Por Jeremías Drobot (@JereDrobot).-
Los equipos de “chacra” que se utilizan en la Argentina agrícola actual se resumen en tractores, sembradoras, pulverizadoras, cosechadoras y tolvas para hacer el traspaso de granos del lote al camión.
Esta simplificación se comenzó a dar en la década de los ‘90, con la irrupción de la Siembra Directa de la mano de la soja resistente al glifosato. Sin el control total de malezas con un herbicida hubiera sido imposible que la directa tenga éxito, ya que le pelea contra la malezas hasta ese momento la daban los “fierros”. Pero los arados, rastras, escardillos, cinceles, rotovators, vibrocultivadores, etcétera, pasaron a ser chatarra de la noche a la mañana.
La “cama de siembra” que había que armar con varias pasadas de tractor dejó de ocupar el tiempo del chacarero, que ahora se las arregla con una única sembradora bien equipada.
Centenares de fábricas nacionales de los más variados fierros tuvieron que aggionarse y fabricar solo estas súper sembradoras. Es allí donde se introduce el concepto de “tren de siembra”, en el que cada equipo no solo está compuesto por cuerpos horizontales, sino que también vienen herramientas independientes -una adelante de la otra- que cumplen diversas tareas.
Primero trabaja la cuchilla labrasurco. Para que esta funcione bien debe cortar el rastrojo de forma limpia, sin enterrarlo, y abrir el surco (con la profundidad deseada) dejando suelta la tierra dentro para que la semilla pueda germinar sin problemas. La cuchilla Turbo es la que usa el 70% de los chacareros.
Luego llega el turno del cuerpo que deposita la semilla y el fertilizante (antes era otra la máquina debía fertilizar luego de la siembra).
Por último terminan el trabajo los tapadores y compactadores.
En promedio, cinco pasadas fueron resueltas en una. Resultó considerable el ahorro de combustible logrado, pero además se dieron por terminados los problemas de erosión (hídrica en suelos pesados y eólica en suelos sueltos) y de compactación por el elevado tránsito de maquinaria que exigía el famoso “piso de arado”.
La SD en la agricultura mundial no se ha desarrollado con la vertiginosidad y aceptación que tuvo en nuestro país, donde actualmente el 93 % de la superficie agrícola se trabaja bajo este sistema.
Estados Unidos tiene la mayor superficie mundial con directa, pero solo representa 25% de la superficie agrícola de ese país. En Brasil, en tanto, la SD ocupa 70% de su área agrícola. En la Argentina, en cambio, descolla.
Es por eso que aquí todos los fabricantes se debieron concentrar en estas sembradoras, haciéndolas con ciertas modificaciones según los tipos de suelos. Las máquinas terminaron siendo “a medida” de cada zona agrícola argentina.
Por esto, a diferencia de lo que sucede en tractores y cosechadoras, nunca fueron considerables las importaciones de sembradoras, abasteciéndose el mercado con firmas nacionales (una sembradora brasilera o americana puede que traiga más problemas que soluciones).
Cabe destacar y felicitar a las firmas que dieron los primeros pasos en la adaptación de las sembradoras. Guiados por aquellos locos pioneros que ya se juntaban en 1977 en el INTA Marcos Juárez, fueron Agrometal, Migra, Gherardi y Schiarre, las primeras fábricas que destinaron tiempo y esfuerzo a estas adaptaciones.
Según un relevamiento del INTA, actualmente el mercado argentino de sembradoras está compuesto por 65 empresas. De ellas, 28 comercializan el equipo terminado y 37 son agropartistas.
De las que comercializan las máquinas, el 73% de las fábricas son santafesinas, 16% bonaerenses y 11% cordobesas.
El 70% del “market share” lo ocupan 7 firmas, pero todavía así resulta la categoría de maquinaria nacional más atomizada.
En cuanto a las ventas, en 2017 se continuó con el ritmo de crecimiento que ya se había manifestado en 2016. Se colocaron 2.300 sembradoras, contra 2.040 equipos del año anterior.
Cabe destacar que, aunque mejorando, no son estos los mejores números logrados por las sembradoras desde la irrupción de la SD allá por ‘94. Con aquel “boom” en 1996 se logró un récord de 6.176 sembradoras.
Pero las cifras actuales destacan porque 2015 fue el peor año en ventas, con solo 1.137 unidades. Se debió al estancamiento de la agricultura dado por la escasa siembra de gramíneas por las malas políticas. Se tocó fondo.
Ahora que de a poco el mercado se recupera, para el INTA la reposición ideal anual debería ser de unos 3.000 equipos, considerando su amortización. El parque actual ronda las 40 mil máquinas, con una antigüedad promedio de 12 años.
Igualmente, a pesar de todo lo expuesto, las unidades importadas en el último tiempo han marcado una luz de alerta para los fabricantes. El año pasado fueron 90 los equipos de siembra que ingresaron desde el extranjero. ¿Habrá sido porque muchas empresas se achicaron con la crisis para poder sobrevivir y luego no pudieron reaccionar a tiempo para abastecer la demanda explosiva local? La capacidad ociosa de los fabricantes durante 2015 fue del orden del 40%.
Cierto es también que ha crecido mucho el volumen de importación de agropartes de precisión, sobre todo de Estados Unidos. Las sembradoras ya no son puro fierro, tienen mucha electrónica aplicada a la precisión.
En cuanto a la exportación de equipos argentinos, el año pasado solo se ubicaron 51 modelos en el exterior, por un tema de costos y de tipo de cambio. Cabe mencionar que son más de 28 países los que ponderan nuestras máquinas y que en algún momento las han venido a buscar.
Para 2018, en este contexto, se espera que siga el crecimiento, porque hay muchos productores que continúan con la necesidad de recambio. Fueron mucho los adelantos de los últimos años que hacen a la precisión de siembra y por ende, al ahorro de recursos. La siembra de maíz y trigo, además, siguen en franca remontada. También se espera que haya venta de equipos para la siembra de cultivos no tradicionales, como el algodón, maní y legumbres.
En cuanto a tendencias, las máquinas de dosificación “a chorrilo” van quedándose en la historia, siendo las de monograno las que se elijan para todos los cultivos. El productor desea sembrar todos los cultivo con la misma máquina y adaptarla de grano grueso a grano fino.
Para Mario Bragachini de INTA Manfredi, “los fabricantes que en el 2020 no ofrezcan una sembradora con tren cinemático, que se mueva por distribuidores de forma eléctrica y guiados por softwares inteligentes, quedarán fuera del mercado”.
Una tendencia mundial es la de aumentar la velocidad de siembra, en Estados Unidos y Europa se ha llegado a 12 km/hora y hasta 15 km/hora sin problemas. Pero para el INTA, bajo siembra directa y con las irregularidades del terreno, en nuestro país será imposible que se superen los 8 km/hora, sobre todo siendo precisos en la siembra.
Muy buena nota, felicito al autor por la calidad de su análisis.