Una cosa es soñar con hacer vino y otra muy diferente es soñar con crear una región vitivinícola. En el caso de un grupo de emprendedores instalados en Entre Ríos se trata de recrear, porque esa provincia alguna vez ya tuvo viñedos y llegó a ser la cuarta productora nacional de vino. Pero como luego todo desapareció, había que empezar de cero.
“Esta lucha es intensa. Acá hay mucho pájaro, mucho hongo, mucha maleza, mucha hormiga. Pero es una lucha apasionante y eso es lo que me gusta”, dice Rubén Tealdi, un ex publicista que en 2001 decidió comprarse una chacra cerca de la ciudad de Victoria, y a partir de 2007 inició la implantación de vides. Tres años después encorchaba sus primeras botellas y convencía a vecinos y amigos de que era posible hacer un buen vino cerca del Paraná. Hoy son una decena los que siguen sus pasos.
Tealdi, dueño de la bodega casera Corrales Vier (por Victoria, Entre Ríos), explica que en la región existen viñedos desde épocas remotas: él mismo conserva unas parras que Justo José de Urquiza hizo plantar en el Palacio San José a mitad del siglo XIX. Más tarde los inmigrantes trajeron sus propias cepas y la provincia llegó a tener 4.874 hectáreas, según un censo de 1910. El vino entrerriano llegaba por barco a Buenos Aires, aprovechando la cercanía.
Está muy claro cuándo arrancó la decadencia. En 1934 el ex presidente Agustín P. Justo dictó la Ley 12.137, que prohibía la actividad vitivinícola en todo el país salvo en el Cuyo. A partir de entonces, en Mendoza y San Juan se consolidó esa producción, que desapareció de otros terruños.
Las mal llamadas “nuevas regiones vitivinícolas” comenzaron a reaparecer en los ‘90, a partir de la desregulación y la anulación de aquella vieja ley. En la Mesopotamia, la resurrección comenzó en 2002, cuando el agrónomo Jesús Vulliez rehabilitó una vieja bodega ubicada cerca de Colón, sobre el margen del río Uruguay. Implantó allí 5 hectáreas con diferentes variedades. De allí sale la uva para elaborar los vinos de la bodega Vulliez Sermet.
Del otro lado de Entre Ríos, de la mano contagiosa de Tealdi floreció en los últimos años el único grupo de Cambio Rural puramente vitivinícola. Lo integran una docena de productores de muy pequeña escala, que están haciendo ensayos y reciben asesoramiento de un enólogo sanjuanino. El técnico está convencido de que lo que va a funcionar mejor en la región son las variedades de uva blanca, en especial la Chardonnay.
En Corrales Vier, además, el Inta de Victoria está haciendo un ensayo con unas líneas de Marcelán, una uva tinta muy poco conocida en la Argentina, que nació en Francia en 1961 y es muy difundida en la zona de Barcelona. Se ilusionan todos con que esa uva pueda llegar a ser alguna vez la nave insignia del nuevo vino entrerriano, como el Malbec en Mendoza.
La búsqueda de variedades no responde a cuestiones de márketing sino a razones agronómicas. Mientras que en Cuyo sobra sol y las uvas maduran rápido, en Entre Ríos suele haber muchos días nublados y la humedad es bastante elevada. Esto provoca retrasos en la maduración y sucede que hay veces que las uvas no alcanzan el porcentaje de alcohol necesario para hacer un buen vino. Pero las variedades blancas y la Marcelán suelen ser precoces y podrían ser cosechadas antes de febrero, que es cuando comienza la temporada de lluvias intensas. Esto evitaría la aparición de hongos, el mayor peligro para la actividad.
Iván Benitez era abogado en San Lorenzo, Santa Fe, pero decidió cambiar de vida y se compró un terreno bien ubicado cerca de la costanera de Victoria. Allí construyó cabañas, pero reservó media hectárea para una viña que plantó en 2013. Espera se primera cosecha para este verano. También comenzó con las variedades tradicionales (Malbec, Cabernet y Merlot), pero ahora realizará injertos a sus 2.200 plantas con Chardonnay y el famoso Marcelán, que ya crece en otro viñedo de Las Cuevas, más cerca de Diamante. “Creo que nuestro futuro es el blanco, en especial el espumante”, dice Benítez. Como el resto del grupo, avanza a prueba y error. “Acá no quedan enólogos. Con aquella ley se perdió todo”.
En tres años habrá remedio para la falta de profesionales. Es que a instancias de estos pioneros comenzó a funcionar en Victoria una Tecnicatura Superior en Enología y Fruticultura. “De allí saldrán los primeros enólogos extracuyanos del país”, se enorgullece Tealdi.
¿Será posible recrear una región vitivinícola en Entre Rios? ¿O es solo el deseo de un grupo de románticos? La llegada en 2014 de una bodega de gran porte llamada BordeRío, que implantó 16 hectáreas de vides sobre una lomada que mira hacia el Paraná, renovó los bríos del proyecto.
BordeRío fue creada por Guillermo Tornatore, un ingeniero rosarino que en la crisis de 2001 debió migrar a Estados Unidos con solo us$ 200 en el bolsillo, pero volvió y amasó una pequeña fortuna en la industria de Internet. En su blog dice que quiere “refundar” una región con raíces vitivinícolas y que conserva la esperanza “de que algún día la pequeña Burdeos argentina vuelva a ser perfumada por viñedos en flor”.
Nota publicada en el suplemento Agro de la Agencia Télam el viernes 8 de septiembre de 2017
En la Costa del Uruguay también estamos re-creando una región vitivinícola. Finca Renacer Viñedos y los vinos Viñas del Litoral.
Cultivamos Marselan, Tannat y Merlot.
Además de Moscatel blanco.
Desconocía totalmente la historia del inicio de los viñedos argentinos, y realmente sorprende al leer lo que narra y describe la nota.
Súper elogiable el trabajo y dedicación de los emprendedores en este trabajo, deseando alguna vez degustar de estos vinos de Entre Ríos.
Felicitaciones a todos!