Los efectos de la pandemia se notan en el sector de los ovinos. Sucede que, al no ser la lana un bien de primera necesidad, salvo para alguna demanda para los tejidos manuales -que tuvieron un gran auge- el consumo de esta fibra animal cayó.
“El consumo de lana se fue a cero al ser un bien suntuario, que no se come ni es de primera necesidad. El mercado cayó entre 50% a 60% en valores, y quedó mucho producto sin vender”, advirtió Marco Gallia, presidente de Federación Lanera Argentina (FLA).
En diálogo con Bichos de Campo, el productor y empresario lanero recordó que la lana “tuvo su récord en ingreso de divisas durante tres años consecutivos, debido a aumento de precios y cantidades. Pero ahora (en el marco de la crisis sanitaria) es un bien que sufre más que la soja, el maíz y el trigo, ya que la gente puede prescindir de comprarla por algunos años”.
Como paliativo, sin embargo, “esta situación agarró a la mayoría de los productores con una situación saneada, ya que la cadena lanera venía de cuatro o cinco años de buena performance (con precios más que aceptables). No creo que haya males mayores si esto termina en un tiempo prudencial, pero es inevitable que los más chicos sufrirán los efectos”, resumió el productor.
Mirá la entrevista completa a Marco Gallia:
Gallia tiene en claro cómo funciona toda la cadena lanera, desde la producción a la exportación, ya que es gerente de Fuhrmann Argentina, una tradicional exportadora de lana que tiene un lavadero y peinaduría en Trelew, Chubut, y además es tercera generación de productores en un campo que tiene en Peninsula Valdés. El haber vivido durante 8 años en Italia, además, le permitió conocer a los principales clientes de la lana peinada que exporta la Argentina.
El presidente de la FLA reconoció que en la Argentina resulta muy difícil agregar valor a su producción lanera y llegar a un producto final acabado. Pero aclaró que “dentro de todo, el complejo lanero exporta con un grado de valor agregado del 70% de las lanas producidas, es decir con lavado y peinado”.
El directivo de los laneros remarcó que se requieren de mucha previsibilidad para que Argentina vuelva a consolidar la industria de telas y confecciones de excelencia que supo tener. “La lana requiere de estabilidad y reglas claras, así que te dejo a vos las conclusiones acerca de por qué esa industria se fue del país. Sucede parecido al complejo sojero: lo que tenemos es una industrialización primaria”, manifestó.
En cuanto al mercado local, Gallia reconoció que “es relativamente chico para la lana, la cual pasó a ser un producto de alto poder adquisitivo”. Remarcó que “aunque hay todavía algunos valientes empresarios e industrias que producen telas planas para sastrería o sweaters, hay inestabilidad y un mercado chico”.
El inicio de este repliegue de la lana tuvo bastante que ver con su reemplazo por fibras sintéticas para la industria textil. “Si analizamos el costo productivo, los derivados del petróleo tienen un costo mucho más bajo y la lana no puede competir. Pero si analizamos los atributos, la lana es un producto renovable y sustentable, no extractivo, y no contaminante. Hoy el concepto de lujo en el mundo está asociado a una materia prima ética. En ese plano, la lana le gana a todos los demás productos textiles por escándalo”, se ilusionó Gallia.
El hecho de producir en la Patagonia, o el fin del mundo, tiene sin dudas una carga simbólica adicional muy grande. Según Gallia, en etse entorno, “el productor argentino siempre está a la vanguardia, y rápidamente avanzó en documentar y en certificar atributos con normas de protección de medio ambiente, suelo y protocolos de bienestar animal”.
Según el presidente de FLA, “hoy Argentina es el principal exportador del mundo en lanas con estos atributos. Y en lanas finas como Merino, Argentina está casi al mismo nivel que la de Australia, cosa que no había pasado nunca en la historia de la lana en el país. Todo por estos atributos que supieron ser documentados y promocionados”.