La semana pasada se hablaba en esta sección de la exposición anual de floricultura que realiza el INTA cada año en su predio de Castelar. En ese marco, Silvina Soto, directora del Instituto de Floricultura, explicó en detalle el rol que cumple el organismo en la investigación, el mejoramiento y la transferencia de variedades ornamentales para el sector productivo.
En esta oportunidad, una recorrida del equipo de DeRaíz por la muestra permitió conocer de cerca los proyectos, ensayos e investigaciones que se desarrollan puertas adentro del INTA y que luego llegan a viveros, paisajistas y productores de todo el país.
Mirá la nota:
Uno de los espacios centrales de la exposición fue el de los ensayos de praderas ornamentales, a cargo de la ingeniera Verónica Bugallo. Allí se presentaron experiencias iniciadas en 2020, con especies nativas evaluadas en condiciones de cero riego, sin cortes y sin limpieza, conviviendo con vegetación espontánea. El objetivo es identificar plantas que puedan sostenerse en el tiempo, con bajo mantenimiento, buen comportamiento ornamental y aporte a la biodiversidad, en línea con la demanda creciente de jardines más sustentables.
La Dra. Paula Leva mostró los trabajos con especies nativas de la región pampeana, colectadas con permisos provinciales y evaluadas para distintos usos, desde jardines y canteros hasta jardines verticales y techos verdes. Los ensayos permiten observar su evolución a lo largo del tiempo, definir manejos y explorar alternativas de sustratos que reduzcan el avance de malezas y el impacto ambiental, incorporando criterios de economía circular.
El vínculo con la educación estuvo representado por la profesora Adriana Celli, jefa del Área Vegetal de la Escuela Secundaria Agraria N°1 de Hurlingham y responsable de las prácticas profesionalizantes. Los estudiantes participan activamente en la producción de plantas nativas mejoradas por el INTA, recorriendo todo el proceso desde la propagación hasta la planta terminada, y culminan la experiencia en las jornadas abiertas, donde interactúan con el público y ponen en valor lo aprendido.
En el área de cultivo sin suelo, la ingeniera agrónoma Analía Puerta presentó los sistemas de hidroponia aplicados a hortalizas y flores, una alternativa que permite producir todo el año, acortar ciclos y reducir el uso de agroquímicos.
También se mostraron avances en poscosecha de flores cortadas y en la desinfección sustentable de suelos y sustratos mediante colectores solares, una tecnología sencilla que aprovecha la energía del sol para controlar patógenos y malezas.
El laboratorio de sustratos y aguas de riego, a cargo del ingeniero Esteban Rubio y la técnica Mónica Karlanian, explicó la importancia de analizar y caracterizar los materiales que se utilizan en la producción. La elección de un sustrato adecuado depende del cultivo, la región y la calidad del agua, y resulta clave para lograr eficiencia productiva y sanidad vegetal.
La transferencia de variedades ornamentales fue abordada por el licenciado Santiago Stancanelli, quien detalló cómo el INTA produce plantas madre de alta calidad sanitaria, que luego se multiplican en viveros especializados y llegan al circuito comercial. Este sistema permite abastecer al sector con materiales confiables, adaptados tanto a macetas como a canteros y espacios públicos de bajo mantenimiento.
El proceso de mejoramiento genético estuvo a cargo de la licenciada Paula Bologna, quien explicó que el desarrollo de nuevas variedades ornamentales puede llevar entre diez y quince años. A partir de especies nativas se obtienen plantas con nuevos colores, mayor floración y mejor porte, sin perder la resistencia al clima y al suelo local.
La mirada del diseño llegó de la mano de las paisajistas Cecilia Deane y Cecilia Galeazzi, quienes destacaron el valor de la investigación del INTA como herramienta para animarse a incorporar nuevas plantas en proyectos reales. Conocer cómo se comporta cada especie en el tiempo permite multiplicar su uso y avanzar hacia paisajes más diversos y adaptados.
La exposición anual de floricultura volvió a mostrar al INTA como un espacio donde la investigación científica, la producción, la educación y el paisajismo se articulan para desarrollar soluciones concretas. Un trabajo silencioso que comienza en ensayos y laboratorios, y que año tras año se traduce en nuevas plantas, conocimientos y prácticas que impactan en la floricultura argentina.
