La provincia de Misiones se encuentra entre la espada y la pared. De un lado está el coronavirus y del otro el dengue. Aunque sabemos que son enfermedades completamente distintas, para mala suerte de los productores rurales los signos de alerta, que pueden frenar por completo una cosecha, son parecidos: fiebre y dolor corporal. En esta ola de incertidumbre y miedo, los trabajadores tealeros exigen un protocolo para saber cómo accionar ante un caso doblemente sospechoso.
“El humor popular es que si tenés fiebre tenés coronavirus, pero puede ser dengue. En una planta elaboradora de té donde trabajan 50 obreros, no podemos ir a pararla de una. Lo que debemos descartar rápido es si es coronavirus o dengue”, comentó a Bichos de Campo Cristian Klingbeil, dirigente de la Asociación de Productores Agropecuarios de Misiones (APAM).
Si bien la provincia registra solo 106 afectados por Covid-19 desde el inicio de la pandemia, en las últimas semanas los contagios aumentaron exponencialmente y sólo este miércoles tuvieron 8 nuevas confirmaciones. En cambio del otro lado, el famoso y viejo dengue -que ya se ha vuelto endémico en la localidad- acumuló 10.011 casos en junio de este año.
La particularidad del cultivo de té es la velocidad con que se realiza su cosecha, que se va entre octubre y mayo. A diferencia del trabajo con la yerba mate, las hojas de té deben cosecharse cuando todavía son brotes tiernos. El período que va entre la preparación del camión de carga, su visita a la planta elaboradora –mal llamada secadero según Klingbeil-, el tratamiento de las hojas y su posterior fermentado y secado, puede tomar menos de 72 horas.
“Normalmente es rápido. Mucho tiempo no se puede esperar con el producto cosechado porque pierde calidad y cualidades. El resultado final no tiene buen gusto, color y pierde su aroma”, explicó el dirigente y afirmó que la producción no puede detenerse 10 o 15 días a la espera de un resultado.
Pero ese no es el único problema. Al peligro de frenar una planta se le suma el bloqueo de rutas y caminos rurales. Para obligar a los transportistas a desinfectar sus cargas, deben pasar por cruces específicos y recibir la descarga de unos arcos pulverizantes. “Nosotros tenemos cargar abiertas, no las podemos cerrar porque se arruinan. Lo que se sube al camión no pasa por un proceso de lavado y si rocían con algún producto químico se echa a perder”, dijo preocupado Klingbeil.
La circulación de transportistas se entorpece además por las restricciones horarias que tienen algunas ciudades. Si bien la cosecha de té se realiza de noche para mantener la frescura, y de lunes a lunes cuando las condiciones climáticas lo permiten, hay plantas elaboradoras que quedan bloqueadas y no pueden ser visitadas en determinados horarios.
El dirigente de APAM asocia esta falta de preocupación gubernamental con la poca promoción que tiene la actividad en el país y aseguró que año a año cada vez son más los productores tealeros que deciden pasarse a la producción yerbatera, que es un poco más rentable. “Hace muchos años que venimos pidiendo que se promocione el consumo. A nivel nacional estamos en un promedio de 160 a 180 gr por año por persona y en cambio estamos en casi un kilo de café por año y no producimos café en el país.”
A pesar de que las autoridades aseguran que hay un protocolo definido, ningún secadero sabe cómo actuar en caso de tener un caso sospechoso. “Trabajamos en una tensa calma, mirando de reojo lo que está pasando”.