Optó por dedicarse a cultivos distintos, con más valor y dirigidos a mercados de nicho. Supo liderar la producción cebollera de su región y luego afrontó el quebranto. No tuvo prurito en abandonar negocios poco rentables aunque tradicionales para incursionar en otros muy novedosos, como el alquiler de agua y el desarrollo inmobiliario.
La imagen de Marc Arnusch discutiendo decisiones productivas con la inteligencia artificial mientras maneja su camioneta por el campo recorrió el mundo, pues este referente de Prospect Valley, Colorado, fue elegido “Productor Destacado del Año” en este 2025.
El galardón reconoce su ánimo emprendedor y el crecimiento estrepitoso de su negocio, que hoy es tal vez menos diverso en términos de cultivos, pero mucho más en cuanto a rentas. Su fórmula, reconoce, es el cambio: este “farmer” estima que no menos del 10% de sus operaciones se reinventan cada año, mucho más allá de las nuevas técnicas productivas o las decisiones de siembra, sino con la incursión en sectores hasta ahora poco convencionales para la producción agrícola.
Además de su esposa, Jill, sus otros socios tienen nombre y apellido: ChatGPT y Grok, dos potentes inteligencias artificiales con las que dialoga todo el tiempo y evalúa sus siguientes pasos. Una historia productiva que merece ser repasada.

“Siempre estamos pivotando. Mi gestión al frente de la granja es de cambio”, señaló el dueño de Arnusch Farms en su entrevista con AgWeb, que reconstruyó su historia y repasó sus principales hitos.
El primero de ellos fue hace 20 años, cuando el productor se paró frente a sus 3000 acres -unas 1200 hectáreas- y se percató que diversificar riesgos entre nueve cultivos diferentes no le resultaba lo suficientemente rentable. Fue entonces cuando dio el primer “volantazo” y optó por lo que los yankees llaman “craft grains” y que aquí conocemos como “especialities”: los granos de mayor valor, destinados a industrias especializadas.
Muy alejado de la tradición familiar, que se remontaba al cultivo de remolacha azucarera iniciado por su abuelo, el “farmer” se volcó al abastecimiento de la industria de cervezas artesanales y bebidas destiladas. y además se abocó además a producir alimentos con creciente demanda, como el poroto caupí (black-eyed peas) y el maíz de grado alimenticio.
De hecho, este último es también demandado para la producción de alcoholes pero Arnusch, que se considera ya un experto en observar tendencias y encontrar oportunidades, descubrió que allí hay un interesante nicho por la creciente población hispana en el oeste, que lo utiliza para producir tortillas. Desde ya que no quiso quedarse afuera del mercado.

Pero observar tendencias no equivale necesariamente a entusiasmarse con cada una de ellas. Eso es algo que el productor aprendió a prueba y error, pues el “boom” de la cebolla lo llevó a convertirse en en el tercer mayor procesador, empacador y exportador de todo el estado de Colorado en sólo 4 años, para asistir luego a una caída estrepitosa de ese negocio.
Mucho más moderado en sus evaluaciones, Arnusch señala que, en vez de atender a lo nacional hoy opta por mirar lo local, y, en vez de enfocarse en lo que sucederá dentro de una o dos campañas, elige un enfoque más sistémico, como si se tratase de una empresa de cualquier otro sector.
“Tenemos que enfocarnos en 25 años hacia adelante, y nos estamos preguntando: ¿seguirá siendo relevante el negocio entonces?”, expresó.

Muchas de esas preguntas, que surgen a diario, las resuelve junto a su aliada fundamental, la inteligencia artificial, a la que echa mano para barajar opciones y reducir el riesgo en la toma de decisiones. No es atípico encontrarlo hablando con ella cuando recorre sus lotes en camioneta o previo a discutir los próximos pasos a seguir junto a su esposa.
“A la IA le explico cuál es el problema, dónde están los desafíos, y me ayuda a enfocar mi atención. Cuando luego hablo con Jull, en lugar de contarle 50 ángulos distintos de una historia, tenemos una conversación mucho más enfocada sobre cómo resolvemos el problema”, explicó el productor, que opina que, “para un negocio agrícola, esto es un cambio mayor que el GPS y el piloto automático”.
De hecho, incluso en su rol de empleador echa mano de esta tecnología. A través de una herramienta llamada Culture Index, lo que hace la IA es ayudar a comparar si una determinada persona concuerda con las características del puesto de trabajo que buscan. “Habíamos preparado personas para fracasar. No era porque no trabajaban duro o no hacían el trabajo, sino porque los habíamos exigido más allá de lo que mejor sabían hacer”, señaló.
Aquí parte del reportaje elaborado por Farm Journal:
Además de evaluar aptitudes, Arnusch asegura que le da mucha importancia a crear un vínculo duradero con sus empleados, algo así como una “cultura de equipo”, que construye con reuniones periódicas de evaluación de desempeño, repaso de objetivos y lluvias de ideas.
La metodología es sencilla: cada lunes, comienzan la semana con una reunión de 30 minutos más general, que luego complementan con reuniones diarias breves, en las que repasan lo que se hizo el día anterior y las tareas pendientes en el campo. “Cuando lo hacemos bien, funciona a la perfección”, señaló el productor premiado.

La experiencia le ha demostrado que la mejor herramienta de negocio es diversificarse, y por eso el productor de Colorado apostó también por emprendimientos que superan lo agrícola y le dan mayor cobertura.
El más novedoso es el de alquiler de derechos de agua a la industria energética, a través de su firma Ag Water Alliance. Aprovechando que donde cultiva, en el condado de Weld, hay dos fuentes de agua, la superficial desviada del río South Platte y el acuífero Lost Creek, lo que hizo fue monetizar ese suministro, sobre el que recaen varios intereses en pugna.
Esa línea de negocio, combinada con los seguros de cultivo, propiedad y accidentes, permitió amortiguar la baja en la rentabilidad de los años más complejos. A tal punto, que el propio Arnusch asegura que no hubiera podido sobrevivir a las 11 tormentas de granizo que afrontó en 2018, de las cuales sólo el 22% de su superficie quedó apta para cosechar.
Hacia adelante, lo que se viene es también prometedor: en la primera tierra que cultivaron, perteneciente a su abuelo, llevarán a cabo un proyecto inmobiliario residencial, comercial y comunitario. Será en una extensión de 100 hectáreas -262 acres- en el que combinarán la educación agrícola, la gastronomía y las viviendas con asistencia y residencias para adultos mayores.
“Tenemos una oportunidad y una obligación de hacer esto diferente. Es lo que necesita nuestra comunidad”, afirmó Marc.

Y así como se embarcó en nuevos negocios, tampoco le tembló el pulso cuando debió desprenderse de otros. En 2023, por ejemplo, decidió dejar de hacer servicio de semillas de trigo, porque no se consideraba “capaz de atender al cliente como quería” y había afrontado ya varios conflictos en su suministro.
De eso se trata, considera el productor, que no casualmente cambia cada año una décima parte de su producción y evalúa todo el tiempo hacia dónde soplará el viento las próximas décadas. Si de algo está seguro, afirma, es que lo que hará es diferente a lo que se hizo.
“Mirando por el espejo retrovisor, entendemos la tradición y la historia que nos trajeron hasta acá. Pero no somos un calco de la operación de mi padre ni de la de nuestro vecino”, expresó.



