Frente a la suba de los precios de la carne vacuna, que fue más de 75% en 2020 y continúa este año, y la consecuente caída de la demanda de dicho alimento por parte de los argentinos, uno de los argumentos preferidos de los integrantes de la cadena bovina es que ese tipo de proteína animal, cuando se achica el consumo, encuentra un buen sustituto en las otras dos carnes más producidas por la Argentina: la carne porcina y la de aves.
“Comemos menos carne vacuna, pero gracias al pollo y el cerdo el consumo promedio de proteínas animales sigue estando en los valores históricos”, se esfuerzan en explicar los dirigentes del sector, sobre todo cuando intentan evitar restricciones a la exportación u otras medidas indeseadas por parte del Gobierno. En este esquema, las carnes alternativas han venido reemplazando con suficiencia la caída del consumo de carne vacuna, que ha sido violenta como consecuencia de la fuerte suba de precios.
“Sumando las tres carnes, superamos los 100 kilos de carnes por habitante y por año”, se esfuerzan más los representantes de la cadena de ganados y carnes. Según esta visión, no hay demasiado de qué preocuparse.
Habría que encender -al menos- las luces de alerta. Si tomamos los datos oficiales del primer bimestre de 2021 esto ya no sería tan as, pues el consumo aparente acumulado de las principales carnes quedó arañando esos 100 kilos per cápita por primera vez en la historia.
La suma de las tres carnes sumó 98 kilos por habitante y por año.
El consumo aparente de carne vacuna se ubicó en lo que va del año en menos de 45 kilos anuales por habitante. En este caso, el Ministerio de Agricultura ya publicó los datos del primer trimestre, que muestran una recuperación desde los apenas 41 kilos registrados en enero a más de 48 kilos en marzo pasado. Pero el promedio no miente y se ubica por ahora en 44,98 kilos.
La contracción contra el año pasado ha sido de nada menos 9%. Se han perdido aquí 5 kilos anuales por habitante de consumo respecto del primer trimestre de 2020. Eso es consecuencia directa de la suba de los precios internos del alimento. Los argentinos podemos comprar menos carne vacuna y por suerte los saldos que quedan pueden ser canalizados hacia la exportación.
En el caso de la carne de pollo, a la que muchos ven en el corto plazo superando a la carne vacuna, nada parece ser así por ahora. Los últimos datos oficiales -correspondientes al primer bimestre- muestran un consumo aparente por debajo de los 39 kilos anuales por habitante, con un retroceso de 4 kilos (el 10%) en relación al mismo periodo del año pasado.
En ese mismo primer bimestre, la carne porcina tampoco ha podido hacer mucho mérito por reemplazar la caída de la carne vacuna. Según los datos oficiales de este primer bimestre de 2021, cada argentino ha consumido 14 kilos por habitante, anualizados. También aquí hay una retracción, del 1,1%, en relación al primer tramos de 2020, cuando ese indicador estaba en 14,21 kilos per cápita.
En este escenario, hay que pensar dos veces antes de decir muy convencidos que la carne tiene buenos suplentes. Aunque estos indicadores de consumo podrían hacer comenzado a crecer a partir de marzo, por ahora no llegamos a superar el consumo total tan meneado de “más de 100 kilos”. Si sumamos el kilo y medio calculado para la carne ovina, quizás lleguemos a arañar ese piso.
Por lo pronto, la suma de las carnes actual está muy lejos de la que se registraba hasta hace dos años, con el inicio de la crisis económica. Los 100 kilos actuales per cápita están lejos de los 110/115 kilos que se contabilizaban hasta los meses previos de la elección presidencial de 2019, cuando se aceleró el proceso de descomposición económica. Desde entonces, no hay que maquillar la situación, el consumo de las tres carnes sumadas ha caído no menos del 10%.
La mejor explicación hay que buscarla en el reacomodamiento de los precios luego de la intensa devaluación del peso frente al dólar. Este proceso se ha dado con mayor intensidad en el último año. Según el último informe de precios del IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna), en marzo pasado el precio promedio de la carne argentina (sumando las tres especies) ha sido de casi 610 kilos, un 75% más caro que en marzo del año anterior.
La fuerte escalada de los precios del asado y otros cortes vacunos preferidos de los argentinos (que han trepado casi 80% en algunos casos) ha sido atemperada para la construcción de ese promedio por alzas más moderadas de la carne porcina y el pollo, que acumulan un aumento interanual de más del 50%.
Pero, en cualquier caso, los precios de la carne han crecido el último año más allá de la inflación promedio y en especial la recomposición de los salarios.