En la Argentina hay 2,65 millones de caballos, según el último registro disponible en el Ministerio de Agricultura. Los equidos pueden llegar a vivir entre 25 y 30 años, pero su ‘vida útil’ como animal de tiro, de trabajo o simplemente recreativo termina bastante antes que eso. Muchos derroteros concluyen en el matadero.
Es mucho lo que ha crecido el stock de caballos que nacen, viven y crecen en la Argentina en la última década. O por lo menos creció el registro de esos animales ante los organismos pertinentes. Hace diez años, en 2010, las existencias de equinos eran de 1,94 millones, con lo cual se han sumado al rodeo nacional ahora unos 700 mil animales.
Sin embargo, comparando los mismos periodos, y siempre según la información oficial, es llamativa la reducción en la cantidad de animales que van a faena, es decir que terminan sus días -como la mayoría de las especies ganaderas- en un frigorífico, parta convertirse luego en alimento.
Datos actualizados a fin de 2019 por la Dirección de Equinos del Ministerio de Agricultura muestran que de los 2,6 millones de animales que tenía para entonces la Argentina, solo terminaron en plantas de faena unos 112 mil ejemplares el año pasado. Esto es apenas algo más del 4% del stock total. Es decir que una buena parte de la población de caballos no se destina al circuito de la carne equina. Esa fracción de la población equina (imposible saber cuántos son) o bien muere de vieja en el campo o bien termina en algún colgadero informal, del cual no se llevan números.
De los 112 mil equinos enviados a un matadero habilitado por Senasa en 2019, solo se faenaron finalmente 104.905 animales, o sea que la tasa de extracción (relaciona la faena de animales con el stock del que se partió) es algo menor. Entre esas cabezas que dejaron de estar sujetas a su cuello había casi 42 mil caballos, unas 40 mil yeguas, casi 20 mil potrillos, 1.980 padrillos, mil burros o asnos y apenas 570 mulas.
La mayoría de esos animales se faenó en Buenos Aires y Córdoba. En el primer caso trabajan el Frigorífico Lamar SA (41% de la faena) y Infibra SA (6%). En la provincia mediterránea opera Land SA (38%). Además hay una planta en Río Negro, Solemar Alimentaria SA, con 15% de la matanza.
Los 104 mil ejemplares faenados en 2019 se trasformaron en 23.900 toneladas de carne, de la cual la inmensa mayoría se exportó a países europeos (tradicionalmente Bélgica y Rusia son los principales mercados). Lamentablemente Agricultura no informó todavía sobre las exportaciones finales del año pasado. A veces lo hace, a veces no. Es una estadística muy mala la que lleva a cabo la Dirección de Equinos, entrecortada.
Diez años atrás, en 2009, cuando el stock de equinos parecía ser mucho menor al actual, la Argentina producía 31 mil kilos de carne equina, de los que exportó 28 mil por casi 80 millones de dólares. La tasa de extracción era mucho mayor que la actual, pues se sacrificaron 178 mil cabezas sobre un stock de 1,9 millones. Es decir algo menos del 10%. Una de dos: o buena parte de este negocio no se declara o vamos retrocediendo fuerte.
Quizás sea la falta de mercados internacionales, que se van desinflando: comer caballo no es una costumbre muy bien vista, aunque algunos europeos (sobre todo en Francia) todavía lo consideren un plato hasta refinado. Por otro lado, el mercado interno para la carne vacuna es mínimo, siempre lo ha sido. Comer carne de caballo es aquí bastante vergonzante. Merece toda la reprobación de la sociedad.
Aquí el caballo se quiere, se admira, se valora, se emparenta con el gaucho. Incluso muchos de ellos están hasta registrados en los álbumes de las diferentes asociaciones de criadores. Tienen documentos.
Perdón, a decir verdad tampoco ese tipo de caballos son tantos. Los equinos que tienen prosapia, inscriptos hasta 2018, apenas superan los 20 mil, lo que implica menos del 1% del stock nacional. Hay 12.400 registrados por las asociaciones ante la Sociedad Rural Argentina, otros 7.400 anotados en el Stud Book (que incluye a los pura sangre de carrera y los árabes), y finalmente poco más de 1.000 de la raza Silla Argentina, que lleva sus propios libros.
La verdad de las cosas es que dentro de ese porcentaje más de la mitad de los caballos que se faenan son robados! Eso deberían decirlo también. El gran daño que causa esa matanza para enriquecer a unos pocos miserables a costillas del dolor y sufrimiento de la gente que aún hoy buscan a sus animales. Pura mafia ese circuito!!!
Sería bueno que también se ocuparan de sacar los caballos de carros de las calles. Todos hambrientos y maltratados. Y muchos animales que Lamar e infibra matan son robados y les ponen marcas truchas para ingresarlos.