Norma Hilgert es doctora en Ciencias Biológicas, investigadora del CONICET y se especializa en la Etnobiología de los bosques subtropicales argentinos. Junto con un equipo lleva adelante distintos proyectos de “conservación por el uso”. Es decir, iniciativas donde se cuida la naturaleza y, a la vez, los productores de la zona obtienen un beneficio.
-¿De qué trata el proyecto Jejy´a?
-De la generación de un nuevo alimento a partir de los frutos de la palmera llamada palmito, cuyo nombre científico es Euterpe edulis. Jejy’a significa “fruto de palmito” en mby´a, que es la lengua de los pueblos guaraníes que viven en la provincia de Misiones.
-O sea que no se trata de consumir el palmito tal como lo conocemos sino el fruto de esa palmera…
-Así es. El Jejy’a es una pulpa rica y saludable que se extrae de los frutos del palmito. Es una palmera muy bonita y de distribución escasa en Argentina, donde crece sólo en la selva misionera. El Jejy’a se vende puro congelado y a la vez se pueden encontrar otros productos que se elaboran con esta pulpa, como mermeladas, vinagres, cervezas, panes dulces y helados.
-¿Cómo nació el proyecto?
-Gran parte de los productores con palmitales en sus chacras -unas pocas familias del noreste de Misiones- cosechan de forma artesanal los frutos y los venden a viveros (donde se cultivan con fines ornamentales). Luego de probar la factibilidad, les propusimos a los productores producir Jejy’a (es decir primero despulpar los frutos y luego venderlos para los viveros). Si bien en la zona los niños comían tradicionalmente estos frutos no se acostumbraba elaborar alimentos a partir de ellos, así que organizamos degustaciones de alimentos hechos con la pulpa y reuniones donde analizamos las ventajas de agregar esta actividad productiva a las ya presentes en la economía regional.
-¿Cómo fue el proceso?
-Luego de comenzar a desarrollar el producto vino toda una tarea “legal”: habilitar y registrar una sala de extracción, sacar carnets sanitarios para los operarios, permisos de colecta (porque es un producto silvestre), desarrollar un protocolo de despulpado para obtener pulpa de buena calidad, definir cómo almacenarla y gestionar su incorporación como alimento en el Registro Provincial y en el Código Alimentario Argentino. En este proceso fue muy importante el trabajo en equipo con distintas instituciones locales, provinciales y nacionales. En este caso, todas vinculadas en el marco del desarrollo del Proyecto USUBI (Uso Sustentable de la Biodiversidad).
-Desde la etnobiología, que estudia la relación de las poblaciones humanas con su entorno, ¿cuál es el objetivo de este proyecto?
-Darle valor a nuestra selva y así a protegerla. El palmito es endémico, o sea, exclusivo del Bosque Atlántico. Por lo tanto, el único lugar en el mundo donde crece de forma silvestre es en las selvas de la provincia de Misiones (Argentina), en el este de Paraguay y en la costa este de Brasil. Para germinar, desarrollarse y sobrevivir necesita de un ambiente de selva: con mucha sombra, humedad y sin heladas en invierno. Si conservamos el Bosque Atlántico, entonces conservamos su hábitat y sus poblaciones silvestres.
-Esta palmera silvestre, ¿se puede domesticar para producir?
-Seguramente se pueda. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, lo importante es concebir como valiosas a las producciones regionales que le den brillo a los productos silvestres y expresen los pulsos de la naturaleza. Es necesario que podamos valorizar los recursos propios de cada región y promover esas microeconomías, como un valor de conservación cultural y biológica.
–¿Hay otros proyectos de este estilo?
-Sí, el antes citado proyecto USUBI es un valioso modo de coordinar e impulsar acciones con la propuesta de producir en cada región lo propio: jejy’a en los palmitales de Misiones; harina de algarroba en la región chaqueña; chilto (o tomate de árbol) en las yungas. En el mismo sentido la producción de mieles de abejas nativas sin aguijón en las diferentes regiones donde se distribuyen estas especies. Mieles muy valoradas como recurso alimenticio o medicinal, como por ejemplo la yateí –o rubita-, de mansita, de quella, de moro moro, entre otras. La etnobiología cumple un rol muy interesante en identificar los recursos clave para promover en cada región y cultura.
-Usted menciona que el palmito es un recurso crucial para la conservación y el bienestar de sus productores. ¿De qué forma?
-Cuando hacemos cambios en el monte (así llamamos a las áreas silvestres en Misiones), todas las partes del ambiente deben hallar un nuevo equilibrio para funcionar. En esa búsqueda, los organismos desarrollan diferentes estrategias y según sus posibilidades, se reacomodan (aclimatan), se van (desplazan) o desaparecen (mueren). Algunos organismos tienen mayor capacidad de adaptación y otros son más sensibles a dichos cambios, como los que dependen de una condición particular que, si se altera de forma irreversible, representa su extinción.
-¿Por ejemplo?
-Y, para un insecto que se alimenta únicamente de una especie de planta si esa planta desaparece, el insecto también lo hará. En ocasiones esta dependencia de un recurso puede convertirse en una fortaleza para la conservación de un ambiente determinado como ocurre con esta palmera de donde se obtiene el jejy’a, que necesita la protección del techo de la selva para prosperar en su ambiente. Entre los productores rurales del norte de Misiones, la presencia y uso de esta palmera en ambientes manejados es un buen estímulo para producir conservando la selva.
-¿Cómo funciona?
-En la región norte de Misiones donde el monte nativo cuenta con palmitales silvestres, las familias rurales tienen diferentes combinaciones de producciones en áreas que antes eran de bosque, a la vez que mantienen una parte de sus propiedades con monte nativo en distinto grado de conservación. Esto genera un paisaje heterogéneo definido por diferentes manejos y productos donde se pueden observar plantaciones forestales (por lo general pinos), yerbales, teales, tabacales, potreros con pasturas para el ganado vacuno, áreas destinadas a cultivos anuales (como maíz, mandioca, batatas, maníes), huertos y plantaciones de frutales (ananá, cítricos, mamones, moras).
La conservación de los remanentes monte nativo en las unidades productivas puede ser compensada por subsidios gestionados a partir de la Ley de Bosques; sin embargo, consideramos que la mejor manera de promover su mantenimiento es a partir del uso, es desarrollando actividades que favorezcan la conservación del entorno boscoso y las economías familiares.
-¿Cómo trabaja la etnobiología en este caso?
-Estudios recientes han comprobado que, en ambientes boscosos subtropicales, cuando los productores rurales de pequeña y mediana escala viven en el campo, la actividad productiva atrae y conserva mayor biodiversidad. Este se considera el mejor modelo de desarrollo regional a la hora de pensar en el bienestar humano y la conservación del ambiente. Para ello deben lograrse diferentes avances: por un lado, el Estado debe garantizar servicios considerados hoy fundamentales (vías de acceso adecuadas, luz e internet) y, por el otro, la producción familiar debe lograr independencia económica, soberanía alimentaria, acceso a la salud, a la educación y, todo el conjunto, debe promover el desarrollo personal de sus integrantes.
Nota de la redacción: Norma (aquí su correo electrónico) también es profesora de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Nacional de Misiones y socia fundadora de la Asociación Centro de Investigaciones del Bosque Atlántico (CeIBA). Investiga en el Bosque Atlántico misionero, en las Yungas salteñas y jujeñas y en el Chaco Árido Occidental cordobés. Desempeña sus actividades en el Instituto de Biología Subtropical con sede en la ciudad de Puerto Iguazú.
Este proyecto comenzó en 2014 con el Dr. Mauricio Sedrez dos Reis, de la Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil. En este tema realizó su trabajo final de grado la Lic. en Diag. y Gest. Amb. Sofía Lindner, estudiante que trabajó sobre “Los frutos del palmito (Euterpe edulis Martius), ensayo productivo a partir del conocimiento local”. Por otra parte, la Ing. Ftal. Daily García (en la foto, principal impulsora del proyecto Jejy’a) está desarollando sus estudios doctorales en la UNNE con el tema “La conservación bio-cultural. Importancia cultural, uso y manejo de poblaciones silvestres de Euterpe edulis en sistemas familiares diversificados en Península Andresito, Misiones”, y más recientemente se sumó al grupo la Ing. Ftal. Peggy Thalmayr quien está realizando su doctorado en la UNC sobre “Fragmentación del paisaje, manejo de poblaciones silvestres y diversidad genética de Euterpe edulis Mart. en el Bosque Atlántico Misionero”. El estudio liderado por Sofía puso en evidencia que es compatible extraer el jejy’a y luego emplear las semillas para la producción de plantines. El trabajo de Daily, con un fuerte componente etnobotánico nos ayudó a entender la importancia del palmito en las economías familiares y generó los vínculos para el trabajo con los productores. La investigación iniciada por Peggy permitirá evaluar si el manejo local que históricamente recibieron los palmitales familiares generó cambios en el paisaje genético de estas poblaciones.
Fotos: Daily García, Emilio White, Guillermo Gil y Sofía Lindner