¿Domador se hace o se nace? Fabricio García no conoce la respuesta pero sabe que el oficio de la doma es a prueba y error. “Tenés que dedicarle tiempo y por ahí hacer macanas para aprender. Estás más horas con el caballo que con tu familia”, dijo entre sonrisas a Bichos de Campo.
Su formación como domador y jinete comenzó de chico con los caballos de campo de su papá. Cuando la oportunidad se presentó, comenzó a trabajar con los Cuarto de Milla y los Criollos, y tamb ién aprendió todo sobre la doma americana. “Todo te va aportando y con el correr de los años, juntas eso y sale algo. Así es como se aprende”, aseguró.
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Aunque Fabricio trabajó con todo tipo de caballos, quizás el hito más importante de su carrera haya sido domar los primeros clones de caballos de polo que se crearon a partir de “la Cuartetera”, la yegua favorita de Adolfito Cambiaso. Luego de 12 años de trabajar en La Dolfina, hoy celebra con orgullo que todos los clones jugaron –o siguen jugando- y lo hacen logrando altos hándicaps.
Para aquellos curiosos y amantes de la ciencia ficción, García afirmó: “Si bien sabía que tenían los genes, la doma fue normal. No porque fueran clones noté algo distinto. Lo que si noté es que les quedaba fácil jugar a polo”.
Hoy este domador cuenta con su propio establecimiento en la localidad de Lobos, donde se dedica a amansar los potros -junto a veterinarios, montadores, herreros, ingenieros agrónomos, etc.- de aquellos que quieren “cultivar” sus caballos. “Diez meses a un año es lo que lleva domar un caballo para entregarlo bien. Acá hacemos todo el servicio: descanso, agarrada. Tengo todo organizado para hacerlo”, dijo.
-¿Lo podes hacer durante mucho tiempo más esto?- le preguntamos.
-Mientras te dé el físico y tengas ganas… No me imagino haciendo otra cosa. Capaz me gusta algo más pero nunca lo probé. Siempre estuve con caballos.