“En el mundo hay solo tres o cuatro países que producen soja y por suerte la Argentina es uno de ellos. Porque tendemos a creer que hay soja en todos lados pero no la hay. Hay cientos de países que no la tienen y la tienen que comprar. Por eso, mientras más avancemos en la cadena de los productos que se pueden hacer, le vamos a dar más valor intelectual e industrial y menos valor de commoditie”, explicó Hernán Casanova, socio gerente de la firma Global Extent, que se dedica a la venta de equipos de extrusado y prensado de soja. Casanova es un enamorado de buscarle la vuelta a este tipo de innovaciones.
El método del extrusado de soja es solo uno de las maneras de agregar valor a la soja. Permite extraer del poroto por medios físicos tanto el expeller como el aceite. En amboas casos se puede seguir avanzando. Con el aceite se hace biodiesel. Y con el expeller se puede seguir avanzando a través de técnicas como la del micronizado (sería el expeller molido bien finit), o el texturizado de soja, apto para consumo humano.
“Hay mucho valor agregado para dar a la materia prima que exportamos de modo tan burdo o con tan poco diferencial”, asegura Casanova.
En el caso de la soja texturizada, explicó que “se toma al expeller, se lo muele bien finito, se le adiciona humedad y se re procesa en una extrusora, en la cual se modifican las estructuras internas de la soja. En cambio en el extrusado se saca el aceite pero la estructura queda intacta. En el texturizado, se destruye esa cadena y se obtiene un alimento muy interesante que se usa mucho en la industria alimenticia, por ejemplo en relleno para jamones o para hamburguesas. En algunos casos, hasta el 50% de lo que vemos dentro de algunos chacinados puede llegar a ser texturizado de soja”, reveló.
Mirá el reportaje completo a Hernán Casanova:
En Argentina hay cerca de 500 industrias pyme extrusoras, pero según Casanova, solo 3 o 4 de ellas se lanzaron a hacer el texturizado, el siguiente paso. Explicó que una de las razones es que este producto “requiere más cuidado porque se está trabajando con alimentos humanos y, por ende los requerimientos de las autoridades son diferentes. Pero al mismo tiempo hablamos de un producto que duplica al expeller en precio y que tiene una demanda mundial enorme que está insatisfecha para países como Arabia o Egipto”, aclaró.
Ver: Hernán Casanova: “Las extrusoras pagan retenciones igual que una aceitera de 10 mil toneladas/día”
Según Casanova, en esta carrera para agregar valor hay un montón de subproductos que podríamos utilizar y que en cambio tiramos. “Es el caso de la semilla de algodón en el NEA. Se desmota el algodón, se la extrae la fibra y queda la semilla la cual se agrega en algunas raciones para vacunos. Pero si se la extrusara, disminuiría el Gossypium que es un anti nutricional, y se extrayera el aceite, se podría obtener un expeller con cerca del 30% de proteína que es excelente. Bueno, eso no se hace”, relató.
Con el maíz Casanova dijo que ocurre algo parecido. “Si se lo extrusara, se aumentaría la gelatinización del almidón en un 100% y se eliminaría el bosteo, y además, se podría utilizar en dietas de iniciadores, en animales pequeños. Pero eso tampoco se hace”, lamentó.
¿Y cómo cambiar el chip para poder empezar a aprovechar al máximo los productos agropecuarios y agregarles valor? Casanova respondió que “lo primero que deben tener los productores es ganas y curiosidad. Informarse y preguntar. Generalmente son los más jóvenes los que vienen a preguntar, aunque hay mucha gente que es asombrosa por las ganas que tiene por crear nuevas cosas”.