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“Muchas cosas se pueden hacer acá, y hay gente capaz que tiene ganas de seguir y mejorar la vida”, sostiene la productora Fabiola Calisaya desde las altiplanicies de Jujuy

Bichos de campo por Bichos de campo
28 diciembre, 2025

En la Puna jujeña, a más de 3500 metros de altura, entre cordones montañosos que recorren el territorio de norte a sur, existen varias cuencas endorreicas. Una de ellas es la famosa cuenca de Pozuelos, ubicada a 70 kilómetros de la ciudad de Abra Pampa.

Destacada por sus condiciones ambientales diferenciales (mayor humedad promedio y una importante laguna salobre en el centro), a partir de los 80, se dispusieron una serie de valorizaciones ambientales entre las que se destaca el Monumento Natural Laguna de Pozuelos, de Parques Nacionales; la Reserva de Biosfera de Laguna de Pozuelos de Unesco, y otras, como el trabajo de la Fundación Humedales que busca el equilibrio entre producción y conservación . También la distinción de AICA (Área Importante para la Conservación de las Aves y la Biodiversidad, una designación internacional de BirdLife International), que hace foco en la diversidad de aves que migran o habitan la laguna. 

Esa singularidad ambiental de Pozuelos también tendría su correlato en torno a la producción agropecuaria. La literatura sobre este territorio menciona condiciones de humedad que promueve el mayor desarrollo de pasturas naturales y que posibilitan la actividad ganadera. Sobre esta idea, se creó la Corporación de Desarrollo de la Cuenca de Pozuelos (CODEPO), institución público-privada que busca la promoción de la producción local y el cuidado del ambiente.  

Fabiola Mabel Calisaya, una productora de camélidos y rumiantes menores, referente de las comunidades de Lagunillas y Ciénego Grande. Con ella habló Bichos de Campo.

“Pertenezco al pueblo Coya de la Puna jujeña, en el departamento de Rinconada. Por parte de mi padre, pertenezco a la comunidad de Ciénego Grande, y por mi madre, soy la quinta generación de la comunidad de Lagunillas de Pozuelos”, comienza presentándose Fabiola, mostrando gran identidad y arraigo al lugar.

Agrega: “Actualmente con mi familia nos dedicamos a la producción de ovejas y llamas, para carne, lana, fibra y sus derivados. Intentamos también la siembra de papa andina, quinua y, este año, estamos trabajando con turismo rural, ya que vivimos dentro de una reserva, con hermosos y diferentes paisajes, además de la cultura y tradición que tenemos”.

Respecto de esa actividad Fabiola comparte los siguientes datos: “En Pozuelos recibimos casi 3000 turistas al año. Esta es una cifra de hace dos años, muchos turistas son extranjeros y acá no hay un servicio adecuado para recibirlos”.

“Mis abuelos vivieron acá, nacieron y murieron acá” dice, rememorando sus orígenes. “Uno de los hechos más importantes en toda mi vida fue mi infancia. A pesar de que solamente venía en las vacaciones a ver a mi abuelo, él me enseñó a vivir y a valorar lo que es esta tierra, mi tierra”.

“Yo tuve la posibilidad de salir a la ciudad. Realicé mis estudios en San Salvador de Jujuy, donde terminé las primaria y secundaria. Luego mi terciario en la ciudad de Abra Pampa. Soy técnica en desarrollo de software, también gestora de automotores. Hoy, lo que me lleva a volver a mi tierra es que mi madre ya es una persona mayor y hace un tiempo falleció mi padre. Ella quedó a cargo de las dos fincas y tuve que volverme a mi tierra y recordar mi infancia, mis vacaciones aquí, con mis abuelos que me enseñaron a no perder mi identidad. Valoro mucho volver a mi tierra después de casi 25 años que me fui. Comencé a reconectarme con mis costumbres”.

A lo que agrega: “Trabajé como comunera en Lagunillas de Pozuelos porque me trajo mucha nostalgia ver a los abuelos que estaban sin agua y que no tenían ni un poquito de comodidad después de tantos años de vivir lo mismo. Así que hice mucho trabajo en sentido social dentro de mi comunidad. Hoy me dedico exclusivamente a mi emprendimiento, que es mejorar todo lo que es la producción ovina y camélida, iniciando desde la pastura. Algunas llamas las tengo en el terreno de mi padre, que está como a 15 kilómetros de donde vivo”. 

En cuanto a temas estrictamente productivos, Calisaya dice que “producir en la Puna es bastante complicado. Los precios, tanto de la carne como de la lana, son muy bajos. Acá no tenemos la misma infraestructura que tienen en otras zonas, así que por nuestro propio medio tratamos de mejorarla”. 

A este panorama complejo, Fabiola añade cambios en torno al clima y sus efectos en el ambiente: “Cuando estaban mis abuelos vivos, acá en la zona había caballos, la malva era muy alta, la pastura era mucho más linda que ahora. Hoy en día se ve el cambio, no llueve mucho, no hay agua. Las lluvias estivales eran desde noviembre hasta marzo, hoy las esperamos para enero o febrero. La laguna de Pozuelos antes no se secaba, eran muy raras las veces que se secaba. Yo vivo a la orilla de la laguna y hace tres años que se seca. Es bastante triste y eso también nos perjudica en la producción, porque ya tenemos que pensar en otra forma de producir carne con menos pastura”. 

Además comenta que “los vientos fuertes provocan la erosión de los suelos sin cobertura de pasturas, y los ríos también, ahora hay lluvias fuertes que hacen ríos que se van rápido a la laguna y no quedan en la zona, dañan y no riegan”.

Rodeando la laguna existen rutas de ripio consolidado, cada vez más abandonadas. Sobre el horizonte se observa, como si fueran enormes gusanos de tierra, el polvo que levantan camionetas de diversas empresas mineras que pasan a gran velocidad, poniendo en riesgo a animales silvestres como vicuñas, aves y roedores. 

Observando la escena, Fabiola comenta que “actualmente, hay una minera trabajando y muchas que hacen prospectivas y cateos. La que está funcionando en nuestro territorio es la mina Chinchillas, que la tenemos a unos 30 kilómetros, aproximadamente. Por ahí yo me pongo a pensar que sí algo de la laguna seca no tendrá que ver con ellos. También tenemos cerca lo que es la Mina Pan de Azúcar, donde todos los desechos quedaron ahí, liberados y sin control. La mina Chinchillas hace un trabajo más arduo con las comunidades, ayuda en el tema de la producción a algunas asociaciones, a algunas comunidades, pero creo que para la cantidad de mineral que están sacando de nuestro territorio, nos dejan poco y nada”.

Fabiola se considera una guadiana del ambiente. “Me preocupa el tema de la naturaleza, más de lo silvestre, de nuestras plantas también. A pesar de que vivimos en una zona inhóspita siempre veo muchos descartables, muchos desechos de bolsas. Se ve basura volando por los aires porque acá hay mucho viento y la traslada de un lugar a otro. Siempre veo si hay fuego y aviso a Parques Nacionales. No me gusta la matanza de los animales silvestres, de nuestros animales andinos, como la vicuña y, sumado a todo esto, el tema de siempre con la minería”.

Las problemáticas sociales son algo que moviliza también a la productora. “Yo trato de ayudar a donde voy”, asegura. “Ayudar en lo ambiental, en lo productivo, pero creo que es importantísimo mejorar en nuestra en nuestra unión, las de las comunidades, que la gente no se quede callada ante tanto atropello de la minería y de muchos otros problemas políticos, temas de salud, temas de seguridad. Siempre trato de dar mi granito de arena en todo lo social. Se ven muchas personas adultas mayores que viven en nuestra Puna que son los únicos que ponen el pecho viviendo bajo el sol, con viento y frío. Es increíble que esto siga pasando”, reflexiona con gesto de queja.

Quizás sea por sus hijos que están rodeándola, o por esa tierra dorada, esos cielos azules inmensos, esos animales que se le acercan en busca de cariño, que Fabiola dice: “Los sueños los tengo ahí cerquita. Lo que más valoro de vivir acá es poder ver el sol cuando nace y cuando se va en las tardes. En las noches poder ver las estrellas, sentir esa paz y sentirse…”

“Al menos yo no me siento sola porque tengo mucha compañía por los animales que están, por las estrellas, por el sol, por el viento, con la laguna que tenemos acá al frente, yo creo que esa paz no la puedo sentir en ningún otro lado. Así que es mi refugio, es mi lugar donde puedo pensar, donde puedo estar tranquila, donde me brotan las ideas, desde donde me gustaría ayudar a otras personas. Es único”, aclara.

Con la sapiencia de quién ha madurado mucho los pensamientos, Calisaya se ilusiona y comparte un deseo para sus comunidades: “Lo que me gustaría que haya alguna asociación o cooperativa de diferentes índoles como, por ejemplo, para lo que es curtiembre, lana, que podamos vender nuestros cueros y nos paguen bien por ello. Lo mismo con la fibra de llama, con la papa, que la podemos vender adentro del país, Desearía que vuelvan muchos jóvenes, que sepan que acá se puede vivir, tener nuestra empresa, ayudarnos entre varios. Pero sí me gustaría ver más producción, sin olvidar lo que somos, pero aprendiendo a vivir con lo nuevo que se viene, con la tecnología”.

Y agrega que “en mi experiencia como comunera aborigen me da orgullo de ver todo lo que hice, lo que logré, con ayuda de muchas personas. Hubo grandes avances dentro de la comunidad, con el tema agua, con la mejora de la producción, innovando con la siembra. Yo aprendo mucho del error. A través del error, fui aprendiendo a sembrar papas, quinua, viendo la variedad que da en nuestra zona”.

Con la serenidad de la tarde que va cayendo, Fabiola Calisaya nos va despidiendo. “Se que los sueños se pueden cumplir, por eso busco ayuda en las instituciones que hay en la zona, construyendo ese sueño. Me gustaría que le presten un poquito más de atención a lo que es la Puna. Muchas cosas que se pueden hacer acá, hay gente capaz y tiene ganas de seguir y de mejorar la vida”.

Etiquetas: camélidosfabiola calisayalabuna de pozuelospapa andinapequeños productorespozuelopueblo coyapuna jujeña
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