La agrónoma Ana Escarrá es una de las investigadoras más veteranas del universo de la papa. No lo decimos por su edad sino porque empezó a trabajar en la multiplicación in vitro de este tubérculo cuando Argentina todavía dependía de la importación de semilla para poder producir a gran escala ese alimento. Ahora Ana mantiene una colección de más de 200 variedades dentro de un laboratorio escondido entre las calles de Mar del Plata, que resulta de vital importancia para que la Argentina pueda autoabastecerse de papa semilla.
¿La papa se siembra desde una semillas? Este es uno de los grandes misterios que Bichos de Campo pudo develar cuando visitó el laboratorio Diagnósticos Vegetales SA, que Escarrá fundó a mediados de la década de 1980, cuando -aunque suene raro- nuestro país todavía dependía de semillas de papa que se traían de países como Holanda y Canadá, y que luego se multiplicaban en el país.
No, la planta de papa no nace de una semilla convencional. Se habla de “papa semilla” para referirse al primer pequeño tubérculo del cuel surgen los nuevos brotes y que, según la variedad, puede tener de 13 milímetros a 7 centímetros. La papa semilla incluso se multiplica varias veces antes de que se entreguen los plantines a un productor comercial. De esta forma, si en un primer año se siembra sólo una hectárea, lo cosechado permitirá sembrar 10 hectáreas al año siguiente, 100 en el tercero año, y así.
“Entre los años 1982 y 1985 sucedió una revolución donde empezaron a usarse nuevas técnicas para la obtención de material sano, es decir de una papa libre de todo”, explicó la ingeniera agrónoma. Una de esas técnicas fue la micro-propagación en cultivos in vitro, que permitió sanear las papas. Es la técnicoa que se aplica desde entonces y hasta ahora en el laboratorio que lidera Escarrá. Diagnósticos Vegetales SA también dispone en la vecina localidad de Santa Clara de varios viveros para hacer una primera reproducción de la papa semilla, y poder abastecer así a las empresas multiplicadoras.
“En 1985 se crearon las zonas semilleras de Argentina, que están destinadas exclusivamente a la producción de semilla de papa. Son zonas limpias porque no tienen una historia previa de cultivo de papa, y están a salvo de patógenos. Allí podés llegar con una semilla y multiplicarla en condiciones sanas”, contó la investigadora.
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Algunas de esas zonas se han vuelto muy conocidas, como el cordón papero de la provincia de Buenos Aires. En los partidos de San Cayetano y Tres Arroyos, por ejemplo, se cultivan 2.500 hectáreas de papa semilla por año. En Mendoza, Tucumán y Catamarca también se produce esta semilla.
En el laboratorio se trabaja con un banco de germoplasmas de papa, lo que en castellano se traduce como una colección de variedades de papas. Ana es la coleccionista. “Tenemos más de 200 variedades. En el país están presentes entres 30 y 40 de ellas. Cuando alguien pide alguna, arrancamos un proceso de multiplicación, primero in vitro para de una planta hacer miles, y luego se ponen en un invernáculo en condiciones cuidadas para obtener las pequeñas papitas. Esa es la primer semilla que va a campo”, señaló Escarrá.
En esos invernaderos trabaja el ingeniero agrónomo Martín Seijó, que no solo debe impedir la entrada de patógenos sino también evitar que las variedades se mezclen. Pero claro, para un especialista las diferencias son más fáciles de reconocer.
“Con cada variedad el tubérculo cambia el color de su carne, el tamaño, la forma, el color de la piel, sus requerimientos nutricionales y sus ciclos. Como de acá salen tantas, nosotros tenemos que ordenarlas en función de que las que estén dentro de cada invernáculo sean lo más similares posibles”, detalló Seijó a Bichos de Campo.
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¿Y por qué es tan importante la rigurosidad en los cuidados? Porque aunque no lo parezca, hay muchas enfermedades que aquejan a las papas, y que incluso a veces no generan ningún tipo de síntoma visible. De hacer estos diagnósticos también se encargan los investigadores de este laboratorio, que además de certificar semillas de papa libres de patógenos, reciben muestras de tubérculos o de hojas para analizarlos.
“Tenemos determinados tests serológicos de anticuerpos específicos para distintas enfermedades. Hay de todo, las virológicas son las que más comúnmente tratamos acá. Hay fúngicas, bacterianas y también cuestiones fisiológicas como el estrés hídrico y la caída de granizo”, explicó Damián Caccaviello, biólogo especializado en análisis de papas.
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Damián agregó que también pueden aparecer enfermedades ligadas a la post cosecha, por el tipo de manipulación y almacenamiento que se les da.
-Si hay una historia tan rica de mejoramiento de papas… ¿por qué siempre vemos la misma papa en las verdulerías?- le preguntamos a Escarrá.
-Hace mas o menos 40 años ingresó al país una variedad que se llama Spunta, que es muy bonita, se multiplica muy bien y tiene un buen cultivo en muchas zonas del país. Se adaptó rápidamente y desplazó a las otras de origen nacional. Quien trabajaba con papa empezó a preferirla. Hoy podemos darnos cuenta de que hay sabores diferentes, propiedades diferentes para distintos fines en la cocina y tenemos una oportunidad muy buena de llevar al mercado productos muy diferenciados.
La investigadora también destacó también el hecho de que Argentina ya no importa papa semilla sino que la exporta y lo hace en muy buenas condiciones sanitarias. A esto sí deberían llamarlo como “soberanía alimentaria”.
-¿Tenemos algún plan para convertirnos en país semillero?
-Tenemos muchas ganas. Hay productores que tiene la vocación de ser productores de semillas y trabajan durísimo en todo lo que es acuerdos sanitarios. Lo que hace falta es tener una mayor capacidad de llegar con muchas papas y semillas a los distintos mercados.
-¿El desarrollo de una papa transgénica nacional, como la que ya se aprobó, es bueno o malo?
-Es un impedimento. Los transgénicos de papa no tienen un lugar en el mercado internacional porque el consumidor los rechaza. Los transgénicos en si no tienen buena prensa en ningún lugar del mundo.
-¿Por qué lo hace más complicado?
-Los productos tienen que estar libres de transgénicos como exigencia para las industrias y las semillas que vendemos al exterior. Nos parece una amenaza para un país que tiene un potencial y una capacidad exportadora muy importante. Todas las cuestiones que se resuelven por transgénesis se pueden resolver también por otros métodos. Para qué arriesgarnos.
-¿Te sentís importante vos y tu laboratorio para la cadena de la papa?
-Sí. Fuimos innovadores, ayudamos a ese inicio de la producción de semilla de papa sana en Argentina y hoy estamos junto al sector y a los organismos de investigación siguiendo la historia. Me animo a decir que somos un eslabón importante.
-¿Qué te atrae de la papa?
-Es apasionante. Es muy amplio en todos sus aspectos. Desde que es un vegetal que hay que cuidar mucho, porque tiene una cantidad de patógenos que inciden, hasta el manejo sanitario. Es apasionante ver cómo se produce.