Ya sabemos que los reclamos realizados por los representantes gremiales del agro argentino ante las autoridades de los ministerios de Agricultura y de Desarrollo Productivo no condujeron a nada en lo que respecta a los pedidos realizados para que se desactive el cierre de exportaciones de carne vacuna.
Así que en Bichos de Campo decidimos probar algo diferente y consultar a mujeres que aman y se dedican a la actividad ganadera para que expliquen en primera persona cuál es su opinión sobre la medida tomada por el presidente Alberto Fernández.
Si los hombres no pudieron lograr algo al respecto, quizás entre mujeres puedan entenderse mejor porque, en definitiva, detrás de la decisión tomada por Alberto Fernández se evidencia la impronta política de Cristina Fernández de Kirchner.
Clementina Oliva Steed es una joven productora ganadera de Virasoro, Corrientes. Con 25 años se dedica a criar vacas de raza Brangus Colorado. La cabaña familiar se llama La Higuera y comenzó un par de años antes que naciera Clementina, con su abuela al frente.
“De nuevo tenemos que poner sobre la mesa argumentos como del tipo que la carne que exportamos no es la que consumen los argentinos. La realidad es que ahora no sabemos dónde colocaremos ese 30% del total de nuestra producción de carne que mandábamos al mercado externo”.
“La decisión que se tomó es netamente política e implica cerrar las puertas al exterior, algo que nos costó muchos años como espacio productivo, empresarial y también a nivel Estado”.
“El hecho de tomar una decisión tan drástica y sin argumentos firmes nos hace ver que el gobierno se queda detrás del escritorio sin mirar todo el circulo productivo, pasando por el empleador rural, los empleados y sus familias”.
Carito de Faveri es productora ganadera de la Cuenca del Salado y asesora de doce empresas pecuarias localizadas en las localidades de Saladillo, Tapalqué, 25 de Mayo, Monte, Lobos, Las Flores y Mercedes.
“Esto no sólo perjudica en forma exclusiva al sector ganadero, sino que compromete a todo el sector agroindustrial y se ponen en riesgo miles de puestos de trabajo en un país como Argentina que ya no tiene resto”.
“Estas medidas no son más que una muestra de la irresponsabilidad y de la improvisación de las políticas sectoriales, con una visión de corto plazo y electoralista. Se interviene en una producción que demora muchos años en lograr un producto”.
“Lo que el consumidor no sabe es que a mayor exportación, menor precio interno, es decir, a la mesa de los argentinos llegaría un precio más accesible si pudiéramos exportar más. Los cortes que hoy no se dejan exportar no se consumen en el mercado interno. A la larga esto reducirá el stock de bovinos y aumentará el precio de la carne”.
Patricia Gorza, además de productora ganadera de la localidad bonaerense de 9 de Julio, es una de las coordinadoras del espacio Mujeres Rurales Argentinas.
“Sabiendo cómo fue la historia cuando se cerraron exportaciones en 2006, cerrar de vuelta un mercado que nos genera divisas genuinas y en medio de una situación de pobreza tan grande a nivel país, es inentendible”.
“No tenemos políticas públicas para hacer crecer nuestro sector productivo, poder exportar más y tener mayor producción para el consumo interno. Por el contrario, caemos en estas medidas coyunturales que lo único que hacen es denigrar la voluntad de los productores de seguir creciendo e invirtiendo en ganadería”.
“Desde que la vaca está lista para ser entorada hasta que ese ternero nace, nueve meses después, y termina en el gancho de una carnicería, pasan cuatro años, es decir, la cadena productiva demora todo un mandato presidencial en completar ese ciclo”.
“Este problema de los altos precios de la carne en el mostrador no lo vamos a solucionar hoy, mañana ni pasado cerrando las exportaciones; lo que necesitamos son políticas de largo plazo para solucionar de una vez por todas esta situación que se da de modo cíclico”.
Mónica Schmale, productora ganadera de la zona bonaerense de Castelli, es presidenta de la Asociación Argentina de Criadores de Limousin.
“Teníamos 300 hectáreas exclusivamente agrícolas, pero cuando vimos que empezaba a mejorar la ganadería destinamos esas tierras a sembrar pasturas para poder tener más vacas. Comenzamos a guardar las vaquillonas y sentíamos que mejoraba el negocio”.
“Gracias a las exportaciones y al atractivo de China por la vaca de descarte, que acá no valía nada, es que pudimos hacer nuevas inversiones en el campo, sobre todo en genética e instalaciones. Por eso siento que esta medida del gobierno nos mató”.
“Es una desilusión cuando venís tan embalada, con un trabajo que te apasiona y con un buen equipo de trabajo. De todos modos, quiero ser optimista y pensar en que van a rever la medida, que parecería ser más de tinte electoralista; si no es el caso, se achicarán los rodeos y, por ende, a la larga el precio de la carne subirá porque habrá una menor oferta de animales”.
Tiziana Prada es productora de la localidad correntina de Colonia Carlos Pellegrini y presidenta de la Asociación Braford Argentina. “Esta medida es totalmente regresiva y la repudio absolutamente en medio de tantas crisis económicas y sociales que vivimos en la Argentina. Esto implica la pérdida de puestos de trabajo, cierre de empresas, desaparición de productores, aumento en los precios de la carne, pérdida del stock ganadero, pérdida de divisas para el país y pérdida de mercados y de seriedad y confianza internacional”.
“Creo que en este momento es más válido que nunca reforzar la idea de que el campo no es un enemigo, sino uno de los motores del país. Acá el problema pasa por la inflación, que se come nuestros salarios y por los impuestos que matan a las empresas”.
“El gobierno no conoce el contexto y su industria y comete negligencia por lo que implica la cantidad de empleo y arraigo que genera la cadena de la carne bovina desde el norte argentino hasta la Patagonia y de este a oeste del país; donde hay vacas, hay una familia que las cuida”.
“Hay más de 260.000 puestos de trabajo asociados a la producción primaria en torno a la carne bovina que se ven comprometidos con la medida, es decir, establecimientos de cría, recría, invernada, feedlots y otros servicios”.
“En nuestra zona somos netamente ganaderos, tenemos cabaña donde hacemos cría y recría de Braford sobre 4500 hectáreas, y todo nuestro campo está declarado como refugio de vida silvestre; trabajamos de manera sostenible con el ambiente. Pero este tipo de medidas no hace más que desincentivarnos”.