El buen uso del agua subterránea a partir de una planificación inteligente mediante la gestión integral del recurso hídrico y la agricultura adaptativa permite cubrir la demanda de los cultivos, incluso en un contexto de escasas precipitaciones, aseguran desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
El sector agrícola argentino se destaca por el éxito de sus estrategias para manejar la sequía, como la siembra directa, control de malezas y maíz tardío, pero “no somos tan buenos en limitar la pérdida de agua en profundidad”, dijo Jorge Mercau, coordinador del Proyecto Disciplinar Interacción de Agroecosistemas y Napas freáticas del INTA.
Los cambios en el uso del suelo que se realizaron en las llanuras argentinas son los principales responsables del acercamiento de las napas freáticas a la superficie, señaló el trabajo de INTA Informa. En la llanura pampeana se reemplazaron pastizales perennes y capaces de convivir con excesos hídricos, por pasturas y, mayormente, cultivos anuales; y en la llanura chaqueña, se reemplazaron las coberturas de plantas leñosas con raíces profundas y capaces de aprovechar agua salada.
Según el trabajo, los agricultores saben que cuando los cultivos tienen acceso a una napa dulce cercana el aporte de agua puede ser tal que satisfaga la transpiración del cultivo, independizándose en gran medida de las lluvias.
“Cuando los sucesivos excesos acercan la freática a la zona radical la vegetación, frente a un déficit hídrico, puede transpirar esa agua, por ascenso capilar, determinando un descenso de la freática”, explicó Mercau. Por eso consideró que “implementar estrategias que aprovechen esas pequeñas ventajas hace que, frente a un año muy húmedo, el ascenso de la napa no llegue tan cerca de la superficie y genere problemas, y en cambio quede un rango muy bueno al año siguiente”.
La suba del nivel de la napa freática puede generar falta de porosidad del suelo y anoxia en las raíces de los cultivos, con caída de rendimientos, evaporación directa desde la superficie y salinización; allí eventualmente el suelo rebalsa y se producen anegamientos e inundaciones.
“Para reducir riesgos futuros hay que reducir la pérdida de agua en profundidad y también procurar usar el agua de la napa desde una mayor profundidad, para evitar que la misma tenga posibilidad de acercarse mucho a la superficie”, subrayó el especialista.
“Desde el proyecto, procuramos evaluar y desarrollar estrategias de intensificación agrícola, para que al aumentar la transpiración se evite la percolación y favorezca el uso de napas al alcance de las raíces, sin aumentar el riesgo de sequía en etapas críticas de los cultivos”, consideró Mercau.
Por su parte, José Volante, coordinador del Programa Nacional de Recursos Naturales y Gestión Ambiental del INTA, aseguró que “crear territorios o paisajes heterogéneos, con corredores de bosques nativos, alambrados con cortinas forestales, respetando los escurrimientos, un manejo racional de rotaciones, pueden ser formas de mitigar o disminuir los efectos del cambio de uso del suelo, adaptarse mejor a los cambios interanuales, reducir el riesgo de ascenso de napas freáticas y evitar salinización de suelos”.
Por otra parte, señala el trabajo, en las zonas áridas del país donde el agua subterránea es intensamente explotada para usos agrícolas, agropecuarios, agroindustriales y consumo humano, se está dando un proceso de profundización de los niveles del agua subterránea.
“El productor advierte, en términos económicos, que en el presente se necesita mayor tiempo de bombeo para extraer igual volumen de agua que en el pasado”, destacó Roberto Esteban Miguel, investigador referente de la temática agua del INTA.
Para Miguel, es “imperioso” hacer una gestión integrada de los recursos hídricos, no solamente pensando en la producción, sino también en el consumo humano y en el medio biológico asociado al agua. “Todo está en un equilibrio; cuando el hombre interviene, se producen cambios, y esos cambios no son gratis, algo o alguien los paga”, aseveró.