Los frigoríficos, sobre todo los más chicos, sufren desde tiempos casi inmemoriales problemas con el comercio del cuero, el principal subproducto que se obtiene luego de faenar un bovino. Todo comenzó a principios de los años 70, cuando se decidió un mecanismo exportador que beneficiaba a las curtiembres, porque impedía que los frigoríficos puedan vender al extranjero los cueros crudos y sin curtir. Desde aquel momento este régimen sobrevivió con distintas formas.
Recientemente, mediante el decreto 549 del 23 de junio pasado, el gobierno decidió abrir la exportación de cueros por 60 días. Es decir, hasta mediados de agosto. El argumento era que se habían acumulado demasiados cueros en las plantas de faena debido a la caída de las ventas por la crisis del Covid-19. Pero hay quienes piensan diferente.
“Se trata de un traje a medida de las curtiembres, que tienen cuero estoqueado y que son las únicas que conocen cómo funciona el mercado mundial de ese producto”, explicó Alberto Berardi presiente de la Cámara de la Industria Cárnica de Entre Ríos.
En diálogo con Bichos de Campo, el referente de la industria de la carne entrerriana explicó cómo impacta en las cuentas de las empresas el cepo al cuero en la actualidad. ”Años atrás se llegó a recibir 1 dólar por kilo de cuero (cada pieza pesa cerca de 25 kilos), pero ahora los frigoríficos consumeros, empresas medianas y chicas están pagando (en vez de cobrar) entre 0,05 y 0,10 centavos de dólar, entre el flete y el salado del cuero en una barraca”. A las piezas que no compran los curtidores se las sala como manera de evitar que se pudran.
Pero ahí no se termina el problema, porque después algo hay que hacer con esos cueros. “En algún momento hay que disponer de su entierro en cavas, cuya construcción para 2.000 a 3.000 cueros cuesta entre 150 y 200 mil pesos. Una hora de una pala mecánica cuesta entre 5 y 8 mil pesos”, detalló Berardi.
El dirigente agregó que en Entre Ríos “algunos frigoríficos tienen salado el stock de cueros de los últimos meses, y se calcula que hay 180 mil cueros en las barracas”.
La pérdida es doble. No sólo no tiene valor el producto sino que además hay que poner dinero para su procesamiento y almacenaje, sin contar con el perjuicio ambiental que se genera al enterrarlos, aún cuando se tomen todas las medidas necesarias para que el entierro en cavas perjudique lo menos posible a las napas.
Cuentan los industriales de la carne que con el ingreso de dinero que antes generaba la venta de ese subproducto, y de otros como el sebo o el expeller (que actualmente tampoco tienen referencia de precios según las fuentes de la industria frigorífica), se pagaban costos fijos, incluyendo los salarios. Pero también con ese pago, que en la jerga se llama “recupero”, se podía pagar mejor la hacienda o evitar que subas intempestivas en el mercado ganadero no fueran trasladadas en su totalidad o inmediatamente el precio de la carne.
Cuando el cuero valía más dinero, la queja por no poder exportar era permanente, pero el ingreso aunque bajo permitía sobre llevar la situación. Pero en los últimos años, entre la baja mundial del cuero y la imposibilidad de exportarlo, la situación se volvió inviable para los frigoríficos.
Toda esta crisis en torno al cuero, y tras el decreto oficial de mediados de junio, motivó que la Mesa de las Carnes enviara una carta al ministro de Agricultura, Luis Basterra. Allí se dice que “solo podrán en dicho plazo (de 60 días) llevar adelante exportaciones los que tengan mercadería estoqueada, sólo curtiembres, dejando fuera del alcance del beneficio de la norma las empresas frigoríficas, las cuales no pueden tener stock de cueros pues generan consecuencias ambientales, sanitarias y operativas indeseadas”.
El bloque que dirige Dardo Chiesa, ex dirigente rural, recordó al ministro que “hoy los cueros se tiran, se entierran, van al CEAMSE, o son retirados por las curtiembres, en forma selectiva, sin precio ni condición. En este marco, la pérdida de valor del cuero se traslada al precio de la carne”.