Si algo hay que reconocerle a la ganadería uruguaya es haber podido sostener su proyecto productivo durante las últimas dos décadas y haber crecido usando fórmulas distintas a las argentinas. Al menos, con criterios unificados, consignas y acuerdos básicos entre la política y la producción, algo que sin dudas no se pudo sostener en este país más que en el corto plazo.
Una de esas políticas de Estado del país oriental es la exportación de ganado en pie, un negocio que aporta más de 350 millones de dólares al año y está en expansión. Anualmente, no menos de entre el 10 y el 15% de los terneros salen del país por esa vía, en vez de hacerlo como carne ya industrializada, pero aún así la ganadería uruguaya no ha perdido volumen de stock ni se ha desincentivado la inversión y el agregado de valor. Todo lo contrario.
Aunque prefiere mantenerse a raya de los vaivenes argentinos y se ahorra sus opiniones sobre las descabelladas políticas comerciales que ha implementado la política local, el testimonio del presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), Rafael Ferber, es útil para comprender qué oportunidades no estamos aprovechando en ese sector.
Mirá la entrevista:
“La ganadería uruguaya funciona bien porque hay una exportación en pie que funciona bien y porque la política está de acuerdo en que eso no se puede tocar”, explicó el ruralista. Que no se pueda tocar es igualmente relativo, si recordamos que, hace 5 meses, la venta de animales vivos con destino a faena se había suspendido para contener los precios internos.
Lo cierto es que, en el marco general, ese tipo de decisiones son la excepción y no la regla, contrario a lo que ha sucedido históricamente en nuestro país, donde varias veces se ha restringido directamente la venta de carne al exterior sin importar el efecto productivo que eso tuviera. Y donde durante mucho tiempo la venta de animales en pie estaba vedada, porque los frigoríficos no aceptaban esa competencia.
Este año, con la eliminación de las últimas trabas burocráticas, Argentina ya no tiene ningún condicionamiento para insertarse en el mercado de exportación de hacienda en pie y, de hecho, mientras aún se discute que efecto podría tener dentro del sector, ya empiezan a prepararse los primeros envíos importantes.
A no asustarse, asegura Ferber, que considera que exportar ganado en pie es mucho más beneficioso de lo que parece. Tanto que se ha convertido en “la regla de juego básica” de la actividad oriental, por el efecto que tiene sobre los precios y, por ende, el incentivo que significa para que haya inversión entre los criadores.
“Te puedo hablar de mil políticas, pero la verdad pasa por el precio y la certeza del productor de que eso se sostiene”, explicó el ruralista.
En ese sentido, que se vaya entre un 10 y un 15% de terneros vivos por esa vía, sin que se les agregue valor con terminación a corral y faena, no escandaliza a nadie del otro lado del Río de la Plata. “Si no tuviéramos exportación en pie, ese ternero no nacía. Es algo que le costó al poder político y a la industria entender, pero es una realidad”, aseguró Ferber.
Con ese sencillo argumento, vuelve al comienzo: la clave es que haya un buen precio y sostenido en el tiempo, para que el productor primario -en particular, el criador-, invierta en preñez y produzca más. Y el elemento dinamizador de los precios es que haya demanda externa, cualquiera sea, de carne o de hacienda.
“Estamos todos de acuerdo en que sin esa herramienta los terneros valdrían menos, y si valen menos se producen menos”, razonó el dirigente uruguayo.
Asimismo eso tiene como contrapartida una mejora en los precios de la industria, que termina pagando mucho más para cautivar al productor y evitar que esos animales se vayan.
Desde ya que esa lógica productiva, que hoy comparte gran parte del abanico político y agropecuario, no significa que el sector esté obnubilado ni obsesionado con la exportación de animales vivos. “Por supuesto que queremos que se faenen en nuestro país y se vendan como carne”, aclaró Ferber, que igualmente aclara que ambas actividades no necesariamente se niegan entre sí.
Incluso, mientras un 70% de lo producido por la ganadería uruguaya se destina a la exportación -vivo o faenado-, llegan incluso a importar cortes de Brasil o Paraguay para moderar los precios y ampliar la oferta en el consumo interno. Hoy, esa importación acapara el 30% del mercado propio.
“Mientras no nos toquen la exportación, pueden hacer lo que quieran. Esa guerra la vamos a dar siempre”, concluyó el ruralista uruguayo, que deja en claro cuál es la prioridad en su sector.




