a esta suerte de coalición política, que suele hacer eje en las cuestiones ambientales. Los llamó “Palermo rúcula”.
“No existe un frente antiexportador sólo en el agro sino en cualquier otro sector también. Es indudable que hay temas ambientales en el mundo. Somos 8 mil millones de habitantes, hay calentamiento global y hay también problemas específicos en la Argentina. Pero me parece que hay una confusión muy grande cuando se plantea esta contradicción entre el desarrollo o crecimiento y el ambiente. Nadie la defiende, pero está en el aire una idea que sostiene que cuanto menos se produzca, menos se consuma y cuantos menos recursos utilicemos, eso será bueno para el ambiente”, analizó Crespo.
“Es un disparate la idea de que el subdesarrollo es bueno para el ambiente. Alcanza con ver la situación ambiental en continentes como África o países como Haití para darse cuenta que eso es totalmente falso”, agregó el especialista en Desarrollo Económico
Mirá la entrevista completa a Eduardo Crespo:
Desde su mirada como economista, Crespo no ve con malos ojos cualquier proyecto productivo y exportador, por considerar que ese es el camino que debe recorrer la Argentina para generar divisas genuinas. Pero sabe que cualquier iniciativa de ese estilo encontrará de inmediato una fuerte resistencia. “Hay movimientos que se activan inmediatamente cada vez que se activa un proyecto con potencial exportador”, advirtió.
“Esto pasó con las granjas porcinas, con el tema de los salmones en Tierra del Fuego, con Vaca Muerta, con la minería en casi todas las provincias cordilleranas y hasta con los programas de explotación de petróleo off shore. Y claramente pasa con la soja”, enumeró.
“Digamos que todo lo que tiene un potencial exportador tiene una enorme oposición y viene con todo el discurso del extractivismo. Pero para vivir necesitamos extraer de la naturaleza. Es decir, no podemos vivir sin minería y no podríamos alimentar a 8 mil millones de personas sin agroquímicos y sin agricultura moderna”, remarcó el economista.
Sin embargo, aclaró que decisiones de este tipo no deben prescindir del correspondiente debate ambiental. “Esto tiene que mejorar, debemos ser más benévolos con el ambiente, es necesario desarrollar tecnologías y sin dudas que el planeta no puede continuar en este tren”.
Pero yendo al caso particular de los problemas ambientales de la Argentina, Crespo consideró que “su problema principal no es el calentamiento global ni tampoco el tema ambiental tiene relación con alguna extracción”, tomando distancia de la agenda que colocan por delante las principales organizaciones ecologistas del país e inclusive los funcionarios del gobierno.
-¿Y cuál sería a tu juicio la urgencia ambiental?
-Tiene que ver con más de 5 mil basurales a cielo abierto, con un conurbano con ríos contaminados que son cloacas a cielo abierto. Ahí no vi a ningún movimiento muy activo por el tema del Riachuelo o del plomo en sangre en chicos de barrios humildes.
Según esta crítica mirada del ambientalismo vernáculo, “los movimientos que se arman apuntan contra lo que más efectos perjudiciales puede traer sobre la economía argentina, como es tratar de parar proyectos de exportación. Pero si la Argentina no aumenta significativamente sus exportaciones no tienen ninguna chance de salir de donde está”, recalcó Crespo.
-Si tuvieras el tablero de comando de la Argentina, ¿la primera necesidad seria económica y no ambiental?
-Si fuera solo un tablero ambiental, yo estaría mucho mas preocupado por los basurales, por plomo en sangre en las ciudades y por las cloacas que van a los ríos, por la falta de infraestructura. Y además, el tema del ambiente responde a una falta de infraestructura: hacen falta cloacas, plantas depuradoras, plantas de tratamiento de residuos. Todo eso exige recursos, plata, para lo cual se requiere de una macroeconomía sana. Y para eso debemos aumentar las exportaciones. Estamos renegociando un default de la deuda externa, y mientras tanto acumulamos una deuda social impresionante; tenemos devaluación permanente y cepo cambiario, y todo esto en un contexto de pandemia. La Argentina no crece desde 2011 y tenemos mas del 60% de la población en la pobreza, al menos como la medimos nosotros, mientras la Argentina no resuelve su problema de balanza de pagos.
-¿Pero vos proponés exportar a cualquier costo ambiental?
-No. Yo creo que lo que se necesitan son regulaciones, un estado fuerte que pueda invertir en infraestructura allí donde haya mayor riesgo de daño ambiental. No hay ninguna actividad que no enfrente este movimiento antiexportador en la Argentina que no se realice en otros lugares del mundo. La producción de porcinos la vemos en Dinamarca, lo de la extracción por fracking lo vemos en Estados Unidos, en Canadá, en Australia o en Rusia. Que alguien me diga cuál es la actividad que se está queriendo llevar a cabo en Argentina y que no se realice en otro lado.
-Es como que hay una desconexión entre el ambientalismo local y el del extranjero…
-Además con estos movimientos antiexportadores hay una desconexión total con el tema del consumo. Acá nadie le explica a la gente que si no producimos y no exportamos no podemos consumir. Ni que no podemos demandar muchos más dólares de los que genera nuestra economía, porque sino pasamos por una devaluación permanente, y una tendencia a la caída del salario real y de la demanda agregada, que es la consecuencia natural de una economía que tiene sus exportaciones estancadas, además de todos los problemas más estrictamente macroeconómicos.
-En este contexto, ¿Cómo definirías a esos movimientos antiexportadores?
-No tienen una visión de conjunto, son irresponsables y bastante demagógicos, porque nadie le dice a la gente que en definitiva van a tener que comer más caro o viajar menos. Miren a cualquier militante ambientalista de estos conocidos, se lo pasan viajando. Un día van a protestar a San Juan, al otro día van a Catamarca. Después van a un congreso en Bolivia, después vuelven a Buenos Aires. Estos militantes también generan una huella ambiental. Colocar un avión a 10 mil metros de altura tiene una huella ambiental tremenda y compárenlo si quieren con cualquier granja porcina, con la soja o con el glifosato.
-¿Es un problema de ‘argentinidad al palo’ o hay corrientes globales que estimulan este tipo de pensamientos en países subdesarrollados para impedir que se desarrollen? Porque hay muchos argumentos importados.
-Hay muchas ONG financiadas desde afuera claramente, y habría que hacer un seguimiento de la ruta del dinero y no me cabe duda que son norteamericanas y europeas. Pero también hay muchas avivadas. A diferencia de lo ‘orgánico’, que tiene una certificación, la ‘agroecología’ no la tiene y presta a pensar que uno puede comprar productos con agroquímicos y después venderlos como productos agroecológicos con su precio multiplicado por tres.
-Ahí suele aparecer también el concepto de soberanía alimentaria, para significar que la prioridad debería ser nuestro alimentos y si hay excedentes, entonces recién exportamos.
-Si, pero esta noción de que podemos producir más y más barato alimentando a todos no es viable porque no alcanzan las escalas para atender al mercado local y no alcanzan ni de cerca los precios que se alcanzan con la agricultura tradicional. Si uno quiere producir sin agroquímicos la productividad será más baja. Y también hay mucha irracionalidad en torno al efecto ambiental que esto produciría; alcanza con suponer lo siguiente: tratemos de producir la misma cantidad de alimentos con menos productividad. Esto significaría que habría que usar muchísima mas tierra y entonces habría que deforestar más.
-¿Te parece deshonesto ese pensamiento agroecológico?
-Con ese pensamiento deberíamos dejar de utilizar todo lo que no producimos, autos, computadoras, celulares, deberíamos dejar de viajar al exterior. Incluso al no poder importar ningún químico, no sé si podamos asegurarnos comer. Son cosas que no se sostienen. Sobre todo, repito, miremos el nivel de vida de cualquier ambientalista y veamos de qué vive y todo lo que consume este ciudadano de clase media, del tipo ‘Palermo-Rúcula’, y veremos que tienen un nivel de consumo totalmente incompatible con lo que consumen. Eso es totalmente incompatible con lo que proponen.