Si queremos indagar sobre piscicultura (cría de peces) y acuicultura (cría de peces, moluscos, crustáceos y plantas) seguramente aparezca en la búsqueda el nombre de Eduardo Catania. Sus más de 40 años dedicados a una actividad poco fomentada en Argentina, pero con mucho potencial, lo hacen insistir en que es posible que todos coman peces criados de este modo en el país.
En una visita realizada por Bichos de Campo, Catania nos llevó de recorrida por sus estanques en San Vicente, al sur de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Allí montó su emprendimiento de acuicultura y acuaponia en 1984 para criar truchas, pejerreyes y tilapias.
De mente inquieta pero apasionada por la actividad en la que se especializó, Catania es también docente y creó la Escuela de Acuicultura Productor Acuicola, de cuya cursada de 12 meses de duración se puede obtener un diplomado anual de Acuicultura Controlada para la Producción de Organismos Acuáticos con Acuaponia, con clases virtuales que luego se pueden complementarse con pasantías y prácticas en el establecimiento de Catania.
Mirá la entrevista completa a Eduardo Catania:
Catania está convencido de que la acuicultura está llamada a convertirse en la principal actividad de producción de alimentos de origen acuático en el mundo. La acuicultura aporta aproximadamente el 50% de los productos de origen acuático de consumo humano y todo parece indicar que este porcentaje se ira incrementando, debido a que la actividad viene creciendo de forma sostenida, mientras que la producción pesquera se ha estancado.
“Llegué a San Vicente en 1984, pero ya me dedicaba hacía tiempo al cultivo de peces; lo que pasa es que era costoso alquilar campos cada vez que se vencían los contratos. Entonces agarré una pala, empecé a hacer zanjones y comencé a cultivar peces acá”, recordó.
De formación aeronáutica en La Armada, Catania supo tener también una fábrica de muebles, pero dejó todo para dedicarse de lleno a los peces. “Como era joven en ese momento me importaba hacer lo que me satisfacía más y no pensaba tanto en la cuestión económica. Estudié biología de peces, química, física y todo lo relacionado a la acuicultura. Y de a poco fui armando acuarios y reproduciendo peces”, indicó.
Acerca de su pasión paralela, la docencia, Catania dijo que “mi problema es que me hice viejo y sinceramente necesito vivir 60 u 80 años más para poder enseñar y seguir aprendiendo. Me duele en el alma envejecer y no poder seguir transmitiendo lo que descubrí y sigo descubriendo”.
El especialista describió que lo que armó en su establecimiento es “un circuito único en el mundo. No tenemos efluentes. Alimentamos a los peces con un balanceado que fabricamos y los desechos, que antes se liberaban al ambiente, ahora van a un sistema de piletas aeróbicas y anaeróbicas, que transforman todos esos desechos, por medio de biodigestores, en energía eléctrica o calórica y nutrientes para la planta”, en referencia al biofertilizante obtenido como subproducto que se emplea para nutrir a cultivos hidropónicos.
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Por otra parte, Catania destacó que la conversión del alimento balanceado en carne de pescado es muy eficiente. “Con la acuicultura se produce carne de modo eficiente y con la ventaja de que se trabaja sobre metros cúbicos hacia arriba y con densidades muy elevadas, mientras que cualquier otra producción animal se mide por superficie”, explicó.
El productor acuícola manifestó que “en un metro cuadrado podemos producir una tonelada de pescado por año y esto gracias a que trabajamos con una columna de agua de dos metros de altura. Es difícil que por metro cuadrado de superficie una producción como la de pollo pueda producir la misma cantidad de carne”.
Argentina come pescado pero no en la medida en que lo hacen en otras partes del mundo. El Departamento de Pesca y Acuicultura de FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) informa que en el mundo se consumen 20 kilos por persona por año, mientras que en la Argentina se consumen apenas 9 kilos. “Somos un país netamente exportador de pescados de captura; el pescado tiene mercado afuera, pero puertas adentro se podría consumir más si se le diera mayor difusión”, insistió Catania.
“Creo que es una actividad de la que suele conocerse poco y a la que se le ha prestado poca atención, y tampoco se ve mucha ayuda por parte de municipios y del gobierno”, confesó. Y aunque aclaró que el actual ministro de Agricultura, Luis Basterra, presentó en sus tiempos de diputado un proyecto de Ley de Acuicultura (Ley 27.231), que fue aprobado, lamentó que provincias como Buenos Aires no adhirieran al mismo.
De todos modos, el año pasado Basterra y el subsecretario de Pesca y Acuicultura, Carlos Liberman, tomaron la decisión de darle jerarquía a la Acuicultura argentina, no sólo a través de la creación de una Dirección Nacional específica para el sector, sino también por medio de aportes reintegrables (créditos específicos) y no reintegrables (subsidios) para personas humanas o jurídicas que desarrollen la actividad de acuicultura por hasta un máximo de 1000 toneladas anuales.
“Eso sucede porque no se presta atención, se decide afrontar otro tipo de dificultades y entonces va quedando relegada la acuicultura, sin saber que esto puede producir mucho ya que no sólo obtenemos pescados sino también plantas, con la ventaja de que no cultivamos sólo por metro cuadrado sino también de forma piramidal, lo que nos permitiría duplicar la producción en una misma área”, expresó el especialista.