“Tu hijo se ha vuelto loco”. Eso era lo que le decían en el pueblo a Miguel, productor de almendras, cuando su hijo Miguel Ángel le venía con cosas tan raras como no hacer laboreos en la tierra, dejar de usar agroquímicos y hacer compost. “Sí, mi hijo se ha vuelto loco”, también se decía a sí mismo.
“Lo más difícil de todo fue convencer a mi padre de este cambio, de pasar de producir convencional a ecológico, fue una verdadera lucha”, recuerda Miguel Ángel (en la foto junto a su padre), ingeniero agrónomo y que ya lleva 15 años realizando prácticas de producción ecológica.
“Yo le aseguraba que íbamos a tener más beneficios económicos y que la tierra iba a mejorar pero no me escuchaba y le hacía caso los que le decían que todo eso era complicado y que no servía. Finalmente lo convencí y empezamos reduciendo laboreo en la finca, aplicando materia orgánica, sembrando abonos verdes y abandonamos los agroquímicos”.
Con el tiempo Miguel comprobó con sus propios ojos que aquello que le parecía descabellado era verdad: su predio de 30 hectáreas iba mejorando en fertilidad de suelo, rindes y calidad de productos. Y como si fuera poco, esa almendra rotulada como producto de la “agricultura regenerativa” tenía y tiene mejor precio en el mercado. “Hoy a mi padre ya no le da pavor cuando ve un almendro con plaga porque sabe que se soluciona y se ha habituado a no usar agroquímicos… lo que aún no acepta es no labrar la tierra al menos dos veces por año porque es algo que se ha hecho toda la vida”.
Este testimonio pertenece a la experiencia impulsada en el territorio Alvelal, en el sur de España, por una organización del mismo nombre que promueve e implementa la agricultura regenerativa, que va más allá de lo ecológico ya que se trata de reponer al suelo lo que el productor se lleva con sus cultivos. Esta región abarca un millón de hectáreas y hacía rato que tenía problema de desertificación y desgaste de tierras y un alto porcentaje de pobreza.
“Creo que la recuperación de la naturaleza es desde lo humano y desarrollando la creatividad, reforzando lazos entre la gente. La base es un suelo regenerado y un ecosistema sano donde el productor agropecuario no dependa ni de donaciones del Gobierno ni de filántropos, sino que desarrolle su propio negocio”, explica Astrid Vargas (foto), bióloga especializada en recuperación de especies amenazadas y promotora de Alvelal, que ya tiene 300 miembros. El proyecto existe desde 2015 y los agricultores fueron capacitados en agricultura regenerativa y ya hay 10.000 hectáreas produciendo con este formato.
“Cada vez hay más agricultores y emprendedores que adoptan prácticas regenerativas y eso recupera el paisaje y mejora el negocio del agricultor”, reflexiona Astrid. “También hay un programa con niños para educar sobre este tema y queremos movilizar a los jóvenes de la ciudad para que vayan al campo y aprendan con humildad”.
Así nació una cuenta de IG donde 3 jóvenes difunden la vida en el campo, la agricultura regenerativa y ya están promoviendo la comercialización de productos.
“El proceso de los agricultores es lento pero avanza”, describe Astrid. “Hay mucho arraigo a no cambiar cosas y las ideas nuevas primero se rechazan. Entonces la única manera es operar con el ejemplo. Por eso invertimos en las fincas que quieren cambiar hacia prácticas regenerativas y cuando mejoran los demás se contagian y eso se multiplica. Y lo más profundo e interesante es que este proceso es regenerativo en todos los niveles: a nivel del suelo, de la naturaleza, del alma y de los lazos comunitarios”.
En cuanto a cómo se realiza técnica y empíricamente la agricultura regenerativa, primero se analiza el estado del suelo para ver qué carencias existen. Y luego se repone lo que falta mediante compost regenerativo (parecido al bokashi), se usan cubiertas vegetales (naturales o cultivables como cebada) para no dejar el suelo desnudo), no se hacen roturas con labranzas, se realizan líneas de infiltración (tipo canaletas) para que la lluvia no dañe ni escurra sino que la caída de agua sea eficiente y, por sobre todo, se evita el monocultivo.
Otro tema clave es la biodiversidad de insectos, es decir, recuperar las abejas locales y las mariposas que están desapareciendo debido al uso intensivo de los agroquímicos. Por eso, para atraer polinizadores, se plantan aromáticas que a la vez luego también son un negocio en sí, por ejemplo al darles valor agregado elaborando aceites esenciales.
“Las ventajas para el productor son muchas”, asegura Elvira Marín (foto), coordinadora de Alvelal. “Incrementa el valor agregado a la producción, contribuye a la rentabilidad de la finca y al ecosistema, se logran mayores rindes, se regenera el paisaje, se reduce la perdida de suelo fértil y la integración de ganadería extensiva aumenta la calidad del suelo por el aporte de materia orgánica”.
“Al mismo tiempo la presencia de polinizadores nativos aumenta la producción de los cultivos y reduce el costo por plaga y enfermedades y la rotación o diversidad de cultivos aumenta sus propios rindes al mejorar la estructura y fertilidad del suelo”, destaca.
“Hay productores que aumentaron un 20% su producción y que han ahorrado hasta 13.000 euros al año en alimento para el ganado, al tiempo que han vendido sus almendras con un valor un 15% más alto por ser de agricultura regenerativa”.
Manuel Martínez (foto) posee 245 hectáreas en Alvelal, donde produce almendras, cebada, trigo, avena y uva para vino. Es ingeniero agrónomo y desarrolló toda su vida profesional en cargos ejecutivos en empresas pero fue su inicio en el mundo laboral lo que lo marcó y lo trajo hasta lo que es hoy.
“Empecé a trabajar en 1980 en el Ministerio de Agricultura en el área de Conservación de Suelos y ahí me marcaron mucho pero como luego siempre trabajé en multinacionales, todo quedó ahí. Sin embargo, cuando en 2014 tuve la primera reunión para hablar sobre agricultura regenerativa se despertó todo lo que había escuchado más de 30 años atrás y decidí empezar a experimentar en mi tierra, que había adquirido en el año 2000”.
“Siempre fui agricultor de corazón pero desde 2015 y luego de jubilado, soy agricultor al 100%. Antes de esa fecha había empezado a trabajar en la finca los fines de semana y hacía producciones ecológicas y la agricultura regenerativa fue un paso más. Hice compost, planté aromáticas, dejé de quemar las ramas de poda, bajé el porcentaje de labranza e hice canales para que el agua no escurra. Veo muchas mejoras en la tierra, volvieron insectos que ya no veía y tengo mejores rindes. Por ejemplo acá el promedio de almendras por hectárea es de 500 kilos y yo saco más de 1.000 y con los cereales he llegado a superar los 2.000 kilos por hectárea cuando el promedio es 1.200. En la agricultura regenerativa la clave es la planificación a conciencia”.