Martín Marzetti fue gerente de la REM (Red de monitoreo de malezas) de Aapresid durante 10 años, pero ahora ha decidido dedicarse a la asesoría privada. Conoce de primera mano, entonces, la primera gran limitante del glifosato, pues desde dicha red han ido identificando las apariciones de los yuyos rebeldes a los diferentes herbicidas. Cuando comenzaron a registrar malezas resistentes, en 2010, había solo cuatro casos de malezas resistentes. “Hoy ya son casi treinta, así que fue visionaria la creación de la REM”, contó Marzetti a Bichos de Campo.
El ingeniero agrónomo explicó de modo didáctico por qué se produce la aparición de resistencia a los agroquímicos. “Las malezas son seres vivos y como todos, como nosotros, son distintas entre ellas. Cuando existe mucha presión sobre las poblaciones y un uso continuo de un mismo herbicida, las muy pocas que resisten se van multiplicando, dejando descendencia. Luego de algunos años son difíciles de controlar”, resumió.
Aquí la entrevista completa con Martín Marzetti:
“La primera resistencia fue la del yuyo colorado a los ALS (aquellos que inhiben la acción de la acetolactato sintetasa). Luego empezaron y escalaron todas las resistencias al glifosato. Y hoy existen resistencias a múltiples modos de acción. Algunas malezas soportar hasta más de uno de ellos”, informó Marzetti.
“En cuanto al glifosato, era el herbicida que más difílmente causaba resistencia, Pero pasa que se usó tanto que esto terminó ocurriendo”, describió.
Marzetti defiende mucho al producto agroquímico más conocido y debatido. “La verdad es que fue un herbicida maravilloso, muy versátil, barato y fácil de usar. Y su abuso justamente, tuvo que ver con esto”, agregó.
El experto en malezas cree que difícilmente vuelva a surgir una molécula tan virtuosa como la del glifosato. “Hasta los más popes de la industria se comieron la curva y no trabajaron en nuevos principios activos, desde hace más de 30 años que no sale una molécula nueva”, comentó.
Marzetti piensa que a futuro habrá que combinar mejor los productos y tratar de minimizar las dosis incorporando una serie de prácticas agronómicas. Pero no ve la necesidad de una prohibición total o que valga la pena producir sin químicos.
“¿Vale la pena producir como lo hacían nuestros abuelos, con trigos de mil kilos o maíces de tres mil?”, se preguntó. “El conocimiento tiene que ir acompañando las nuevas tendencias pero no cortarlas de un día para otro”, recomendó el ingeniero agrónomo.