Un informe del Ministerio de Agroindustria no duda en calificar a la industria extrusora como protagonista del “proceso de desarrollo e industrialización rural más vertiginoso” que haya existido en la historia reciente de la Argentina. En rigor, Mario Bragachini, un reconocido especialista del Inta que mucho tuvo que ver con este proceso, contabilizaba en 2007 la existencia de solo 45 de estas empresas, con una producción de 324 mil toneladas de soja. Una década después las firmas llegan a 500 y tenían capacidad para procesar nada menos que 7,8 millones de toneladas de soja.
Son las Pymes de la soja.
El grueso de la cosecha nacional de la oleaginosa, que últimamente se ubica entre 55 y 60 millones de toneladas, es absorbida por las grandes compañías globales (como Cargill, Cofco, Dreyfus y Bunge) y algunas locales (como AGD, Vicentín o ACA), que exportan directamente el poroto o lo procesan y exportan subproductos. La mayoría de esas fábricas está radicadas en el Gran Rosario, a orillas de la Hidrovía del río Paraná. Muelen la soja utilizando solventes y así obtienen un 20% o más de aceite y un residuo llamado “pellet”. Este último es el nombre técnico de la famosa harina de soja, el producto más exportado por la Argentina.
Las pymes, en cambio, utilizan un procedimiento mecánico llamado extrusado y logran “expeler” (unas pequeñas láminas de soja) y una menor producción de aceite, de 15%, que generalmente se deriva a la industria del biodiésel. Es justamente esa relación la que define el negocio: como quedan restos de aceite entre sus componentes, el expeler es un alimento muy requerido por diversas actividades ganaderas, como el feed lot, el tambo, la cría de cerdos e incluso la avicultura.
“Un expeler sin trazas de contaminantes químicos, con proteína de altísima digestibilidad (mayor a 90%) y un residual de materia grasa que eleva su valor energético”. Eso es lo que producen y venden las extrusoras diseminadas en todo el país, pero sobre todo cerca de las zonas agrícolas. La mayor parte se localiza en pequeñas localidades de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos y, en menor medida, La Pampa, San Luis y Santiago del Estero.
Días atrás, en el hotel Los Silos de la ciudad de Santa Fe, gran parte de estas Pymes de la soja coincidieron en el primer Congreso Nacional de Extrusores. Como había representantes de cinco cámaras regionales, la decisión inmediata fue constituir la Federación Nacional de Pymes Extrusoras. “El propósito será asumir la representación gremial empresaria del sector y promover la defensa de los intereses de estas empresas”, dice el acta firmada.
La creación de esta Federación es la segunda acción conjunta del sector. Hace unas semanas, las Pymes de la soja enviaron una carta al presidente Mauricio Macri y le solicitaron una reunión. Quieren contarle quiénes son y, sobre todo, advertirle que esta agroindustria podría desbarrancarse si no se hacen algunos ajustes urgentes en el negocio. En rigor, según cálculos del propio Inta, la capacidad ociosa en el sector del extrusado se ubica actualmente en torno a 50% y varias de las empresas han tenido que cerrar sus puertas.
Hay mucho en juego. Según estimaciones de las cámaras, el sector Pyme genera unos 4.000 puestos de trabajo, entre puestos directos (unos 2.500) e indirectos en pequeñas localidades del interior. “En términos comparativos, las Pymes extrusoras, que procesan cerca del 5 % de la producción nacional de soja, ocupa prácticamente la misma cantidad de personal que el complejo aceitero nacional, que procesa entre el 75 y el 80% de la producción nacional y genera 3.750 puestos de trabajo”, comparan.
Los empresarios advierten que actualmente buena parte de esa dotación de personal corte peligro. “Si no se recupera la actividad Pyme aceitera en un rango del 30 a 40 %, entonces se perderán mas de 1.250 puestos de trabajos”, calculan.
La elevada capacidad ociosa en estas Pymes ha sido fruto de varias circunstancias. Por un lado, impactó con fuerza la larga crisis de la lechería, que retrajo la demanda interna del expeler. Pero sobre todo, se han combinado una serie de factores que tornan imposible la exportación de ese subproducto hacia los países vecinos, como sucedía hasta ahora.
En sus debates internos, los extrusores calculan que el sector debería incrementar rápidamente su nivel actual de procesamiento de soja en cerca de 1 millón de toneladas. Pero difícilmente podrán hacerlo si luego no consiguen mercados en los países vecinos (sobre todo Chile y Uruguay) para colocar esa mayor producción.
Por eso lo primero que piden es una reducción urgente a 15% de los derechos a la exportación. Por ser un derivado de la soja, el expeler tributa 27% de retenciones, lo mismo que el aceite y el harina que venden las operadoras agrícolas globales . Ya hay antecedentes de este tipo, pues el biodiésel goza de una alícuota preferencial de casi 0%.
“Somos Pymes. Y como cualquier empresa de ese rango lo que necesitamos en una política que nos diferencia de los más grandes”, explicó un empresario. Esa diferenciación respecto de las cerealeras internacionales debería extenderse a otros aspectos, como el costo de la tarifa eléctrica y el encuadramiento de los empleados de cada sector. Los salarios surgen de una paritaria entre las multinacionales y el gremio aceitero , y resultan de los más elevados en el país. Pero son difíciles de absorber para las extrusoras.
Artículo publicado en el suplemento Agro de la Agencia Télam el viernes 27 de octubre de 2017.