Esteban Motta es productor agropecuario de Piamonte, en Santa Fe y ha sido ex director de la Federación Agraria Argentina, de la que comenzó a tomar distancia luego del conflicto de 2008 que la emparentó con la Mesa de Enlace. Ahora, frente a un nuevo conato entre ese bloque agropecuario y el gobierno kirchnernista, Motta compartió con Bichos de Campo esta nota de opinión.
“Buenos o malos, ángeles o demonios, ejemplos o antiejemplos, trabajadores o avaros, pueblo o antipueblo, patria o antipatria, republicanos u oligarcas, y cuantos más adjetivos o caracterizaciones se nos ocurran, depende el relato que se aplique, esos somos los productores.
Hoy somos rehenes de dos relatos, dos relatos que surgieron allá por el 2008, y que son la base discursiva de la grieta que hoy gobierna y coloniza el pensamiento de la política y gran parte de la sociedad argentina.
Quienes fuimos parte activa de aquel largo conflicto, debemos hacer un balance realista: ¿Qué conseguimos realmente para cambiar la política agropecuaria de este país? Muchos me responderán que se le puso freno al avance de un gobierno, y que fue un momento bisagra de la historia reciente. Lo cual es verdad, pero en lugar de utilizar eso como fortaleza gremial, gran parte de la dirigencia decidió jugar a la política partidaria.
Tuvimos, agro-diputados y agro-senadores, y hasta ministros surgidos de las entidades entre 2015 y 2019. Tuvimos políticos, pero no tuvimos políticas para los productores. Nuestros reclamos se disolvieron en los pasillos de las roscas partidarias.
Sumado a eso, desde nuestras organizaciones nunca hemos podido salir de una actitud de reacción y resistencia ante medidas tomadas por los gobiernos de turno. No hemos sabido marcar la agenda política, ni construir una propuesta de política agropecuaria que tenga al productor (de carne y hueso) en el centro de la escena. Y hemos sido utilizados permanentemente por los oficialismos y oposiciones, en medio de sus batallas políticas.
Hoy, cuando faltan algunos meses para que se cumplan 13 años de aquel conflicto, y en medio de un nuevo paro agropecuario, el balance que podemos hacer es pobre en términos de políticas públicas que beneficien a los productores.
Pero, sin embargo, en torno a la figura de “El Campo” se construyeron dos relatos. Uno desde la épica y la nostalgia del 2008, que lleva a que cada conflicto que involucre al sector agropecuario se hable de ponerle límites al gobierno. Pero nunca se termina hablando de la necesidad de una agenda política de largo plazo que de previsibilidad y desarrollo a los productores.
Cada vez que el momento de ebullición pasa, muchos de los que se embanderan desde los intereses políticos con “El Campo” se olvidan que el problema sigue ahí. Ejemplo claro de esto fueron las movilizaciones en contra de la expropiación de Vicentín. Hoy parece un tema lejano, pero debemos recordar que los productores no han cobrado aún, y ni el gobierno ni la oposición parecen acordarse de eso.
En el otro extremo, el discurso que pretende poner a los productores como los malos de la película, la oligarquía terrateniente, que disuelve en ese discurso desde las grandes empresas exportadoras y de insumos, grandes productores, y muchos pequeños y medianos, herederos de la patria chacarera que también caen en la misma bolsa.
La realidad nos indica que los dos discursos, estos dos relatos, no han conseguido solucionar los problemas de los productores, y llevamos casi 13 años donde el único punto de discusión son los derechos de exportación de los commodities, especialmente la soja (ángel y demonio si lo hay). ¿Y la lechería? ¿Y la ganadería? ¿Y las economías regionales? ¿Y el seguro multirriesgo? ¿Y la ley de semillas?
En el camino, ya vamos por tres décadas de concentración productiva y desaparición de productores, y no parece que exista desde ninguno de los dos relatos intenciones que se plasmen en políticas que tiendan a frenar y revertir esa tendencia.
Si de ejemplos tenemos que hablar, hemos llegado al punto en que hoy en nombre de los productores, los que negocian las políticas son los eslabones más concentrados de las cadenas (exportadores e industriales), y la causalidad indica que los resultados siempre terminan siendo perjudiciales para nosotros (los productores).
En “El Campo” no todos somos iguales, pero los que ganan son siempre los mismos y los que pierden también.
Mientras la dialéctica muchas veces enfrenta al mundo rural y el urbano, y responsabiliza a los productores de los principales males del país, o mientras en el otro extremo lo muestran como ejemplo, siempre ganan los poderes económicos concentrados, a los cuáles los productores también somos funcionales, poniendo la cabeza en los reclamos, pero sin sentarnos en las sillas de las decisiones.
Debemos repensar nuestras estrategias, nuestras organizaciones y nuestras formas de relacionarnos con el resto de la sociedad. Hoy, está claro, seguimos rehenes de dos relatos y somos perdedores en esta historia junto con muchos otros argentinos que solo somos invitados a la hora de pagar la fiesta.
ESTEBAN MOTTA es zurdo.
Se quedó con los PIES del lado del campo porque es productor y le gusta ser “dirigente agrario”, y su CORAZON en la izquierda. De un lado y del otro de la grieta.
Con gusto se abrazaría con los k,, Grabois y tantos otros, pero los PRODUCTORES no compraron el “discurso de Buzzi y los zurdos de la FAA” y se quedaron como “CACIQUE SIN TRIBU”, reducidos a los malabarismo verbales para conservar su amor secreto sin que se note demasiado. Condenados como hombre patriarcal y católico enamorado de una feminazi.
No hay dos relatos Esteban. Hay un RELATO y la REALIDAD. No nos gusta el desdoblamiento cambiario, ni las retenciones (ni puras ni segmentadas), ni las juntas, ni la reforma agraria, ni el intervencionismo. Ya aportamos lo suficiente como argentinos con el resto de los impuestos.
No te entiendo, el cuestionamiento…vos estas del lado de Echeverre, de la sociedad rural, muy reñida con la moral y las buenas costumbres, vos estas del lado del ” domador de reposeras”,…? Deja tranquilo que el productor piense como quiera, y vos segui soñando con Miami..
Le compraron los guantes para la foto.