Acompáñennos a ver esta triste historia. Había un sector en un país muy muy pobre, llamado Argentina, que, increíblemente, gozaba de una prosperidad envidiable porque del otro lado del mundo cientos de millones de chinos se acostumbraron a comer carne todos los días.
Los frigoríficos bovinos de este país tan tan pobre trabajaban a toda máquina para cumplir con los pedidos de los chinos, entre otros compradores, claro, hasta que un día el señor de la comarca decidió que no podía haber gente tan próspera entre tanta miseria. Y decidió hacer algo al respecto.
Así fue como prohibió primero las exportaciones de cortes bovinos y luego las restringió. Y se cumplió su propósito. Fin. Pero acá no termina la historia, porque los chinos, si bien comenzaron a recibir menos carne proveniente de la Argentina, cambiaron rápidamente de proveedores y uno de los beneficiados fue Uruguay.
Ya contamos con los números oficiales disponibles del primer bimestre completo de la intervención del mercado cárnico instrumentada por el presidente Alberto Fernández y –ninguna sorpresa– los frigoríficos uruguayos comenzaron a facturar mucho más que sus pares argentinos.
En junio y julio pasados los ingresos de divisas generados por las exportaciones de carne vacuna uruguayas fueron de 400 millones de dólares FOB, mientras que en ese mismo período la cifra argentina fue de 327 millones de dólares, un 18% menos, cuando antes de la intervención el sector frigorífico argentino superaba a su par oriental. En billetes, estamos hablando de una diferencia a favor de Uruguay de 73 millones de dólares (nada mal para una nación con una población de 3,5 millones de habitantes).
La autoflagelación comercial argentina benefició a Uruguay por partida doble. Por un lado, abrió nuevos canales comerciales en el mercado chino ante el lugar de dejó libre la Argentina. Por otro, aprovechó el alza de precios promovida por el “cepo cárnico” instrumentado por el presidente Alberto Fernández, quien, como lo fuera tiempo atrás el ex secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, es ahora el nuevo ídolo del sector cárnico uruguayo por las enormes oportunidades creadas.
El “cepo exportador” aplicado por Fernández generó problemas importantes para los chinos, quienes, al depender de manera creciente de los alimentos importados, entienden que una restricción comercial unilateral por parte de uno de sus proveedores es un atentado contra su propia seguridad alimentaria.
Casualmente, la Consejería Agroindustrial de la Embajada Argentina en China acaba de publicar un informe sobre el mercado de importación de carne vacuna en la nación asiática, en la cual se observa que, antes de la intervención, Argentina era, detrás de Brasil, el segundo proveedor de carne vacuna congelada.
El tercer lugar del ranking es ocupado por Australia, nación con la cual el gobierno chino mantiene un disputa política y está restringiendo las importaciones de varios productos agroindustriales de ese país, uno de los cuales, precisamente, es la carne vacuna.
Nueva Zelanda y Uruguay están en cuarto y quinto lugar y son ciertamente los principales ganadores de la autoflagelación argentina, dado que la capacidad exportadora del líder, Brasil, ya está trabajando al límite de sus posibilidades.
EE.UU, por su parte, puede aportar algo, pero no mucho, porque la industria cárnica exportadora estadounidense está diseñada para abastecer mercados de alto valor, tales como Japón, Corea y Taiwán, además de los mercados “naturales” de México y Canadá con los cuales comparte una zona de libre comercio.
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