Concretaron el sueño de muchos, sobre todo en momentos donde aprieta la crisis (o sea, cíclicamente en Argentina), uno no sabe para qué lado agarrar y la idea de “irse a vivir lejos de todo” toma cuerpo y toma cuerpo… pero en la mayoría de los casos se termina desvaneciendo por una conjunción de factores donde el miedo y una cierta comodidad son las principales causas.
Pero Silvia, Marcelo y sus tres hijas lo lograron: un día del año 2000 dejaron el departamento de CABA y se fueron a vivir a una hectárea en Mercedes, provincia de Buenos Aires, donde arrancaron con una pequeña huerta para autoconsumo y terminaron elaborando dulces, vinos de uva (que compran en Mendoza) y una novedad: un vino de arándanos que tiene mucha aceptación y es su producto estrella. Todo con marca La Arbolada.
“Lo primero que notamos fue un cambio en nosotros gracias al entorno de naturaleza y a la comida que empezamos a comer, sin químicos y de nuestra propia huerta”, resume Silvia. “Además fue una decisión muy pensada, que tomamos cuando nuestras hijas entraron en la adolescencia y queríamos otro tipo de vida para ellas y para nosotros, más en familia y con más tranquilidad”.
Cuentan que lo primero que hicieron fue vender la vivienda que tenían en la ciudad… pero sin tener un plan concreto. Así que cuando les preguntaban qué iban a hacer, simplemente sonreían porque no tenían una respuesta “racional”. Al poco tiempo fueron de visita a Mercedes y ahí rápidamente encontraron el lugar que se convirtió en su nuevo hogar y donde hoy elaboran los productos que son su sustento.
“Cuando llegamos no sabíamos nada de campo ni de producción, así que la huerta la armamos leyendo unos fascículos que teníamos sobre horticultura, que nos fueron de gran utilidad”, recuerda Marcelo, “y en seguida empezamos a disfrutar del cambio de vida; hubo que trabajar mucho pero resultó como lo esperábamos”.
Eso sí: Marcelo destaca que de chico hacía vino con su padre, así que ese conocimiento le había quedado y algunos vinos empezó a hacer. Entonces un día, al tiempo de estar viviendo en Mercedes, un vecino le trajo unos cajones de uva de su quinta y le pidió que elaborara vino. Ahí Marcelo se enteró que hacia 1920 Mercedes era una zona vitivinícola a causa de la fuerte inmigración de italianos que tenían el hábito de preparar su propio vino y por lo tanto había muchos parrales dando vueltas por todos lados.
Luego de la sorpresa, Marcelo accedió como una “gauchada” al vecino y no le cobró por el servicio. Pero a la semana ese vecino, como agradecimiento, le trajo varios cajones de duraznos, ciruelas e higos… y ese fue el inicio de la elaboración de dulces (hoy con más variedades que incluyen frambuesas, moras y frutillas) que, junto con los vinos, comercializan en ferias agroecológicas de Luján y Mercedes.
Marcelo y Silvia recalcan que todo se fue dando naturalmente desde su llegada a Mercedes. Por ejemplo, otro día el dueño del almacén al que iban a comprar cosas le dijo que le trajera vinos y dulces para vender en el local. Así lo hizo y, como se vendieron muy rápido, empezó a llevarle más a ese almacén y a otras tiendas de la zona. Y así se armó la red de ventas.
Hoy La Arbolada produce dulces variados (a los antes detallados se suman los de naranja y pomelo), vino torrontés, chardonnay, malbec y cabernet sauvignon y, por supuesto, el distintivo de arándanos (entre todos producen unos 2.000 litros por año, así que tienen la categoría de “vino casero”). Todos los productos son agroecológicos.
“Nosotros no teníamos un plan específico, vinimos a hacer lo que nos tocara”, reflexionan juntos. “Lo único que sabíamos era que queríamos estar en el verde, en familia y tranquilos y que como estábamos bien nosotros, todo marcharía bien… y así fue. Incluso durante esta pandemia que nos ha tocado a todos hemos utilizado el tiempo para hacer cosas que queríamos hacer y al mismo tiempo se fortaleció el apoyo entre todos los productores”, cuentan.
Y sí, esta es una historia rural con final (y presente) feliz. A pesar del Covid.