A unos 4 mil metros sobre el nivel del mar, en la puna catamarqueña, la comunidad indígena La Angostura logró transformar a un lugar de condiciones geográficas y climáticas desafiantes en un auténtico hogar, del que sus pobladores se sienten parte.
“Es un lugar difícil para producir, para vivir, para todo”, dice su cacique Bernardo Gutiérrez –el jefe de la comunidad- sobre la localidad de Belén, de la que se reconoce, aún así, un completo enamorado.
Con un termómetro que pasa del fuerte calor al frío sin escalas, con nevadas en invierno y escasas lluvias en verano, desde hace años aquellos pobladores se esfuerzan para mantener viva a la ganadería, una de las principales actividades que les genera un ingreso más o menos fijo con el que mantenerse.

“Como productores de camélidos, no grandes sino medianos a chicos, somos todos nacidos y criados en el mismo lugar, y desde siempre protegemos el sistema del animal camélido, como la vicuña y la llama. Tenemos algunas ovejas y cabras también, pero de estas últimas poco por el frío”, contó el cacique a Bichos de Campo durante una visita.
A la llama, que es el más doméstica de los dos camélidos, la manejan con arreos, en corrales y con pastoreos, tanto de mañana como de tarde. Se trata de “controlar la vida del animal”, según explicó Gutiérrez, algo que la vicuña no les permite.
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“La vicuña es silvestre, no se la puede domesticar. Son re ariscas. Las otras se pueden criar como mascotas, desde chiquitos se adaptan a las personas como un hijo en la casa”, señaló.
Y en ese intento por controlar a estos animales, los principales esfuerzos se direccionan en torno a su protección, en especial de quienes buscan depredarlos. Esto comprende a cazadores furtivos y, especialmente, a depredadores naturales como el puma y el zorro.
“Son un dolor de cabeza, digo la realidad. Cuando están pariendo los animales ahí es cuando acuden a quitarles la cría y a dejarlos sin nada. Es una plata para nosotros y para ellos es una caza deportiva, porque los matan y los dejan. De los diez que atacan se pueden comer a uno o dos. No matan por hambre sino por deporte”, lamentó el cacique.
“A veces se ausentan dos años y luego vuelven. Migran de un lugar a otro, desde donde no hay comida hacia donde la hay. Cuando era chango para mí no había tantos y ahora los hay mucho más. Se están trasladando”, añadió a continuación.
Esa situación, que se agrava por la extensión de los territorios, lo hace aún más por estar ubicados dentro de la reserva de la biósfera de Laguna Blanca.
“Nosotros coordinamos con la provincia y algunos organismos este tema. Dentro de la biósfera es delicado tocar al puma, al zorro y a todas las especies protegidas dentro de la fauna silvestre. Pero igual nosotros pedimos al estado que nos acompañe para al menos bajar el nivel de estos depredadores. Queremos controlarlos”, afirmó Gutiérrez.
-Si no se hace nada, la especie en peligro de extinción es el ganadero de la puna.
-Y sí, por eso estamos todos los días en la lucha, estamos todos los días en el campo, en las malas y en las buenas. Uno ha nacido, se ha criado y vive aquí, y lo haremos hasta que desaparezcamos. Y esta es la herencia que le vamos a dejar a nuestros hijos, a nuestra comunidad.
-¿Y a vos que te hace feliz de todo esto?
-Me hace feliz estar en este territorio, donde uno ha nacido y se ha criado, a pesar de que varios hemos emigrado para que nuestros hijos vayan a la escuela, se eduquen y sean de alguna profesión. Uno se pone del lado de ellos, de acompañarlos, y damos esa mirada para que nuestros jóvenes se preparen y vuelvan a servir a la patria donde han nacido.
-¿Lo que te hace feliz es que vuelvan los chicos?
-Exactamente. Cuando yo era chico no había escuela en la Puna, no había caminos, no había conectividad, eso no existía. Nosotros somos los que estamos poniendo ese empuje y detrás están siguiendo otros. A mí me llena de orgullo, me contenta, me planta más firme en mi pueblo porque sé que estos jóvenes van a volver.




