Es inevitable pensar en un mundo pos pandemia. Todos lo hacen y la agroindustria no es la excepción. Para el economista Roberto Bisang, “la Argentina se encuentra frente a una bifurcación de caminos. O vuelve a cerrar la economía o se la juega por una industrialización basada en el ‘cracking’ de la biomasa, lo que implica entender que un grano no es estrictamente alimento, sino bioenergía, materiales, biofertilizantes, y servicios”, explicó.
Bisang, que es docente de la facultad de Ciencias Económicas, explicó a Bichos de Campo que luego del coronavirus hay que pensar en un plan de desarrollo y en cómo alterar estructuras económicas para aprovechar el “billete de lotería”, ese mercado global demandante de alimentos que estará disponible, pero que a la vez será exigente. Para eso se requiere re discutir políticas internas fuertes, y no esperar a que, por ejemplo, China, venga a imponernos las recetas.
El especialista advirtió que aunque el eje central de estos cambios sea la pandemia del coronavirus, son varios los “cisnes negros” que confluyen y fuerzan esta discusión. Por ejemplo, citó que “se rompió la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y el acuerdo de precios del petróleo, algo que le pegó a la agroindustria mucho más que el propio coronavirus, por ser una actividad muy sensible al precio de referencia de los combustibles”.
Mirá la entrevista completa realizada a Roberto Bisang:
Bisang, que fue uno de los coordinadores del Censo Nacional Agropecuario (CNA) de 2018, recordó que “Argentina tiene sus propios cisnes negros. Estamos en crisis económica, bordeando el corte de la cadena de pagos del sector, y encima de eso, por la bajante del Paraná se complicó la logística. Todo eso implica un cambio de reglas de juego que hará un mundo muy distinto”.
“Hay que mirar tres grandes planos para examinar una posible salida: la inserción de Argentina en el mundo, cómo será el mundo, si será con el modelo de redes actual con cabeza en China o no, y cómo se insertará la agroindustria y la economía argentina en ese contexto internacional. No olvidemos que estábamos renegociando la deuda externa, y seguimos haciéndolo”, evaluó.
El economista planteó que, ante escenarios de crisis como estos, “las sociedades deben tener tres bases de modelo de desarrollo: garantizar la alimentación, la sanidad y la energía. Si no tenés esas tres cosas básicas, no podés hablar de desarrollo”.
Ver: El peso del agro en 2018: 55% de las exportaciones, 11% del empleo y el 10% del PBI
Bisang cree que “Argentina tiene insumos para garantizar una buena industria alimentaria mundial, pero no tiene la industria. El mundo demandará nuevas normas de producción, manipulación y sanidad mucho más exigentes. Ahí hay una oportunidad que dependerá de lo que hagamos adentro y en cómo nos manejemos en lo diplomático a nivel internacional”.
Un punto importante para analizar, según Bisang, es el de la energía. “Tenemos que definir cuál será el precio del barril. O ponés un precio muy arriba y salvás las regalías de 3 o 4 provincias y hacés viable parte de Vaca Muerta, o bajás el precio a niveles internacionales, como pasa en Estados Unidos, y permitís que sea rentable el maíz a los precios actuales, haciendo un shock de precios. Los commodities bajarán, pero los costos de producción también”, definió.
Dependiendo del modelo agroindustrial que se quiera adoptar, el experto cree que deberán acomodarse las variables de energía. “Si dejamos un precio del barril de petróleo en torno a los 45 o 50 dólares, el agro argentino competirá con un maíz devaluado de Kansas, pero pagará el combustible y los insumos más caros. Y eso es una retención encubierta o una imposición regresiva muy pesada para el sector”, advirtió.