¿Quién lo diría? Que la fosa de un tambo podría convertirse en una bodega de vinos. Esto sucede cerca del pequeño pero pintoresco pueblo de Carlos Keen, en el partido bonaerense de Luján. Ocurre que Roberto Rossi es un alma inquieta, y para no aburrirse ahora que dejó el trabajo de toda su vida (la siembra y comercialziación de zanahorias) montó su propia bodega y hasta está probando instalar un viñedo experimental en la zona, a ver si logra arrimar algún bochín al envidiable malbec de tierras mendocinas.
La realidad es que Roberto Rossi venía del mundo hortícola y era conocido como “el zar de la zanahoria” ya que su padre, Don Saturnino, había instalado un lavadero y empaque en la zona de Cortinez, Luján, que resultó todo un acierto y cuyo mandato continuó Roberto. Ahora llegó el turno en que la empresa familiar es gestionada por su hija Victoria y esposo Carlos Rols.
Ya hemos contado esta historia en Bichos de Campo. Lo cierto es que en algún momento Rossi comenzó a sentirse como una carga para las nuevas generaciones. Y entonces decidió hacer otra cosa totalmente diferente. Fue así como comenzó a montar su porpia bodeguita en el partido de Luján, a solo 70 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Sus vinos todavía no tienen nombre. Pero al establecimiento que era lechero y ahora es vitivinícola lo llama “Tambodega”.
Mirá la nota completa a Roberto Rossi:
-¿Así que se aburría después de toda una vida trabajando?- preguntó a Roberto Bichos de Campo.
-¡Para nada!- contestó Rossi, dispuesto a mostrarnos su secreto.
Todo empezó unos cuantos años atrás, cuando junto a un amigo Roberto se embarcó en el sueño de producir su propio vino. Una cosa llevó a la otra y terminó montando la primera bodega de la zona de Carlos Keen, y lo hizo nada más ni menos que en la fosa de un tambo que también había sido propiedad de su familia, pero que hace años estaba abandonado. Allí, en 2020 procesó 3 mil kilos de uva malbec que trajo de Mendoza y este año llegó a 5 mil kilos. Lo mejor de todo es que buena parte de los equipos los fabrica él mismo.
“La dejé a mi hija en el trabajo hortícola que yo tenía y para no aburrirme me busqué esto como un hobbie y para aprovechar esta instalación de tambo que estaba abandonada. Además, este lugar se adapta para poner una bodega, porque tiene la fosa para poner los tanques a un costado, arriba tiene una losa para moler las uvas y volcar directamente a los tanques y tiene sótano que es donde estaban todas las maquinarias, con lo cual ya tenemos la cava resuelta también”, remarcó Rossi.
El flamante bodeguero recordó que desde que coemnzó a hacer su vino procura guardar de 4 a 5 botellas por año. “Casualmente la otra vez abrimos una de esas (del 2005) y todavía no se echó a perder”, manifestó orgulloso. Explicó que “esto es importante porque un detalle es que nosotros no le ponemos conservantes al vino y me vale el reto de los profesores que tengo en Mendoza; también tengo amigos enólogos y cada vez que voy para allá me retan porque no entienden que no le ponga metabisulfito para que no se me eche perder, pero yo quiero tomar vino sano”, reveló.
“Sólo le ponemos metabisulfito en la molienda que es lo más peligroso dado que ahí viene del campo con la tierra y con más cosas. Ahí sí le ponemos una pequeña porción y después no le ponemos más nada. Y lo envasamos sin nada y hasta el momento no tuvimos problema”, aclaró.
Para elaborar su preciado vino, Rossi se hace traer la uva en cajones, dentro de camiones frigoríficos desde Mendoza. “Tenemos cámara dentro de la planta hortícola, entonces yo las descargo ahí un par de días para que nivelen la temperatura y así el proceso de fermentación se hace de modo parejo. Luego hacemos una primera fermentación que dura entre 10 a 15 días hasta que llegue a cero el nivel de azúcar y se convierta en alcohol, y le sigue una segunda fermentación llamada maloláctica, que convierte los ácidos málicos aportando más suavidad al vino, lo cual lleva un proceso de 20 a 30 días.
-¿Y la guarda en tanques plásticos va bien?
-La idea es dejar el vino hasta fin de año y que pase el proceso de la primavera que es donde puede haber algún rasgo de fermentación, aunque rara vez puede ocurrir porque tiene dos fermentaciones. Entonces para fin de año recién embotellamos los vino de guarda y los guardamos en la cava- respondió.
“El del vino es un hobbie con un desafío, como todo. En este caso es por amor propio ya que no quiero competir con nadie. Yo compito conmigo mismo; si el vino sale bueno yo me quedo muy contento”, dice Roberto, que ya está pensando en implantar 1 hectárea con viñedos, también como desafío, para probar cómo pintan las vidas en su lugar.
“Ya hice un almácigo de malbec y ya todos me están diciendo que no va a funcionar acá, pero igual ya empecé a preparar el lote. Reconozco que no es negocio hacer un viñedo de una hectárea pero bueno, es un desafío a ver si de acá podemos también sacar un vino bueno”, dijo confiado.
¿Y cómo se llama su bodega? Roberto nos dijo que no tiene nombre todavía, pero en broma arriesgó: “Tambovino Rossi”, en honor a aquella vieja fosa de tambo familiar que hoy es una bodega de guarda de vinos que, por ahora, sólo se disfrutan entre buenos amigos.