Que el gobierno está desesperado por divisas está claro: las necesita para reforzar las reservas del Banco Central, para evitar el descalabro definitivo del tipo de cambio, la tan temida devaluación.
La mejor forma de obtener dólares genuinos es exportar más. Por eso este jueves los ministros Martín Guzmán, Matías Kulfas y Luis Basterra debían anunciar una serie de medidas de estímulos a los exportadores. La idea era que traigan dólares vendiendo más.
El gobierno a las mineras les bajó las retenciones del 12% al 8% para los metales (el oro y la plata, entre ellos). A la industria se las eliminó para los productos terminados. Y además aumentó una serie de reintegros.
Y para el agro un carajo. Ni siquiera se confirmó una posible rebaja del tributo a la carne vacuna, que había sido meneada por las autoridades a todos los medios hasta unos minutos antes del acto.
Para el gro solo quedó así una pésima fábula. Un relato tramposo como en los peores tiempos del gobierno de Cristina Kirchner, con el Maíz Plus o la defensa de la mesa de los argentinos.
El relato anuncio dirá que se bajaron las retenciones a los porotos de soja, del 33% a los que los habían aumentado en marzo pasado (dos meses antes de la cosecha) y que ahora serán del 30%. Solo en octubre, porque en noviembre subirán a 31,5%, en diciembre a 32% y en enero volverán a ser de 33%. Como si nada.
No es una rebaja que durará y derramará sobre la soja que los productores están comenzando a sembrar. No durará, como la que beneficiará a mineras y a industriales. Esa reducción no fue hecha a la medida de los productores, para impulsarlos a producir más, sino a medida de las urgencias del propio gobierno. Y de los grandes exportadores agrícolas.
No se pretende en este caso hacer crecer la producción e impulsar las exportaciones, ya que de todos modos la soja que queda en el campo (unas 16 millones de toneladas valuadas en 7.500 millones de dólares) en algún momento se venderá y pasará a manos de los exportadores. En todo caso, esta rebaja puntual apunta con claridad a que esas ventas se anticipen: con tres puntos menos de retenciones (aunque solo por octubre) para esa cosecha que resta vender se reforzarán un toquecito los precios de la soja.
Esta ventana no tiene nada que ver con estimular al sector a mejorar sus números y producir más. Solo apunta a apurar esas ventas de soja, para que las cerealeras y aceiteras, que son básicamente las mismas diez empresas, puedan comprarla, procesarla y exportarla, trayendo al país las divisas que ya y ahora necesita tanto el Banco Central. No se sabe cuántos millones de dólares le habrá prometido el sector exportador a los ministros. Pero que hubo negociación está más que claro. Con los exportadores. No con el agro.
La mejor prueba de esa negociación es que sorpresivamente se anunció el regreso del diferencial histórico de retenciones en el complejo oleaginoso: será de 2 puntos desde ahora mismo, pues las alícuotas del aceite y de la harina triburarán retenciones menores al 30% que en octubre se cobrará al poroto de soja. Guzmán dijo que las alícuotas para los derivados de la soja sería de 27/28% dependiendo del agregado de valor (aceite cruto o refinado). Fuentes del sector aclararon que en las posiciones más importantes será de 2 puntos. Con los cual estas retenciones bajarán ahora 5 puntos porcentuales y no 3, como el poroto. En el biodiésel la diferencia será mayor.
Pero el gran dato es que esa diferencia de 2% persistirá cuando las alícuotas transitorias se hayan acabado en enero y todo vuelva a fojas cero. Eso sí será permanente, como en el caso de la minería y la industria.
Es decir, la industria aceitera recuperó ese beneficio -según ella, un estímulo necesario para evitar la primarización de las exportaciones sojeras-. Venía haciendo un denonado lobby para que así sea. Parecía una cuestión de vida o muerte.
Pero este es un cachetazo para los productores agropecuarios. El diferencial histórico de retenciones había sido eliminado por el gobierno de Mauricio Macri en agosto de 2018 con apoyo de las entidades de la Mesa de Enlace. Siempre se consideró que la diferencia entre alícuotas (que casi siempre fue de 3 puntos y ahora sería de 2) constituía un subsidio desde los chacareros a la industria transformadora, que como ya dijimos está formada por empresas enormes.
Siempre que critican este diferencial, los ex funcionarios macristas que lo eliminaron recuerdan que el ex CEO de Vicentin, Sergio Nardelli, explicó como factor para la caída de esa aceitera aquella decisión, pues la empresa dejó de recibir unos 150 millones de dólares que le venían por esa vía.
El ex ministro Luis Miguel Etchevehere, dijo que el restablecimiento de esa diferencia en el tributo a favor de la industria implicará que en adelante el productor subsidie a la industria aceitera en unos 500 millones de dólares, por lo menos.
Como consuelo, el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara-CEC), Gustavo Idígoras (en la foto), informó a Bichos de Campo que en esta primera etapa (los tres meses de rebaja de retenciones al poroto), ellos trasladarán los cinco puntos de mejoría que reciban de beneficio por completo a los precios del productor. Pero desde enero, todo volverá a ser como antes de 2018, como casi siempre: los productos de la molienda pagarán menos que el grano sin procesar.
Por supuesto que ni Guzmán, ni Kulfas, ni Basterra hicieron mención al diferencial. Esto es cosa para entendidos. El anuncio oficial se resumió así: “Esquema de derechos de exportación para el complejo sojero. Se reducen las alícuotas de forma transitoria tanto para las ventas al exterior de grano de soja como para sus principales derivados”.
Lo transitorio pasa. El diferencial quedará. Como los beneficios para las mineras. Y la eliminación de retenciones para la industria…