El valle de Traslasierra –cuyo nombre real es “valle de San Javier”-, en la provincia de Córdoba, se halla a una altitud que va de los 500 hasta los 1150 metros sobre le nivel del mar. Tiene sol durante 300 días del año, con clima seco y buena amplitud térmica. Seguramente por eso cuenta con una larga tradición vitivinícola, que se originó partir de la década de 1960 y que duró apenas 20 años. Incluso en Villa Dolores hubo una gran bodega, donde hoy funciona la terminal de ómnibus.
Aquella etapa terminó en agosto de 1978, cuando se levantaron las últimas vides en el valle, según cuenta el ingeniero agrónomo Franco Tomaselli, cuyo abuelo, abuela, padre y tres tíos llegaron a esa región desde Viarago, provincia de Trento, Italia, en 1949. Su familia se radicó en el valle, huyendo de la guerra y del hambre.
Su abuelo Alfonso plantó vides y más tarde tuvo plantaciones de tabaco, en villa Las Rosas, que llegó a ser capital del tabaco. Pero luego las tabacaleras se retiraron de la zona, entre ellas Nobleza Picardo. En esa época, la empresa familiar ya estaba a cargo de Pedro, el papá de Franco, que decidió apostar a las hierbas aromáticas, llegando a ser uno de los mayores productores de orégano. Sus tíos hoy continúan con esa actividad.
Franco vive en Bell Ville, capital del departamento Unión, también provincia de Córdoba. Se recibió de ingeniero y hasta hoy se dedica a asesorar a empresas agropecuarias de ese departamento. Pero de niño llegó a ver a su abuelo en sus últimas vinificaciones y vendimias, y eso le quedó en su sangre y sus ojos. Toda la vida mantuvo el sueño de volver a ver esa noble actividad en ese mismo valle.
Se conoció con Nicolás Jascalevich -pionero de la recuperación de la viticultura en el valle, con su propia bodega El Noble, donde cultiva cepas de malbec, cabernet, syrah, merlot y tannat- que se había capacitado en Francia e Italia, y se asoció con él para emprender la actividad con viñedo y bodega propios, a la que llamaron Viarago.
En el año 2011 colocaron 4000 plantas en una hectárea y media, al pie del cerro Champaquí, ubicada en el kilómetro 127, sobre la Ruta Provincial 14, en el paraje Las Chacras, municipio de Villa Las Rosas, a 980 metros de altitud. Y en 2016 montaron la bodega en el predio original de la familia de Franco, restaurando y agregando nueva tecnología, claro. El lugar está ubicado a 30 cuadras de la plaza principal de Villa Las Rosas, que hoy es zona urbana. Ese mismo año editaron su primer vino.
El comienzo no fue fácil. Tuvieron que arrancar en una zona que no tiene la potencia vitivinícola de Mendoza o de San Juan. Los de Traslasierra son viñedos serranos con suelo y clima diferente del tradicional. Utilizan la técnica de espaldero alto, realizan riego por goteo y colocan malla antigranizo. Extraen el agua de una perforación sobre piedra maciza, de 115 metros de profundidad. Vendimian o cosechan en verano, vinifican en otoño e invierno, y embotellan en primavera.
Ellos producen vinos con cepas malbec y cabernet sauvignon. Y elaboran tres líneas: un Malbec del año, con algo de duelas de roble, un Blend de Malbec y Cabernet Sauvignon, en el que difiere el porcentaje de cada uno según la cosecha; y un Malbec Reserva estacionado durante 12 meses en barricas de roble, que recibió la medalla de oro del Consejo de Enólogos de San Juan. Están preparando un Cabernet, que aún madura en las barricas.
Este año ya han producido más de 7000 botellas (son productores “artesanales” porque no llegan aún a superar las 20.000). En el decir de la sommelier Mariana Boero, son “vinos de colores intensos con mucha fruta en nariz, bien expresivos y paso por boca con taninos suaves pero presentes, acidez media; vinos fáciles de beber”.
Con el tiempo apostaron al enoturismo. Las cuatro regiones del Camino del Vino de Córdoba, son: Calamuchita, Traslasierra, Centro y Norte, recorriendo un total de 17 bodegas, de las cuales 7 están en Traslasierra. Sostiene Franco que se preocupan con Nico, su socio, de reivindicar las tradiciones de los que los antecedieron en el valle, en la actividad, apostando a la calidad en la vinificación, aprovechando las virtudes del clima, el suelo, la gente -de gran calidad humana- y ejerciendo buenas prácticas agrícolas, porque aman el lugar y les apasiona la cultura viñatera.
Por eso fueron dándose cuenta de que lo que debían ofrecer al turista era el producto con su historia, convencidos de que al transmitirles su propio amor, su pasión, la gente se enamoraría también de todo ello. Hoy, por ese motivo, el 95% de sus ventas, son al mostrador, a quienes visitan la bodega, todos los días, menos los domingos. Son pocos los que bajan a comprar al paso, sino que la mayoría, compra después de recorrer todo y escuchar la historia. En esas visitas ofrecen una degustación en 4 pasos, con quesos artesanales de productores de la zona, que pueden ser de vaca como de cabra.
Franco les muestra la vieja maquinaria que usó su abuelo y el sótano que construyó para protegerse de posibles bombardeos, a causa de su trauma por la guerra en Europa, y las visitas se van sumergiendo en su historia familiar, que tiene mucho de sacrificio, porque hay que estar de sol a sol recolectando las uvas en pleno febrero, o tratando de clavar la pala en la tierra, en pleno invierno, luego de mucho tiempo sin llover, explica Franco.
Franco y su socio Nicolás sueñan con llegar a un momento tal que el país y el mundo identifiquen claramente al vino del valle de Traslasierra, con su denominación de origen controlado (DOC), y que eso sea motivo de orgullo de todos los cordobeses. Proyectan incorporar una fracción de tierra, contigua a la bodega, para sumar unas 1500 vides, agrandar la sala de barricas e incorporar más barricas para aumentar la producción de vinos Reserva. Mientras, están planeando llevar a los turistas al viñedo original, que dista a 5 kilómetros de la bodega, a degustar los vinos al atardecer al pie de la montaña.
Estos tenaces emprendedores están enamorados de ese majestuoso paisaje, en el que ya son parte de una historia memorable que va más allá de la vinicultura, de quienes apuestan al trabajo y agregan valor que, en definitiva, es la gloria humana universal de cultivar y hacer cultura, algo fundamental que nuestro país y el mundo no deben perder.
Elegí obsequiarles una bella canción de un artista bien puro de Traslasierra: “La vuelta larga” o “pata pata” de y por José Luis Aguirre, en su disco Chuncano.